Capítulo 30

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[Mentira sobre mentira.]

Nunca se habían sentido tan insegura la una con la otra, muchos menos llenas de tantos sentimientos destructivos que amenazaban con asustar al elefante que estaba atrapado en medio de la oficina, a punto de derrumbar cualquier estabilidad ínfima que pudieran haber acumulado durante esos años que pasaron separadas.

Lo cierto es que el odio aún parecía latente en cada palabra que se atreviesen a soltar, pero eso no era más que una tapadera insulsa y poco creíble. Lo cierto es que ese sentimiento de amor seguía tan vivo y ardiente como ellas mismas, se habían dedicado cada segundo y cada suspiro a amarse, aunque fuese tras una clara máscara de otro tipo de emoción. Ellas se habían entregado a ese dolor interminable, porque no importaba lo que intentasen, cuando pensaban en la otra, los corazones volaban y las reacciones químicas terminaban por abarcar cada uno de los lugares en los que se encontraban.

—Dame mi celular. — Pidió con calma fingida Natalia. — Lo tomaré y me iré en este momento. Ya no tendrás que verme nunca más.

—Yo no quiero que te vayas. — La ira contenida de Makis solo hacía hacer más grande al elefante. — No te irás. — Sentenció finalmente. — Quiero una explicación. — Natalia miraba horrorizada como su celular parecía crujir bajo la zarpa de esa chica, amenazando con romperse en un millón de pedazos, al igual que su corazón. — Este niño debe tener unos cinco años, si es que no seis, eso significa que...

—No es tu hijo. — Se apresuró a decir, cerrando la puerta a cualquier tipo de posibilidad. — No es tu hijo, es mío.

La alfa milenaria casi gruñó al sentirse engañada, llena de rabia y con esa percepción clara de que alguien estaba mintiendo.

Lo cierto es que fuesen cuales fuesen las circunstancias que las llevaron a estar a ese punto de tensión y a esa desconfianza llena de un aura negra que rompía el equilibrio en cualquier parte que ambas estuvieran en un espacio reducido. El daño ya estaba hecho y bastaría más que una simple revelación de secretos para lograr que las grietas abierta bajo sus pies terminase por cerrarse.

Makis lo sabía, pero era testaruda y se negaba rotundamente a pasar por alto ese pequeño que había logrado que sus entrañas se remecieran violentamente sin siquiera haber visto su cara o conocido su vida. Natalia también lo sabía y en ese actuar precavido que había adquirido, ella sabía que lo más sensato era darse la vuelta y correr en sentido contrario hasta que ese fantasma que había decidido olvidar, se esfumara una vez más.

—No te atrevas. — La voz de Makis hizo que los vidrios de la oficina se tambalearan. — No te atrevas a mentirme, Natalia. — En dos zancadas bruscas y en un rápido movimiento había logrado atrapar a su contrincante y la había inmovilizado. — Te conozco mejor que nadie y sé cuando me mientes. — No dudó en aferrar las mejillas de Natalia, ahuecando hasta hacer sobresalir sus labios. — Y ya estoy demasiado enojada como para que tu me provoques de esa manera y tientes a tu suerte con esa insulsa mentira.

—El no es tu hijo. — Saboreó cada palabra, arrugando la frente ante esa estela amargo en la punta de su lengua. — No tiene la edad, solo es de una aventura de una noche que tuve cuando llegué a la universidad. — Rugió con voz potente, casi como si el volumen hiciera que los muros se volvieran a alzar. — Es mío y no tiene nada que ver contigo.

—No te creo.

—Esa no es mi responsabilidad. — Bufó la castaña con desdén. — Es mío, Makis, únicamente mío y tu no tienes como corroborar lo contrario. — Tentando su suerte se acercó su rostro, sabiendo que eso sería forzar su propia resistencia. — Me acosté con cuanta persona se me atravesó durante un año y saboreé los placeres de la vida sin tener que pesar en ti, porque definitivamente coges como...

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora