Único.

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La humedad en el aire le estaba volviendo loco. 

Corría pleno mes de agosto, uno de los veranos más calurosos que había presenciado en sus veintiocho años de vida. Seúl se volvía mil veces más agobiante de lo que era en un día normal, y eso ya era decir bastante.

Agradecía que, por lo menos, en la casa de sus padres a las afueras, no hubiera tanto tumulto del gentío.

Lo que no agradecía tanto era lo que su madre le acababa de decir.

- San, querido. ¿Has oído las últimas noticias?- preguntó mientras le pasaba una taza de té.

Él levantó la vista de su móvil, receloso. Cada vez que su madre le hacía alguna pregunta de ese estilo, o al menos casi siempre, tenía que ver con él. Solo que esta vez no esperaba para nada lo que le dijo.

- ¿Qué pasa, mamá?- dijo, rascándose distraídamente el puente de la nariz, como tratando de deshacerse de la ansiedad.- Y si lo que me vas a decir tiene que ver con quien tu sabes... ahórratelo.

Su madre hizo silencio, un silencio que parecía culpable. Las noticias tenían que ver con él, definitivamente.

- Bueno hijo... creía que lo tenías que saber... - ella miraba fijamente a su té.

Se habían producido verdaderas tormentas cuando se le ocurría nombrarle. Lo que para ella podía parecer un simple comentario sin maldad, a San le hacía sentir mil puñales clavándose en su pecho. Y no es que la culpara, siempre había sido así. Contando pequeñas cosas que tal vez, y solo tal vez, funcionaran para alentar a su hijo a abrirse.

Para tal vez, y solo tal vez, escuchar la verdadera historia, la completa. No ver como San se deshacía en pedazos sin poder ayudarle más que sujetándole. Estaba harta de ver como él se consumía, mientras el otro... No quería ni pensarlo.

San seguía en silencio, cavilando. Al final, simplemente, se rindió.

- A ver... ¿de qué se trata esta vez, mamá?

Observó como ella juntaba sus manos y jugaba con los pulgares. La paciencia de San estaba alcanzando límites que no debían romperse, no quería volver a pelearse con su madre. Entendía que ella se preocupara, y por eso se sentía fatal cada vez que le nombraba y él mismo revivía todo aquello.

- Se va a casar- soltó ella, frunciendo sus ojos cerrados, previendo una explosión masiva de gritos, llantos, golpes a sí mismo, y a los objetos de su alrededor.

Sin embargo, tal explosión no llegó.

- ¿Cómo lo sabes?- susurró San.

Mientras él seguía mirando un punto en la nada, escuchó un ruido de papel arrastrarse sobre la mesa.

- El muy desvergonzado se atrevió a enviarnos esto... - suspiró.- Llegó hace unos días pero no había tenido tiempo de abrirla.

Cuando finalmente levantó su vista para ver de lo que hablaba su madre, se topó con un grueso sobre color crema, adornado de elegantes y finas flores en las esquinas. Lo rozó con sus yemas, leyendo en su letra el nombre de su madre y el suyo.

Lo abrió cuidadosamente, deslizando la impecable tarjeta que estaba dentro.

"Jung Wooyoung y Kang Hye tienen el placer de invitarle a su enlace, el día..."

En algún momento dejó de ver las letras con claridad. Cerró sus ojos mientras grababa a fuego en su mente el lugar en el que se celebraba la ceremonia.

- Es hoy.

Y con eso, se levantó, dejando el té con un golpe seco sobre la mesa y desapareciendo. No escuchó cómo lo llamaba su madre, pidiéndole que por favor no hiciera ninguna locura. 

RAINY ~ WOOSAN ONESHOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora