Me levanté con entusiasmo, feliz porque ese sería mi primer día de trabajo como asistente en uno de los mejores bufetes de abogado del país “Studio Legale Avvocati Colombo”, no podía creer que yo Tabata Bellini tendría esa oportunidad.
Había realizado unas pasantías por un mes en dicho bufete, una vez que concluí un curso que realicé como asistente y me encantó trabajar allí, el ambiente laboral, todo. Mi gran ilusión era ingresar a una escuela de leyes en cualquiera de las universidades del país, soñaba un día en convertirme en una prestigiosa abogada. Por ello sin decirle a nadie, introduje mi currículo en ese prestigioso bufete. Tal vez porque en el fondo pensaba que no me seleccionarían, al no tener la experiencia laboral, aparte de que solo contaba con escasos dieciocho años de edad.
Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando dos semanas después de ingresar mi hoja de vida, me llamaron a una entrevista laboral con la jefa de Recursos Humanos, la cual se quedó gratamente admirada de que yo con tan poca edad, me haya dedicado a realizar cursos de redacción, computación, incluso hablaba con fluidez español e inglés, que al parecer fueron los dos factores decisivos para que me seleccionaran.
Ahora estaba aquí, nerviosa como nunca mirando el closet como si tuviese ante mí un problema de física nuclear, fui sacando una a una las prendas y arrojándolas en mi cama y definitivamente no tenía nada que me pudiera colocar, mi ropa no era adecuada para acudir a trabajar en un bufete.
Cuando hice las pasantías fui a trabajar con el uniforme del instituto, pero ahora no podría irme vestida de esa forma. Suspiré resoplando de la impotencia y me senté en la cama sin saber que hacer mientras dibujaba en mi rostro un puchero de frustración. Escuché unos golpes en la puerta y la voz de mi madre.
— Tabata ¿Estás lista?— me interrogó mi madre a través de la puerta.
—Aún no madre, ¿Puedes venir a ayudarme? —le pedí y de inmediato se asomó mi madre en la puerta, quien al ver mi desastre abrió la boca sorprendida.
— ¿Qué desastre tan grande Tabata? ¿Por qué has hecho eso? —me interrogó en tono de aprensión.
—Lo siento mucho, lo arreglaré cuando llegue del trabajo. Pero es que no pude conseguir ropa adecuada, tengo puro shorts, ropa Sport y las faldas son demasiadas cortas para ir a la oficina así, sobre todo tratándose del primer día del trabajo y con lo que me costó convencer a papá para que me dejara ir a trabajar.
—Entonces no puedes darte por vencida, algo debe haber allí que pueda servirte—expresó mi madre y juntas comenzamos a buscar ropa adecuada.
Todos mis pantalones estaban rotos por todos lados hasta en los glúteos porque así se usaban y como estaban en verano, aprovechaba el clima para vestirme cómoda y con el estilo que más me agradaba casual y relajado.
Luego de más de quince minutos buscando me decidí por el jean con menos rotos en sus piernas, una blusa negra de tiros y un blazer negro de un corte formal, fue lo mejor que pudimos hacer. Me recogí mi cabello de un hermoso rubio oscuro en un moño alto y me maquillé mis ojos con delineadores y sombras que resaltaban mis orbes verdes. Me apliqué un labial color nude. Y aunque no vestía todo lo formal que hubiese querido me veía bastante bien y daba un aspecto de seriedad.
Una hora después ya me había entrevistado con la jefa de recursos humanos y me habían asignado como apoyo al staff de secretaria de los abogados especialista en materia penal del bufete.
En ese momento me encontraba sacando copias a un expediente. Respiré profundo un poco irritada porque pensaba que me asignarían trabajo donde tuviera que utilizar más mis neuronas que mis manos.
Di un resoplido de impotencia, pero en una de esas no me di cuenta y marqué sin querer el panel de la máquina y empezaron a salir hojas por todas partes de manera descontrolada, mientras yo trataba por todos los medios de frenar ese proceso apretando diversos botones sin ningún resultado.
Estaba que lloraba de la impotencia, cuando escuché unos pasos a mi espalda y luego una voz ronca casi en mi oído, que causó erizamiento en mi piel.
— ¿Necesitas ayuda? —me interrogó y avergonzada no me quedó de otra que aceptar su ofrecimiento.
—Si por favor, disculpe, es que me puse a pensar en tonterías y no me di cuenta de que sin querer había presionado el botón para que se hicieran múltiples copias. ¡Qué horror! Capaz que si me ve uno de los jefes terminaran echándome el primer día—de inmediato vi el fuerte brazo que se posó a un lado de mí y se hizo cargo de la situación.
—No te preocupes, nadie se enterará este será un secreto entre tú y yo—expresó colocándome a un lado y allí lo pude ver, guiñándome un ojo.
Era un hombre de una belleza extraordinaria, su cabello era tan negro como el ébano, sus oscuros ojos daban la impresión a simple vista de ser negros, pero cuando concentrabas la atención en ellos, realmente eran de un marrón oscuro intenso, su piel dorada, una nariz aguileña y unos labios gruesos que incitaban a besar, en definitiva era un hombre adorable. No pude evitar sentir el encogimiento en mi estómago que me produjo el escrutinio al hombre. Me reprendí mentalmente “¿Qué estás diciendo Tabata a caso? ¿Te has vuelto loca?”.
Estaba tan concentrada observándolo que no lo escuché hasta que él debió repetir, lo que me provocó demasiada vergüenza, al darme cuenta de que probablemente supo que estaba soñando despierta con él.
—Disculpa, ¿te encuentras bien? —me interrogó mientras yo era un manojo de nervios y a pesar de que me encontraba en un ambiente fresco comencé a transpirar.
Ante el sonido de su voz volví a la realidad, me di cuenta de que ya me había llamado varias veces, pero estaba tan concentrada imaginándome besándolo que no lo escuché.
—Lo siento, pensaba en otra cosa. Yo soy Tabata ¿Y tú cómo te llamas? —le pregunté sonriente.
Lo vi titubear por un momento y luego respondió —Soy Ric—expresó extendiendo su mano—, es un placer conocerte Tabata—. Habló sin dejar de ver fijamente a mis labios, mientras pasaba su lengua por los suyos en un gesto que me pareció sensual. Me reprendí por mi atrevimiento, que carajos me pasaba con ese hombre que no solo alteraba mis hormonas sino que provocaba cortocircuitos en mi cerebro.
— ¿Eres de los abogados que trabaja aquí? —pregunté con curiosidad.
—Pues es un poco complicado darle respuesta a esa pregunta—manifestó el hombre sin dejar de exhibir esos perfectos dientes.
— Bueno, creo que un simple no o un sí basta—hablé coqueta sin darme cuenta.
—Bueno si es así de simple, entonces no trabajo aquí. Ha sido agradable hablar contigo Tabata, vuelvo y repito tu secreto está seguro conmigo, de hecho, preciosa siempre que este yo, estarás a salvo conmigo—guiñó un ojo y salió del pequeño salón dejándome demasiado emocionada por haber coincidido con semejante hombre.
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Al salir de la zona de fotocopiado caminé con destino a mi oficina, la cual conservaba en ese lugar sin que nadie se diera cuenta de mi entrada, bueno solo la chica con la que había conversado hacia un momento, pero ella no tenía idea de quién era yo, así que eso no contaba. Me gustaba aparecerme sin que me esperaran, para ver la sinceridad de la gente, siempre tenía que ver con mis propios ojos que tal se manejaban sin estar yo presente.
Luego de más de media hora revisando cámaras y documentos, envíe un mensaje a Jacco, mi amigo y uno de los encargados de esa oficina cuando yo no estaba.
“Estoy aquí en mi oficina. Te espero en dos minutos”, le escribí.
Me quedé con un bolígrafo en las manos mientras pensaba otra vez en la chica que acababa de conocer, era muy bonita con unos labios carnosos que incitaban a morderlos y un cuerpo de infarto que invitaba a pecar, pensé mientras no dejaba de sonreír, justo en ese momento entró mi amigo y se quedó sorprendido de verme tan de buen humor.
— ¡Wow! Eso si es nuevo verte tan feliz—declaró mi amigo en un gesto exagerado de sorpresa.
— Necesito casarme, voy a optar por un cargo de juez contencioso expresé con tranquilidad.
—También puedes hacerlo estando soltero, no veo cuál sea la limitante—indicó Jacco.
—Jacco, un hombre casado, de familia se ve más estable tanto emocional como moralmente y sabes que mi objetivo es llegar a ser magistrado del supremo tribunal—pronuncié con convicción.
—Bueno, escógelas entre tus amantes, que yo sepa, tienes más de una en cada sucursal de tu bufete—pronunció riéndose, al parecer pensaba que bromeaba, pero nunca había hablado con tanta seriedad en mi vida.
—Ellas no me sirven, son mujeres demasiado experimentadas, no van a dejar sus carreras por dedicarse a un hogar y tener hijos. Necesito a una mujer joven, bonita, alegre, inocente y sobre todo que sea fácil de moldear para que haga lo que le pida, que se enamore locamente de mí, para que no me ponga reparos en nada y que confié tanto que no me haga escenas, ni me persiga, que me espere tranquila en casa mientras me dedico a lo mío—mi amigo se quedó viéndome sorprendido, pero sin dejar de expresar ese gesto de burla.
— ¡Por Dios! Existe una mujer así, ¿Dónde está? También quiero una para mí así. No creo que en este mundo donde nos movemos la encuentres.
—Pues Jacco, creo que la encontré trabaja en el centro de reproducción de documentos, se llama Tabata y quiero saber todo sobre ella.
“El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer.” Joan Manuel Serrat.
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A PESAR DEL TIEMPO
RomanceTabata es una mujer que a temprana edad creyendo que habia encontrado el amor, se embarca en una relación con un hombre mucho mayor que ella, el perfecto príncipe azul, sin embargo, no se imagina el infierno que vivirá, pero piensa que es muy tarde...