Extra- Desde cero.

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Dylan

Miro fijamente el techo de la habitación de invitados de Daniel, luego de tres años en prisión, tres intentos de asesinato contra mí y buena conducta consiguieron que mi abogado lograra restarle dos años a mi condena, concediéndome al fin mi libertad.

Pienso en todos los acontecimientos que me llevaron hasta este momento, al salir de prisión hace un mes comencé a ir a terapia, Sam me acompaño, ella quería borrar cualquier trauma de mis tres años encerrado, aún recuerdo sus lágrimas cuando supo que mis traumas se debían a que no podía perdonarme todo lo que le hice.

"Yo ya te perdoné, hermano"—Dijo ella entre sollozos, yo solo la observé, no importaba las veces que me lo repitiera, yo no creía merecer su perdón, no creía merecer nada de ella si no era su desprecio.

Cada vez que me paraba frente a ella, Daniel, Elizabeth o quien fuese que supiera todo el mal que le había causado me sentía como si estuviese frente a un pelotón de fusilamiento, esperando la orden para desaparecerme y a veces lo deseaba así. Muchas veces quise rendirme y es una de las razones por las que acepté la terapia, porque quería rendirme, pero a la vez no, viviendo así en una lucha contaste conmigo mismo. Hace dos años le pedí a Astrid que se alejara para siempre de mí.

"No me pidas eso"—Dijo ella con la voz entrecortada. La observe con fría indiferencia y me levante del lugar, repitiéndole que se alejara para siempre, y lo hizo. Otra decisión cobarde de mi parte, pero no podía ser egoísta, ella necesitaba hacer su vida, ella era luz, tan deslumbrante que por un efímero instante logro espantar la oscuridad que me rodeaba, pero la oscuridad siempre regresa. Lo aprendí a lo largo de los años, quizás, me castigo demasiado, pero siento que merezco cada cosa.

"La vida es corta, Dylan"—Decía mi padre y ahora solo pienso que se me está haciendo jodidamente larga, no encuentro mi propósito, no sé para qué sirvo y si aún no termino de rendirme completamente es por Sam, porque sé que volvería a lastimarla.

Los golpes en la puerta me sacan de mis oscuros pensamiento y limpio la lágrima solitaria que corre por mi mejilla. Una feliz Sam entra por la puerta y salta a la cama cayendo sobre mí. Beso su frente y ella me abraza.

—¿Qué ocurre?—Le pregunto.

—Ya tienes una respuesta para mí.

Suspiro y ella se sienta cruzando sus piernas mirándome con ojitos de cachorro. Cuando se enteró que saldría de ese horrible lugar al fin puso fecha a su boda con Daniel, sí, lo hizo esperar tres años, porque ella no se casaría si yo no podía asistir, ese hombre realmente la ama. Daniel seguro fue el más feliz cuando fui libre. Así que hoy al fin serán marido y mujer.

—Sí lo haré—Le digo.

Da un gritito de emoción y se deja caer sobre mí.

—Eres el mejor.

Su mirada brilla y no hay nada que me haga más feliz que su felicidad.

—Debemos ir por tu traje, estoy tan emocionada, no puedo creer que al fin me voy a casar....

No deja de parlotear en todo el camino y yo solo sonrió escuchándola, cuando llegamos a la tienda de los trajes la encargada me da una sonrisa coqueta que ignoro y Sam es la que pide mirándola mal. Es una hermana celosa y aun no me perdona el que alejase a Astrid. Por lo que cada vez que alguien me sonríe ella se encarga de asesinarla con la mirada. Debo admitir que me divierte, además me alegra su carácter fuerte y la personalidad que ahora posee.

Una vez estamos listos volvemos al pent-house de Daniel.

—Te veras todo guapo, hermanito.

—No más que la hermosa novia.

Forzados a odiarnos (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora