3. Astra

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Unida.

Recorriendo las calles del centro de Galway junto con mis amigas no es lo que más disfruto. Más aun si me dejan de lado.

— Lyra prefiere la tarta de calabaza, es muy asqueroso.— dice Luna, que pone una cara de asco absoluta.

— A mi me gusta, esta rico y es diferente a las demás tartas.— hablo después de haber estado todo el camino sin decir ni una palabra.

— Sabes, tu ya eres rarita de por sí, así que no me extraña que te guste ese tipo de comidas.— dice Lyra a la defensiva. No se porque me ha respondido de esa manera, no la he hecho nada.

Creo que es mejor que me esté callada, no me gusta verlas enfadadas por mi culpa, y cuanto más rápido llegue a mi casa mejor. Hoy me apetece cocinar la cena con mi madre y charlar de como nos a ido el día.

Las chicas siguen caminando pero por un camino diferente por el solemos seguir. Supongo que darán una vuelta por el pueblo.

— Chicas, yo ya me voy a casa.— las llamo la atención y me despido. ellas pronuncian un simple "vale", y me dan la espalda.

Vago sola por las calles solitarias del centro de Galway, aun es de noche y sinceramente me da miedo encontrarme con algún borracho. No he tenido experiencias bastante buenas respecto con los chicos.

Tenía doce años cuando pasó; Recién estaba volviendo a casa después de haber estado jugando con mis amigos a la pelota en el parque de detrás de mi casa, en pleno verano. Todo pasó muy rápido, gire la esquina de un edificio y me encontré de frente a un grupo de seis hombres que parecían estar bebidos. Como ya he dicho, nunca se me hubiese pasado que me ocurriría algo malo, así que pase como si nada por delante de ellos.

No se porque, no se que hice, ni que pasó, pero de un momento a otro todos se me aceraron tirándome piropos demasiado desapropiados para una niña de doce años, que lo único que tenía en mente era regresar a casa, junto a su familia.

Sentía miedo de unos hombres, por primera vez le tenía miedo a un ser humano.

Pase lo más rapido posible hasta que llegue a la puerta de mi casa. Aun los sentía detrás de mi, y eso me aterraba más, saqué las llaves de mi chaqueta lo más rápido posible.

Con la mano temblorosa intente meter la llave en la cerradura de la puerta. Gire un momento mi rostro y vi a uno de los señores acercándose a mi.

— Preciosa, ¿a donde vas?— decía a la par que caminaba tambaleándose hacia mi.

No tenía voz, en ese momento estaba paralizada, no podía moverme, sentía pánico.

— Tío, déjala anda, y vámonos ya.— hablo uno de sus amigos salvándome el pellejo.

Logro abrir la puerta y entro a mi portal con mis manos temblando y el corazón a mil. 

En ese mismo instante entendí la preocupación de mi madre cada vez que salía de casa. Entendí el porque de tantas violaciones y abusos a menores que tanto salían en las noticias. Entendí lo que se sentía ser acosada. 

Porque tenía doce y ya entendí el significado de la vida.

Durante cinco años y en adelante no le he dicho nada de lo ocurrido a nadie, ni siquiera mi madre. Ese día, llegué a casa y lo primero que hice fue correr hasta mi cama y llorar debajo de las sabanas. Así fue como el verano se convirtió en mi estación menos preferida y como el invierno en mi favorita. En verano la mayoría de las personas salen de fiesta, mientras que en invierno se refugian del frio.

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