Prólogo

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Miró a sus lados, nada, soledad, vacío, solo el océano, su único acompañante. Sintió como se colaba el agua entre sus gastadas zapatillas. Ya no quería más guerra, solo quería estar con ella, solo quería estar tres metros bajo tierra, solo quería irse, solo quería no volver.

En esas profundas aguas se había ido ella, no había vuelto nunca. Su amada, su cómplice, su mejor amiga, su confidente, su vida.

Empezó a caminar hacia el abismo, despojándose de su ropa, de su teléfono, de sus zapatillas, de su billetera, de su cajetilla de cigarros, de su alma.

Hundió todo su cuerpo en las profundidades. Se sentía en paz, el agua helada lo rodeaba por todas partes, se estaba hundiendo, estaba perdiendo la conciencia poco a poco, estaba perdiendo aire, estaba muriendo.

Cerró sus ojos lentamente y se dispuso a escuchar, a escuchar todo. Abrió los ojos y la vio a ella, estaba luchando por salvando en la tempestad. Volvió a cerrar los ojos. No quería ser salvado.

Nada, ya no estaba. Había muerto.

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