II. Necesidad

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—Entonces ya sabes que hacer. —Vio como Genya asentía con seguridad ante los dos adultos que se encontraban ante él. Su hermano Rengoku y Sanemi iban a salir aquella noche, una reunión de exalumnos como le había comentado en toda la semana el mayor y habían decidido dejarlo a cuidado del Shinazugawa menor, pero no lo entendía. ¡Ya era lo suficiente grande para cuidarse solo!

Tenía trece años, ordenaba sus cosas por él mismo, no necesitaba ayuda en sus deberes, era uno de los mejores de su año en matemáticas, podría ir ya a su escuela solo, pero como su hermano trabajaba ahí, no era necesario. Inclusive, hace una semana había decidido hacer la cena para Kyojuro y esta vez no se le quemaron los fideos como la primera vez que lo intentó, casi se le escapa una carcajada recordando la roja cara de Kyojuro mirando como los fideos estaban en llamas en la olla con agua, fue toda una odisea explicarle eso a su padre.

—Cualquier cosa nos llamas, por favor.

—Oi, deberías tener más confianza en Genya, Rengoku. —reclamó el mayor de los Shinazugawa, siendo el primero en voltear y dirigirse hacia la puerta. —Pero ya saben, nos llaman.

Tsundere, pensó instantáneamente, mientras veía al albino salir por la puerta, siendo perseguido por su hermano mayor, no sin antes despedirse con su mano.

El silencio inundaba la sala de estar, ambos estaban parados mirando la puerta por donde sus hermanos se habían marchado. Las puntas de sus dedos comenzaron a picar de nervios nuevamente al encontrarse a solas con el mayor y comenzó a mover uno de sus pies en círculos, no podía dejar de moverse, era segunda vez que compartía con el pelinegro y no sabía como comenzar a hablar o algo.

—¿Tienes hambre? —el pelinegro interrumpió sus pensamientos y asintió. No tenía hambre, pero sería descortés negarle el ofrecimiento al Shinazugawa.

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¡Estaba delicioso!

El mayor había hecho una pizza al sartén, bastante rápido y le había quedado sublime. Agradecería más tarde a su hermano por haberlo dejado con Genya en primer lugar. 

Y no sería solamente por la comida.

Observarlo había sido placentero, nunca había notado tantos detalles en otra persona. Ni siquiera en Nezuko, que era su mejor amiga y prácticamente estaban todo el día juntos dentro de la academia. 

Lo primero que notó fueron sus largos dedos, nuevamente, recordó que llamarón su atención la vez pasada que los vio, cuando jugaron Mario Kart, pero esta vez, mientras cortaba los ingredientes, le parecieron muchos más agiles. Su vista subió por sus brazos, contorneados por una ajustada playera oscura, hicieron que el calor alcanzara sus mejillas agolpándose con un violento color rojo. 

Esperaba que no se diera cuenta. 

Es el calor de la cocina, se repitió mentalmente, no existía otra razón de esa alza de temperatura en su cuerpo.

Sempiterno [SenGen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora