Única parte

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-No deberíamos estar aquí- dijo el mayor mientras acariciaba y besaba el pecho de su amado.

-Lo sé, pero es inevitable- respondió el otro después de besar con ternura su cabello.

El ambiente para los jóvenes amantes era simplemente el paraíso, ya que afuera de aquella habitación el día era espléndido, el sol brillante y fuerte, se reflejaba en el mar dejando pasar los reflejos del agua a la habitación donde se encontraban sumidos en caricias y besos. Ese verano habían escapado hacia ese lugar junto a la costa italiana, lo cual les daba la privacidad necesaria para amarse sin tener que esconderse. Dos almas libres de miradas, libres de sus ataduras, libres de sus miedos, solo amándose el uno al otro.

El susurro de las olas era el telón de fondo para aquel magnifico cuadro italiano en donde dos bellos jóvenes volvían a unirse con profunda pasión. El mayor se sentó sobre su amante sumergiéndose con exquisita lentitud en ese mar hambriento de placer, susurrando una y otra vez, el nombre de su preciado menor, que sabía lo volvía salvaje e incontrolable, y que este, a su vez, trazaba constelaciones de besos en su elegante cuello, que lo conducían por el camino de su destrucción.

Si hubiesen estado en la ciudad, habrían alterado hasta los más viejos por todo el ruido exquisito que emitían. El calor emanaba de sus cuerpos, recordándoles lo vivos que estaban, lo correcto de estar juntos, entrelazando sus almas por enésima vez. El menor se encargó de entregarle a su ángel las mejores sensaciones, esas que decían ser pecados inefables. El mayor sujeto el rostro de su amante, haciendo que los movimientos se hicieran lentos y torturadores para ambos. Se movieron por una eternidad de esa forma, incitando al otro a romper su propia cordura.

Se necesitaban más que a nada, el mayor lo necesitaba más que a sus pinturas y esculturas; y el menor, lo ansiaba más que sus queridas armas. El artista y el general, maestros en danzar entre la vida y la muerte, habían alcanzado el paraíso el día en que unieron sus labios después de tanta negación. Sus corazones sucumbieron ante la intensidad de su necesidad por sentirse, por amarse, que no dudaron en seguir con aquella locura.

-Te amo- susurró el mayor, admirando las estrellas que surgían desde la profunda mirada oscura de su menor.

-Yo te adoro aún más, mi amor... Solo el cielo sabe la paz que has traído a mi afligido corazón- respondió éste, ocultando su rostro en el pecho de su amante- Tu eres quien guía mi razón, lo que me mantiene firme en esta tierra de sangre, lo que hace que agradezca todos los días de estar vivo. Eso mismo quisiera ser para ti, quien te apoya y guía en medio de tu propia oscuridad.

El mayor besó sus labios con una tormenta abrumando su interior. El amor que sentía por ese hombre le era imposible de describir. Le rogó, con timidez, quien los guiara a su exquisita liberación. Y así lo hizo su amante, le recostó en la amplia cama, posicionándose encima de él para brindarle lo que con tanta delicia exigía. Y quién era él para negarle algo a la razón de su existencia. Embistió en él con la desesperación de quien necesita vivir, aunque lo hizo sufrir un poco haciendo movimientos lentos para después hacerle gritar de pura satisfacción. Al sentirse cerca, el menor procuró tocar con más ímpetu en ese punto exacto que tanto deleite le causaba a su mayor y así siguieron hasta gemir el nombre del otro en medio de su profundo éxtasis.

El artista sonrió, con infinita nostalgia y lágrimas en sus ojos, al recordar ese pasado tan inalcanzable ahora. Habían pasado demasiados o escasos veranos desde que se unieron en libertad. Él no sabía el tiempo que había transcurrido desde esos días. Todo había cambiado y su preciado y hermoso menor, había regresado a la vida por las manos del talentoso artista, que pintaba esa flor en el pecho de su amado y que alguna vez decoró una habitación frente al mar. Nunca lo volvería a ver, no después de lo que había ocurrido. Ahora solo esa estatua con esa flor, eran la evidencia de la existencia de su efímera unión.




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Elíseo (KookV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora