-Hola, soy Lindsay.- dijo ella mientras extendía su mano. Parecía muy tranquila.
-Yo soy Miranda.- dije estrechando su mano. - ¿Tu estás aqui sola?.-
-Así es.- dijo con mirada triste.
-¿Y dónde estás tus padres?.-
-Yo no tengo padres...-
-¿Y de dónde eres?.-
-Por allí.- señaló con su dedo a la lejanía.
-¿Allí está tu casa?.-
-No. Me he escapado.-
-¿De dónde te has escapado?.-
-Del orfanato.-
-¿Y por qué te has ido?.-
-Allí eran malos conmigo...-
-¿Y no volverás?.-
-Pues si. No tengo adónde ir.-
-Bien. ¿Quieres que te lleve?.-
-Está bien.-
La tomé de la mano y caminamos juntas hasta llegar al orfanato que estaba a seis cuadras del parque. El orfanato "Wormwood". Toqué la puerta y al instante salió una mujer petisa, rubia y con dientes algo torcidos.
-Lindsay.- dijo con desagrado.
-Hola, soy Miranda.-estiré mi mano que al poco tiempo rechazó.
-Vamos, entra ya. ¡Ya verás jovencita!.-
Lindsay entró con la cabeza gacha.
-Disculpe, ¿quién es ella?.-
-Lindsay, ¿que no me ha oído?.-
-¿Ella no tiene padres? ¿Apellido tal vez?.-
-Pues no. Llegó hace unos seis años aqui. La dejaron en la puerta una noche de invierno... Lo recuerdo como si fuera ayer.-
Me sorprendí. Me daba pena lo que la mujer me contaba...
-¿Algo más señorita?.-
Había quedado conmocionada por ésto. Tardé unos segundos en contestar.
-No... no, nada más.-
-Bien. Gracias por traer a la niña devuelta aqui. Buenas noches.- automáticamente cerró la puerta.
* * * * *
Al llegar a casa, noté que no había nadie en la cocina. María volvería mañana, asi que me tocaba una vez más cocinar, y esta vez, la cena.
Encontré en el refigerador unas milanesas y mientras éstas se cocinaban, corté algunas papas e hice un puré.
Me quedé pensando en la niña, el orfanato y todo aquello desde que había hablado con la señora. Decidí tratar de olvidar el tema porque, al fin y al cabo, muchos niños no tienen padres y acaban en orfanatos. Aunque el cuadro hubiese vaticinado ese encuentro, y me resultara algo importante, algo en mi interior me hacía querer olvidarlo a la vez..* * * * *
Cené sola y casi al finalizar, apareció Drake. Intercambiamos algunas palabras, y luego yo me dirigí a mi habitación.
Había sido un día extraño. Desde la aparición del paquete a la niña del parque... Estaba confundida y no lograba pensar con mucha claridad. El paquete me recordaba a Félix y no quería hacerlo. Todo resultaba difícil de entender.
Mañana debía de trabajar, pero aún era temprano, 21:30 marcaba mi reloj. No tenía sueño.
En un momento así deseaba un abrazo, y de una persona muy especial. No sabía si Félix se encontraba en casa, pero ir a buscar contención en él no sería lo que haría, aunque eso quisiera...