Cuando colgué, me giré hacia los chicos, que se callaron de golpe, expectantes.
Guardé el móvil en mi bolsillo y fui a recoger mis cosas.
—Han iniciado una purga de mutados —les informé, cogiendo mi chaqueta y poniéndomela—. Hay toque de queda así que tengo que ir a casa y vosotros —me detuve para hacer énfasis— tenéis que salir de aquí, de la ciudad.
Lucas, que enseguida había sacado su móvil para comprobar mi noticia me dio la razón:
—Ha salido en todos los periódicos: toque de queda inmediato, pasarán las autoridades a hacer ronda. Buscan mutados en la ciudad después de un gran incendio en un lago cercano —levantó la vista de su móvil al acabar, se había puesto pálido.
—Tenemos que recoger todo lo que tenemos aquí —observó Rome, mirando a Gunnar y esperando alguna clase de indicación.
Al oír aquello dejé mi bolsa de nuevo donde estaba. Tal vez necesitasen mi ayuda.
Sin embargo, el sueco me hizo cambiar de opinión.
—Kiera, vete a casa, nosotros nos encargamos —me señaló—. Gracias por avisarnos, pero es mejor que las autoridades no te encuentren en la calle después del toque de queda, aunque no seas una mutada es peligroso —qué iba a decir yo al respecto, si realmente soy una telépata.
Me despedí de ellos tras desearles suerte y salí del Bul.
Las calles estaban desiertas, apenas había comercios o locales abiertos. Incluso me atrevería a decir que el cielo estaba nublado lo que daba un ambiente aún más tétrico a la situación.
Me dirigía lo más rápido posible a mi piso. A por mí no iban a ir, pero la mafia me reclamaría de un momento a otro para ir a cazar mutados y tenía que estar preparada.
Todo el mundo estaba en sus casas. Los humanos corrientes intentando no interferir en las operaciones o tratando de no presenciarlas. Los mutados protegiéndose.
Podías esconderte pero si alguien sospechaba de ti podía delatarte a las autoridades y estas irían a buscarte. Las mafias además tenían contactos y con permiso de superiores podían irrumpir en hogares en busca de gente como yo.
Lo habían llamado una purga, como si eliminar mutados fuera realizar una acción de purificación o de limpieza. Tal vez era así como lo veía una gran parte de la sociedad... Realmente había mucha gente en peligro.
Llegué a mi edificio y subí corriendo las escaleras hasta mi puerta. Había oído sirenas a lo lejos y no quería que me vieran fuera de mi casa.
Entré rápidamente y respiré hondo. Se venían unos días muy difíciles.
Fui a mi cuarto para guardar con toda la normalidad que me fuera posible las cosas del trabajo.
Me preguntaba qué pensaban hacer los chicos. Tenían que salir de la ciudad pero no sabía si tenían dónde ir. Ojalá no fuera extranjera y pudiera aconsejarles rápido. Tendría que confiar en su capacidad de improvisar.
Apenas habían pasado cinco minutos desde que llegué a mi casa cuando llamaron a mi puerta.
Asustada, me miré en el espejo y traté de hacer que mi pelo y ropa parecieran lo más ordenados posibles, como si no acabase de correr hasta mi casa.
Una vez conseguí aparentar un poco de calma, abrí.
Al otro lado estaban Lea y Bultz.
—Lea me ha dicho que estabas aquí y te necesitamos ya para una operación —fue su calurosa bienvenida. Pude ver a mi amiga rodar los ojos detrás de él.
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Tinta Negra [TN#1]
Science FictionSoy Ciara Byrne y si estáis leyendo esto es que al final he conseguido que no me maten. Mirad, chicos, el mundo está repleto de mutados -o gente con habilidades especiales, para que me entendáis-, y eso a las grandes potencias no les hace demasiada...