𝟣𝟤🌊𝒰𝓃 á𝓃𝑔𝑒𝓁.

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Su sonrisa y el color de sus ojos; su expresión de dominio y maldad plasmada en su rostro, provocó que un escalofrío me invadiera, haciéndome sentir terriblemente mal por mi aproximación y confianza ciega hacia él, y más en esta condición en donde ambos estábamos tan retirados de la arena y de la gente.

Era cierto que, a una distancia un poco cercana, había barcos, sin embargo, no era lo suficiente para evitar temer de mi vida. Y era claro que Kaleb —si ese era su verdadero nombre— se había dado cuenta de mi temor, y me sostuvo con más fuerza del brazo y me jalo hacia él, apegándose a mí. Yo di patadas y le pegué a su pecho para apartarlo, pero en ningún momento logré moverlo un poco, además, en un momento reflexioné y me di cuenta que no era buena idea apartarme de él, porque yo no sabía nadar y podía ahogarme. Por eso, lo miré con enojo y le sostuve la mirada, mientras él me sonreía con malicia.

—¿Crees que ellos vendrán a salvarte? —cuestionó con descaro, riéndose de mí—. A ellos no les importas.

Cuando escuché aquello, mi pensamiento se esfumo y volví a patearlo, peleando con él en el mar, haciendo que el agua se levantara e hiciera burbujas, siendo una total locura.

El ruido del motor de un bote se hizo presente, y en ese momento dejé de sentir que alguien me sostenía, y comencé a dejar de moverme por todas partes en busca de dar golpes, para ahora moverme en busca de algo para sostenerme y no ahogarme, por desgracia, con cada movimiento iba tragando cada vez más agua.

Tenía miedo mientras pataleaba a todas partes. Sentía pánico cuando más me llené de agua salada en mi boca, y en ese momento, el motor del bote se escuchó más cercano. Y cuando yo me sentía más sofocada, fue cuando sentí que alguien me envolvió en sus brazos y me empezó a subir a un bote, y después de ello, comencé a toser sin cesar, sacando todo lo que había en mí, volteando a ver a todas partes, al mismo tiempo que recuperaba el aliento.

Me encontraba en un bote mediano, en el cual, la mayoría de los que se encontraban presentes, eran jóvenes. Tal vez sólo unos cinco años más que yo, pero aun así eran jóvenes. Entre ellos se encontraba una mujer y tres hombres, sin embargo, entre ellos, compartían ciertos rasgos similares que me hacían creer que eran familia, probablemente lo eran, pues todos eran rubios y tenían el mismo color de piel y ojos. Sólo variaba el tamaño de este y su complexión, y claro, que una era mujer.

Cuando los observé por mucho tiempo, el hombre que, al parecer me sacó del mar, se acercó a mí y me hablo con un acento estadunidense notable.

—¡Señorita! ¿Se encuentra bien?

Coloqué una mano en mi pecho y comencé a controlar la rapidez con la cual se movía y miré hacia el mar y la arena, percatándome que en ningún lado se encontraba Kaleb, y que era claro que no podía hablar sobre él porque eso significaba explicar varias cosas, y eso no era lo adecuado.

Estaba tardando en contestar, y los rubios frente a mí se encontraban confundidos y extrañados, entonces, el rubio con cabellos chinos, se acercó a mí y yo retrocedí por instinto y los cuatro se vieron entre ellos, sin saber que hacer, provocando un silencio.

—¿Qué hacía tan lejos? —cuestionó entonces la rubia, con una dulce voz, viéndose curiosa, acercándose lentamente a mí para ofrecerme una toalla y se la acepté temblando, tratando de evitar su mirada.

—Me perdí...

Cuando dije aquello, entre los cuatro se vieron, y el que se encontraba mojado, se colocó frente a la mujer protegiéndola de mí de cierta forma, mientras el del cabello chino y el del cabello corto, me miraron a un confundidos sin saber que hacer. 

Claramente me miraba desorientada y pérdida, todo un caos. Y para ellos, que obviamente eran extranjeros, era completamente extraño ver a una persona como yo, en estas condiciones tan preocupada. 

2 | 𝐸𝓃 𝑒𝓁 𝒶𝒷𝒾𝓈𝓂𝑜 𝒹𝑒𝓁 𝑜𝒸é𝒶𝓃𝑜.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora