19. Miseria y compañía

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—CARO, ¿PUEDES BAJAR UN SEGUNDO?

Era su madre quien le había gritado.

Caroline suspiró nerviosamente. «Ya está aquí».

Pensó que estaría más calmada luego de «deshacerse» del dinero, pero desde que había llegado a casa no podía controlar el temblor en las manos. Y... en otras partes del cuerpo. Sin lograr deshacerse del nerviosismo, bajó las escaleras tratando de parecer natural y despreocupada. Esperaba que fuera creíble. Por su bien, tenía que serlo.

En el umbral de la puerta principal, su madre aguardaba con un sobre en las manos.

—Acaba de llegar esto —informó levantando el sobre amarillo tamaño carta—. ¿Es para ti?

Caroline negó enérgicamente.

—Yo no he ordenado nada. Debe ser para ti.

Sentía las manos sudorosas detrás de la espalda.

Su madre se encogió de hombros y puso el sobre en la mesa.

—¿No piensas abrirlo? —preguntó sintiéndose infernalmente ansiosa.

«Cálmate», se dijo tomando una . «El plan solo saldrá bien si actúas de manera natural».

—Quizá es para tu padre. Preferiría que lo abriera él cuando llegase —respondió con naturalidad.

—¿También tiene que trabajar los domingos? ¿No se supone que Dios descansó el séptimo día o algo así?

—Cariño, los domingos también comes —le dijo su madre a modo de respuesta y se dirigió hacia la cocina.

Caroline suspiró mientras subía las escaleras lentamente.

Luego de su no-peculiar tiempo con Thomas en su carro, él la dejó en la empresa de envíos más cercana. No hizo más preguntas, lo cual ella agradeció. Ya de por sí el encuentro había sido más intenso de lo que había esperado. Thomas era la primera persona a la que le confesaba su amor no correspondido por Alan, y él había hecho lo mismo con ella. Por otra parte, que a Thomas le gustaran los chicos, tampoco le sorprendía demasiado; la verdad, solo hacía que le agradara un poco más. Se había sentido más cercana a él en quince minutos que a Louis en todo un año, por hacer una comparación. Su interacción en la fiesta de Edward había sido agradable pero corta. ¡Cuánto extrañaba cuando pasaban juntos el rato en la casa de Alan, en el mirador de Woodspring o en cualquier lugar! Actualmente, solo eran amables entre sí. «Amigos» era otro nivel.

Cuando sintió la necesidad de escribirle a Ruby para contarle acerca de eso, la verdad cayó sobre ella como un balde de agua fría. Habían pasado solo seis horas desde el «incidente» en el campo Green Grounds, y Caroline seguía sin entender muy bien lo que había ocurrido o, más bien, por qué había pasado. Como si necesitara que le restregasen sal en la herida, el video de la grabación ya estaba en cada rincón de la app del instituto. No era el video en sí lo que hizo que tuviera ganas de llorar otra vez: eran los comentarios lo que hacía que se sintiera como una «garrapata». Literalmente. Caroline se había sentido muy sola en muchas oportunidades, pero en ese momento pudo sentir una soledad palpable en su habitación. Alan se había ido, Louis estaba en el mismo pueblo, pero a kilómetros de distancia, Chad no le hablaba y Ruby también se había cansado de ella.

Se miró inquisitivamente en el espejo.

—¿Qué hay de malo en ti? —le preguntó a su reflejo.

GUARDAR UN SECRETO (VANDER 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora