LINDO PUEBLO, MALA GENTE.

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En una antigua era poco recordada se encontraba, un bardo que transitaba por pueblos, reinos y ciudades en busca de dinero a cambio de sus canciones. Y, ¿Por qué no?, Tal vez alcanzar la fama algún día.

En una de sus travesías llegó al humilde y pequeño pueblo de Ameyali, un pueblo donde la gente miraba con malos ojos a los extraños y, cuando el bardo llegó en un caballo algo viejo y vestido con una ropa algo extravagante  pues no fue la excepción.

Se adentro al pueblo, cauteloso y se dirigió a la posada más cercana que tenía por nombre "La nutria fresca" un extraño nombre, pero no había razón para juzgar de más, así que entró.

La posada era vieja y aparte apestaba a borracho. En el vestíbulo se encontraba poca gente, pero la suficiente como para que el bardo sintiera las miradas amenazantes, pero sin más demora se dirigió a la barra para pedir prestado el pequeño escenario que estaba al centro del vestíbulo.

—¿Cuál es tu nombre muchacho? —preguntó el hombre canoso detrás de la barra.

—Dane —contestó el bardo.

—Dane, ¿Qué?

—Dane sin más —contestó el bardo esbozando una pequeña sonrisa.

—Ok, Dane "sin más", el escenario es todo tuyo, pero no creo que consigas demasiado con estos hombres. No son tan románticos —dijo esto último entre murmullos. Dane volvió la vista hacia sus espaldas y se percató del aspecto de mala muerte que tenían los hombres que estaban al otro extremo del vestíbulo. El bardo suspiro.

—No sería la primera vez, en todo caso, sirvame un trago llevo una larga jornada —el canoso lo miró un momento y mientras servía la bebida el bardo agarró un banco y se sentó.

—Bueno son días difíciles para todos —dijo el canoso —,sobre todo en estas tierras.

—Cuéntame, ¿Qué hay de malo por aquí? —preguntó el bardo después de darle un trago a su cerveza. El viejo suspiro y mientras limpiaba un tarro comenzó a contar las nuevas.

—Pues todo empezó a ir mal hace tres meses, cerca de la granja del viejo Tom. Mientras cosechaba su maíz, sus hijos estaban ayudándolo y pues todo normal hasta que la noche comenzó a llegar, de los árboles, un grito o una especie de rugido producido por... solo los dioses saben que y se acercaba a la granja. Tom les dijo a sus hijos que corrieran a la casa mientras él se encargaba. Pobre viejo Tom, no volvimos a verlo desde entonces.

El relato del canoso fue interrumpido por uno de los hombres al otro extremo del vestíbulo.

—¡Oye Lou! ¡Sirvenos otra!

—Permíteme un momento —le dijo Lou al bardo, pero en su voz se notaba tristeza, parecía que relatar lo que le pasó al viejo Tom le había afectado.

—No estarás contando esa historia de nuevo.

—¡Tom era un gran hombre! -exclamó Lou desafiante mientras una lágrima recorría su mejilla.

—Tom era un viejo estúpido, hubiera entregado a uno de sus inútiles hijos —el hombre se percató de la presencia del bardo y reconoció una nueva víctima. —¿Quién es el payaso bien vestido? —preguntó con tono de burla —Estas muy lejos de casa, ¿No? —los otros hombres se comenzaron a levantar de sus asientos y se dirigían a la barra.

—Escuchen no quiero problemas —dijo Dane con nerviosismo.

—Oyeron chicos el bufón no quiere problemas —dijo el que parecía ser el líder.

—Escucha Bill, dile a tus muchachos que se aparten y les invito una ronda —dijo Lou tratando de calmar los ánimos.

—Tengo una mejor idea... —Bill no terminó su frase, pues en la puerta de la posada se escuchaban varios caballos y tras un par de segundos unos hombres con armadura entraron a la posada, era la guardia del pueblo.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó el más viejo de los guardias, entonces se percató de Bill y sus hombres y frunció el ceño —¡Bill!, ¿Tendrás otra cita con la celda?

Bill se puso rígido al ir eso y con voz "amable" dijo.

—No señor, lamento si cause algún malentendido. Vámonos muchachos.

Todos los hombres de mala muerte se fueron y cuando el último cerró la puerta Dane brindo a la salud del capitán.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el capitán.

—Dane, señor. Unos segundos más y todo habría sido un alboroto —dijo el bardo dando otro trago a su cerveza.

—Bill lleva siendo una molestia por bastante tiempo. Lou sírvenos una ronda, por favor.

—Enseguida señor —contestó Lou mientras servía varios tragos.

—¿Qué hace un hombre tan... bien vestido en unas tierras tan hostiles? —preguntó el capitán escudriñando al bardo.

—Soy un bardo señor, llevo viajando cinco días buscando lugares donde me dejen cantar.

—Un bardo eh... —dijo el capitán rascándose la barbilla —Pues oigamos algo de tu repertorio.

Dane fue hacia el pequeño escenario, tomo el laúd que estaba reposado en la pared y comenzó a afinarlo, hizo una reverencia y comenzó a tocar las primeras notas, raspaba el laúd con gran destreza y su voz era cautivadora, podía hacer que las penas se olvidaran y convertir los malos ratos en momentos agradables. Terminó la canción y los hombres de la guardia lo aplaudieron.

—Maravilloso Dane, maravilloso —dijo el capitán de la guardia mientras Dane agradecía las palabras con una ligera reverencia —¿De qué estaban hablando Lou? ¿Qué causo el alboroto?

—Del viejo Tom, señor, le contaba a nuestro bardo sobre lo que le pasó.

—Ya veo —dijo el capitán —. Pobre Tom, esa bestia se lo llevo y ni siquiera dejo sus restos —Lou puso una cara de desdicha y le volvían a salir las lágrimas.

—¿Es cierto capitán?, ¿Una bestia?, ¿Qué clase de bestia?

—Veo que he captado demasiado tu atención, Dane.

—Cualquier cosa digna de contarse me interesa.

—Pues en todo caso, te contare que el viejo Tom no es la primera víctima, se ha llevado a otros tres y como al querido Tom, no quedaron restos.

—¿Sabe dónde se esconde la criatura? —preguntó el bardo.

—Creemos que se esconde cerca del barranco, pero no te recomiendo ir a buscarla Dane, ya perdí a algunos hombres por eso.

—Con todo respeto señor, he buscado cosas que sean dignas de ser cantadas y siempre termino decepcionado.

—Ya veo, pues si vuelves aquí de una pieza, estaré encantado de oír esa canción. Muchas gracias por los tragos Lou toma -el capitán le entrego unas monedas de plata luego se volvió hacia Dane -Mi querido bardo, gracias por tan hermosa melodía, aquí tiene -le entrego una moneda de oro.

—Muchas gracias, capitán.

Los guardias salieron de la posada y el bardo se quedó charlando con Lou. Cuando cayó la noche el bardo pidió una habitación y cuando se dispuso a subir Lou lo detuvo.

—Disculpe las molestias de la tarde señor Dane, tome esto —Lou le estaba entregando el laúd que toco en la tarde.

—No puedo aceptarlo.

—Por favor, insisto.

El bardo dudo un momento, pero al final decidió aceptar el detalle.

—Gracias —dijo el bardo con una sincera sonrisa.

—Que tenga una muy buena noche mi señor bardo.

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