Al Otro Lado Del Mundo.

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—Ven, ven para acá, es muy bonito ¿verdad? —exclama Sol, la rubia de catorce años, con euforia en su habla. Sus redondos ojos brillan al ver esa hermosa puesta en el cielo.

Siente una brisa colarse por su polera y un brazo pasar sobre sus hombros. Inhala y exhala manteniendo el aire en sus pulmones por unos breves instantes. Hay un degradado desde anaranjado hasta celeste en el cielo. Siente la cabeza de la contraria apoyarse en su hombro y logra escuchar sus latidos compartidos. Ella tiene una fosa nasal tapada por lo que cada vez que respira suena como un silbido.

—Es muy hermoso, pero me gusta más en la mañana —opina ChaeMin, la pelirroja que está apoyada en Sol. El viento choca con su cara, por reflejo entrecierra sus párpados para que no se sequen.

—¿En la mañana? Eres rara, es más bonito el atardecer —frunce sus cejas y niega mientras sonríe.

—En la mañana es más lindo, porque después se aclara el cielo, no se oscurece —sus labios modulan con tanta dulzura que siente su corazón latir al máximo. Su cuerpo se retuerce a causa de un escalofrío, siente su pelo moverse al ritmo de la brisa, de seguro tardaría años en desenredar el cabello.

—A mi me gusta en la tarde, porque se oscurece y no se aclara —la mira coqueta e intentando imitar una voz tierna, está segura que ambas sienten lo mismo, esa felicidad recorrer su cuerpo, esa corriente recorrer su pecho, son un montón de sensaciones fabulosas que la hacen sentir en el paraíso, es como una droga

—¡ChaeMin, ven a comer! —grita una señora desde una de las casas que hay en la estadía mientras saluda con la mano a la rubia.

—Mañana a las seis A. M. aquí mismo ¿ok? —le susurra la pelirroja de quince años, dejando un suave beso en sus labios junto a una sonrisa con mejillas abultadas y sonrojadas antes de devolverse a la cabaña. Sol no había alcanzado a responder pero estaría ahí a la hora indicada.
















Se levanta con cuidado apagando la alarma que había puesto. Con pantuflas camina hasta su armario y agarra un chaleco de piel sintética para mantenerse abrigada. Revisa el mueble completo y decide llevar su otra chaqueta de cuero, quizás a ChaeMin le dé frio.

Mueve la manilla de su puerta y sale de la habitación. Encima de la mesa había un termo con agua, ella le puso un té de menta con una gotas de endulzante. Abre la puerta de la cabaña para dirigirse a la terraza, donde esperaría por su chica. Se sienta en la escalera y prende su celular, cinco minutos para las seis. Cierra sus orbes, disfrutando del clima y la tranquilidad.

Siente un brazo tocarle el hombro, sonriente voltea a ver a la causante. Junta sus bocas y atrae a la pelirroja más hacia su cuerpo. Ríen juntas para después entregarse en un corto abrazo.

—Tienes que esperar a que amanezca para ver lo que quiero que veas —susurrante y aguda, así era la voz de ChaeMin. Mientras se acomoda en el sector inhala con fuerza, inspirando toda la brisa marina del lugar.

—¿Por qué?

—Porque traje algo especial para que veas.

—¡¿Trajiste algo espacial?! —susurra fuerte, asustando a la pelirroja, esta ríe y se apega a su cuello.

—No seas ridícula —golpea suavemente su hombro —. Especial, no espacial.

—Si lo sé, sólo quería molestar, ¿Quieres caminar por la orilla? —abre su mano en señal de invitación. La mayor acepta entrelazando sus dedos, ambas se paran y mueven las piernas hasta cerca del océano.

—Es relajante el ruido del mar —siente la paz inundar su ser, está completa, su vida es perfecta en este momento. Es tan satisfactorio y gratificante sentir que todo en la vida está bien.

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