|Capítulo 7: "Casa Sarris"|

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Stella Rose.


Luego de esa extraña situación entre Colette y yo el trabajo se había intensificado y ninguna había dicho palabra alguna.

¿Indagar? Muy dentro en mi interior la sensación de curiosidad deslizarse por cada una de mis venas, percibía las ganas de saber porque siente tanto miedo hacia Dimitrio. Vamos que es un hombre cualquiera con dinero y arrogante que ama el sexo. Desde que llegue hay un aura confuso e intrigante, Adrián ocultaba su faceta de imbécil, sin embargo al mostrarme las cuatro paredes que rodean la casa Rousse, deseaba conocer lo que se oculta tras esa inmensa casa, y Dimitrio lo sabe.

Por otro lado, también quiero abstenerme de todo tipo de problema por el hecho de que no me incumbe saber lo que todos estos hombres esconden. Si claro Stella, ambas sabemos que eres una chismosa, rodeé los ojos ante mi subconsciente. Mi mente es una mierda. Pero vamos, ¿A quien no le gusta descubrir la razón detrás de algo tan misterioso?

— Señorita Rose — di un respingo notando a el chofer con mis pertenencias en mano — Su turno ha terminado —

— ¿Vas a llevarme a casa? — negó suave.

— Solo fui un remplazo, su chófer la espera fuera, con permiso — fruncí mi ceño sintiéndome cansada, la noche había caído y varias personas llegaban al casino. Colette se había ido al igual que sus compañeras lo cual agradecía, no quería su reproche ya lo que único que quería era saber de donde conoce a mi madre.

Agradecí que Dante llegará por así podría hablar con el de cualquier tontería que se le cruzara por su cabeza. Cruce la puerta de la barra sintiendo un poco de brisa fría a pesar de tener la chaqueta puesta. Ignore a varios hombres que me observaban sin disimulo y tome mi móvil para escribirle un mensaje a Agatha sobre que iría a casa pronto. Algo que siempre había tenido con mamá era que sin importar donde me encontrara debía avisarle de mi paradero. Aunque nuestras cosas no hayan salido muy bien la noche anterior, era algo de lo cual me había acostumbrado con los años. Notando las diferentes notificaciones de aplicaciones, y llamadas perdidas de Colombia, solo pude rodar los ojos sintiendo cuerpo débil, había sido un día en el que mis pies me exigían no dar ni un paso más.

Sin embargo cuando llegue a la entrada me sentí aliviada notando que el estacionamiento estaba abarrotado de autos costosos. En la puerta se encontraban los mismos dos hombres que conocí una vez que conocí el lugar, ambos estaban serios como de costumbre lo cual no me importo en lo absoluto. Uno de ellos abrió la puerta y me acompañó hasta un Audi negro muy hermoso, abrió la puerta en silencio y me adentre en el auto para luego cerrar la puerta.

— No pensé que serías tan puntual — espete guardando mi móvil en mi bolso.

— Puedo ser lo que gustes muñeca, hasta un puto gigolo con tal de complacer tus deseos — musito colocando sus dedos en mi mentón.

Una corriente recorrió mi espalda llegando a estremecer mis brazos. Dimitrio llevaba puesta una camiseta blanca ajustada, con pantalones altos dándole un aire de informalidad admirable. Dimitrio arrancó el auto en silencio bajando por las calles de la montaña de la isla mas grande de la Cícladas.

— ¿De que quieres hablar? — sonrió de lado.

— De ti, por supuesto — afirmo haciendo que relamiera mis labios inconsciente.

¿Qué tenía yo que fuera importante para él? Oh, claro, ya lo sé. Mi vagina. Rodeé los ojos con ironía sin siquiera percibir la sensación de volver a inquirir explicaciones. Me recosté en la puerta del auto de Dimitrio y una sonrisa curso por mis labios con disimulo, mi mente no paraba de hacerme ver este encuentro como algo tan acogedor, mi interés crecía a cada segundo que pasaba, estaba interesada como él lo está de mí. O bueno, eso creo. Los minutos pasaban mientras mi respiración se encontraba apacible al igual que todos los movimientos del hombre a mi lado.

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