Eran las diez de la mañana... Las calles vacías y a su vez repletas de cuerpos móviles parecían provocar la inercia de sus miembros somnolientos deslizándose hacia delante y hacia atrás. El sol incandescente agudizando su jaqueca se reflejaba cada vez más fuerte en los colores chillones de un cartel donde Marilyn Monroe provocaba una vulgar alucinación de beso burlón y superfluo... A ello sumarle el dolor de espalda, efecto de haber pasado la noche en el frío suelo de un callejón, en los brazos de una de tantas hembras de mal vivir "ayudándole" a olvidar el asfixiante aburrimiento entre sus pechos sudorosos.
Mientras cruzaba de una acera a otra, le tentó la idea de dejarse caer en medio de la pista... pero recordó que era la hora del camión de la basura. Si él obstaculizaba el tráfico, tardaría en recoger los desperdicios de la casa donde él vivía, lo cual pondría a su mujer de pésimo humor. Cómo odiaba cuando eso pasaba... ¡Oh, Dios!, si esa mujer gritaba tanto... y ya no eran gritos sino alaridos estridentes, una cosa insoportable... Encima cada vez que abría el hocico, la cara se le arrugaba peor que vegetal descompuesto y su aliento a cebolla podrida inundaba todas y cada una de las habitaciones... Ah, no, eso era excesivamente repugnante; por eso cuando dormían juntos él siempre optaba por hacerlo de costado hacia la pared.
De sólo reflexionar unos segundos sobre aquella situación, escapaban sus antojos de suicidio -seguro que aun desde la tumba podría escuchar a su cónyuge reclamándole por haber retardado al camión de la basura-... Olvidaba un poco su cansancio -sólo un poco-... De pronto imaginaba a la yegua nocturna mala-sangre, mugrienta, maloliente y velluda que le dio apertura en medio de sus piernas repletas de lunares carnosos en su constante abrir y cerrar. Ésa -tan asquerosa- le parecía princesa de cuento al traer de regreso el recuerdo de la que, sin haberse quitado los ruleros, le esperaba desparramada en un sofá frente a la TV, para abrumarle con la eterna cantaleta de que su sueldo miserable no alcanzaba para nada -ni siquiera para solucionar el problema del baño, atorado ya dos semanas- mientras "la vecina tiene esto, y eso, y aquello"... y el sujeto en la pantalla anunciando otro aumento en el costo de vida... Dinero, dinero, maldito dinero, todos lo quieren... Al menos la puta del callejón sólo le pedía veinte centavos... Si era así, ya qué... De todos modos, eso era lo único de lo cual su mujer parecía no darse por enterada.
Se rascó la áspera barbilla y recordó que, a todo eso, él tenía que arribar al supermercado... Debía comprar el pan para el desayuno... Ah, y para colmo se le había hecho tarde... Sus dos hijos ya estarían en la escuela... ¿Qué habrían llevado entonces de comer?... No importaba, llevaran lo que llevaran, igual se lo robaban los más matones, esos con pinta de pandilleros, y él no se rompía el lomo trabajando para que esa gente comiera... La desgracia de tener un par de engendros fracasados -como su padre- con un futuro similar al suyo, en los rincones de alguna ciudad réplica de ésa, con sus paredes pintadas con spray, sus tubos de escape malogrados, bocinas dando vuelta en tu cabeza, latas, cajas descartables, alcohol, cigarrillos, chicles y hamburguesas aceitosas... Motociclistas rompiendo de vuelta en cada anochecer el vidrio recién comprado que colocaste el día anterior... ¡Ah, sí!, y la figura de Marilyn -o de alguna otra rubia pop- despertando precoces y seniles fantasías...
Ya tienes la bolsa de pan entre tus manos... Está duro como piedra... Hay huelga de panaderos y solamente quedan las sobras de ayer... Ello pierde importancia al recordar las palabras de tu jefe. Te dice que lo siente -¡cómo no!-, pero estás despedido... La condenada reducción de personal... ¿Qué esperabas?... Cumpliste cuarenta y cinco el mes pasado... Los huesos ya te pesan, ¡¡¡VIEJO!!!... Ahora encontrar otro empleo -tal vez lavando platos, sellando paquetes, o en una caja registradora-... Será cuestión de mirar en el periódico... y ser cauteloso; que la arpía no lo note. Pero a pensar en eso después; ahora estás agotado... Primero llegar a la casa 520 de la calle Metrópolis... Tus piernas parecen cargar con un yunque cada una... Arrastran tus pasos hasta el fin de la vereda, donde un mendigo escarba en tus botes de basura agradeciendo con las manos al cielo por el banquete del día... La huelga obstaculizó el tráfico y el recogedor no llega...
De alguna manera el anciano huesudo y harapiento te conmueve hasta el punto de obligarte a hacer esfuerzo para no dejar caer una lágrima... Tragas saliva... Te das la vuelta para no mirarle -es demasiado decadente-... Huyes dando un brinco en dirección a la ventana, que te avergüenza nuevamente con el reflejo de tu propio rostro venido a menos, ojeroso-paliducho-amarillento... Tras el vidrio dibujando tu silueta, dos cuerpos voluptuosos se revuelcan estremecidos, con los poros dilatados y la piel enrojecida... ¡No, por favor, no! ¡Están ensuciando las sábanas que tú compraste con el pago del último mes!... Ella se arquea; su semblante parece haber rejuvenecido por el gozo remarcado en los globos blancos de sus ojos, al tiempo que él mordisquea con furor sus pezones eréctiles, hundiéndose en aquel fofo armazón de materia viviente que nunca fue tuyo.
Aprietas los párpados; tus pasos retroceden torpemente... ¡Desgraciada!... ¡Nunca la habías escuchado jadeando tan hondo ni gritando tan fuerte! -¡Ni siquiera en la noche de bodas!-... Tus dientes rabiosos caen cual guillotina sobre tu propia lengua sangrante... Los pies continúan empujándote en reversa y pareciera que el final no llegará... Pero no es así. Una campanilla "sin importancia", tardía, a lo lejos alcanza tu oído... El mendigo milenario salta de alegría... Sólo le faltaba un trozo de carne a su banquete... Y tú estás ahí... con las vísceras ensangrentadas y abiertas, bajo los pesados neumáticos del camión de la BASURA.
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Garbage-city
HumorUn hombre cuyo nombre jamás fue recordado por nadie, divaga sobe las miserias del día a día mientras espera la llegada del camión de la basura. *Dato curioso: Esta historia surgió hace 17 años, mientras escuchaba "Money", de Pink Floyd.