Capítulo 8

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8. REDUCIENDO A LOS SOSPECHOSOS

Cuando llego a Winston veo a Aurora y a Azucena charlando frente a un casillero que asumo es de la primera. Es Azucena quien habla y hace ademanes al hacerlo, su cabello le hace un halo crespo sobre toda la cabeza y cada mechón se mueve a los lados con sus entonaciones; Aurora está de espaldas a mí pero puedo notar que le presta total atención y al acercarme más, veo que sonríe de lo que sea que Azu dice.

—Hola —digo una vez llego a ellas. Ambas mantienen sus sonrisas—. Las veo animadas.

—¡Acabo de descubrir que Aurora ve los mismos doramas que yo! Ya tengo con quién fangirlear.

—Y eso me conviene a mí también —respondo, también animado—. Ya no seré yo quien escuche lo que hablas sobre personajes que no conozco.

—Que malo eres —bromea Aurora.

Azucena se acerca a mí y me pasa el brazo por los hombros; luego sale en mi defensa frente a Aurora.

—Así suena mal, pero en realidad es buen oyente. Me hace preguntas sobre la trama y sé que intenta comprender, también sé que incluso si hablamos dos horas de un dorama, al final no entenderá nada. Pero aprecio que me escuche.

—Que tierno. A mí el único que me escucha es mi gato.

—¿Cómo se llama tu gato?

—Gato. —Azucena y yo nos miramos—. Gabriel Tomas: Ga-To, abreviado —concluye, sonriente.

—Aaaaaah.

Aurora trae hoy un jean demasiado holgado para su cuerpo pero se ve tan cómoda en él que dudo que alguien se lo cuestione. Su camiseta es ceñida al cuerpo, dando un contraste bonito con la parte inferior; ha atado su cabello con un lazo morado aunque parece desaliñado y hecho al apuro. Aurora es bonita a su manera, no es una que destaque en una multitud pero una vez se habla con ella, empieza a destacar a todas miras.

—Debo ir a ver a la psicóloga antes de entrar a clases —anuncia Aurora—, le ayudo con una presentación para la clase de Salud Emocional del viernes. Nos vemos más tarde.

Con un movimiento de su mano nos abarca a ambos y se retira a paso apresurado. No puedo evitar quedarme mirando su andar hasta que se pierde de vista; Azucena me da un codazo y una mirada pícara, pero no la dejo añadir nada pues hablo pronto:

—Hoy me levanté media hora antes para tomar el bus a tiempo sin necesidad de suerte.

—¿Funcionó?

—Sí, llegué antes que el conductor...

—¡Eso es genial!

—... y se pinchó una llanta de camino. Tuvo que venir la grúa y nos transfirieron a otro bus.

¡Esa suerte es mía! •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora