—Entonces, ¿te gustan las chicas? —. Jugó con sus dedos, nervioso por haberse atrevido a hacer tremenda locura.
—Mhmnh —asintió el contrario mientras sonreía, mostrando la sonrisa que tanto lo caracterizaba y a la vez era amada por Sunoo.
—Oh...
Su mirada dio un cambio drástico, ahora el sentimiento predominante era la desilusión, diferente a cuando se acercó para preguntarle.
—¡Sung, vamos, que ya empieza el partido! —avisa su amigo a lo lejos, agitando sus manos en el aire para hacerse notar entre los demás estudiantes.
El nombrado voltea para ver a JongSeong, luego a Sunoo. —¿Sólo era eso?
El rubio asiente.
—Bien, ¡nos vemos en clases Sun! —. Se despide y corre hacia su mejor amigo.
Sunoo no aguanta más y suspira, se sentía frustrado. Había logrado dar el primer paso: preguntarle a Park si era heterosexual. Y pues la respuesta no le alegró mucho que digamos; le gustan las chicas.
Y SeonWoo trataba, realmente trataba cómo no tienes idea, de no sentirse así (pero ya no está tan fácil la cosa), porque, número uno; es un chico, y número 2; está enamorado de Hoon.
Ya debe ir pensando en abandonar la idea de tener un noviazgo con él, puesto que no comparten la misma sexualidad o gustos en general.
Se va del pasillo lentamente, caminando a la biblioteca como destino; necesita estar solo y pensar. Al llegar busca con la mirada un lugar apartado, se sienta y desparrama sobre el suelo, con gran angustia hunde su cabeza entre sus brazos para que no lo vean llorar...
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—¡Wow! ¿viste el pase que hizo Won? —exclama eufórico, al no recibir respuesta por parte de su acompañante lo mira extrañado; la idea de ver el partido de volleyball fue de aquél— ¿Pasó algo, Hoon? —interroga preocupado.
—No, sólo pienso... —contesta mirando un punto fijo.
Luego de la respuesta, el silencio reina, siendo hasta cierto punto incómodo, el sonido de las fuertes pisadas, los aplausos, silbidos, gritos, e incluso llantos... Todo eso agravando la embarazosa situación
—Sunoo me preguntó si me gustan las chicas —dice repentinamente, el peliplateado concentrando toda su atención en él.
—¿Y qué le respondiste?
—Que sí...
—¿Por qué no le dijiste que los chicos también?
—¿Cómo le voy a decir eso? ¡se iba a alejar de mí si se lo decía! —exclama exhaltado, moviendo rápida y reiteradas veces las manos.
El mayor bufa. —¡Debe haber una razón por la que te preguntó eso! No cualquiera llega de la nada y dice: "¿Te gustan las chicas?"
