Capítulo 8

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El tiempo que tardaron los recién esposos en regresar, fue el tiempo que Agustina tardó en ponerse bien. Mientras aún estaba en cama, había tenido que explicarle lo que había pasado con el duque, al menos, la versión oficial. La idea de que se hubiese marchado por mi culpa solo me entristecía cuando se trataba de Agustina, por lo demás, era feliz sin tener que verle todo el tiempo. Había durado poco mi tortura y lo agradecía. Sin embargo, con el paso de los días, mi prima había empezado a olvidarse de Malasaña y encontrar atractivo al médico que la seguía visitando todos los días tan solo para asegurarse de su mejoría.

—Es muy guapo, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa después de que se hubiese marchado aquella mañana.

Ya había bajado a desayunar con nosotras y volvía a tener ese brillo en la mirada de una dama que ha vuelto a encontrar el amor.

—Lo es. ¿Has pensado alguna forma de poder conquistarle? Porque no deja de aparecer en esta casa —dije enarcando una de mis cejas para incentivarla. Yo veía que no había más posibilidad que ese trato favorable fuese porque estuviese encantado con su paciente. De hecho, era de lo único que hablábamos cuando conversábamos durante un rato mientras le llevaba nuevamente a la puerta—. Sebastián y mi hermana probablemente darán alguna fiesta o un baile pronto. Ya sabes que es común cuando unos recién casados empiezan a vivir en su hogar después del viaje.

—Es cierto. Podría pedirle a Sebastián que le invitase y así tener alguna excusa más para hablar con él —aseguró con una alegría que la desbordaba.

Me hacía muy feliz que hubiese dejado de pensar en el duque. De hecho, cuanto más lejos estuviese aquel hombre sería mucho mejor para todos.

—¿De qué estáis hablando?

—Pensábamos que quizá podría Sebastián invitar al doctor, como pago por lo que ha hecho por Agustina.

Mi madre me miró de reojo y luego movió la cabeza aunque no había desaprobación en sus gestos por el momento.

—Podría ser una buena idea. Normalmente los médicos no acuden a esas fiestas. Si él lo hiciese...

—Sería indicativo de que siente algo por mí, ¿verdad, tía?

Mi madre rio sin poder evitarlo porque la alegría de mi prima era contagiosa. Asintió y emocionada empezó a pensar en voz alta en todo lo que podría hacer durante esa fiesta.

—Antes de la misma, deberíamos ir a visitar a tu hermana, Mónica.

Asentí dejando la taza sobre el platillo.

—Sí. Cuando usted quiera —aseguré.

Desde la última discusión con mi madre había intentando contentarla en todos mis aspectos para lograr de ese modo mi objetivo. Además, sabía que si le decía que era un cambio de aires para intentar de esa manera lograr conseguir un esposo, seguro que lo veía con mejores ojos que un viaje porque sí.

—Iremos esta misma mañana. Tu hermana ha recibido visita y pronto vendrán más invitados para la fiesta.

—¿Más invitados?

—Por supuesto, nos juntaremos más o menos la misma cantidad de personas que en la fiesta de la boda.

Asentí varias veces pese a que la idea de tanta gente junta conseguía agobiarme. Por suerte sabía que podría disfrutar aquella fiesta ya que el invitado que la había amargado aún más la otra vez, no estaría presente. En ese sentido estaba tranquila, pero enfrentarse al batallón de preguntas de mi hermana, sus amigas y mi madre sobre cuándo contraería matrimonio, resultaría escalofriante. Ni tan siquiera mi prima podría ayudarme ante tanta pregunta incómoda.

El duqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora