irremplazable

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Inestable
Incapaz
Irremediable Idiota
Impulsivo
Insoportable

Llenaban la hoja en blanco trazos de tinta roja, como la furia de sus palabras o la sangre caliente dentro de sus venas.

Impuntual
Imposible
Imbécil
Imperfecto
Incorregible
Irreparable

Y Jeongin se tragaba las lágrimas, obligándose a si mismo a mantenerse de pie con ese plumón en la mano, escribiendo todas las íes que conformaban su ser. Desde inestable hasta imperfecto, cada una de esas letras mayúsculas calándole en el fondo del roto y pisoteado corazón que todavía quería seguir latiendo. Estaba vacío, harto, cansado de la misma mierda de todos los días en la que al pisar fondo, se aferró a un frasco naranja que repiqueteaba como el ir y venir de su estabilidad en forma de pastillas blancas.

Se odiaba. Cómo se detestaba porque otra vez había hecho las cosas mal, porque de nuevo se había encerrado bajo las sábanas después de que alguien le dijo nada más que la verdad. Si, era un fracaso, el vivo ejemplo de lo que nadie desea ser jamás y sí, quería desaparecer hasta que dejara de doler, hasta que la luna se apagara y el mundo dejara de girar.

Queria desaparecer.

Y podría, de verdad podría, de no ser por esos brazos que lo sostienen por la espalda, alejando al pelinegro de aquella mortal arma que lo mata por dentro a cada palabra que pinta con rabia sobre el papel. Jeongin llora, forcejea, grita y cae de rodillas pero Chan nunca, deja de sostenerlo.

No lo soltó cuando en el techo de un edificio le confesó un secreto que le devoraba por dentro. No lo soltó cuando desperto de madrugada gritando, aterrado. No lo soltó cuando el mundo dejó de creer en él y no va a hacerlo ahora que él ha dejado de creer en sí mismo.

-Shhh... – le pone una mano en la frente, susurra contra su cabello. –Está bien, estoy aquí...

Siempre lo estaba.

No importaba la hora, el dia, su estado de ánimo o qué tan insoportable se ponía el pelinegro bajo las sábanas. No importaba a veces el mismo y Jeongin se sentia tan culpable, tan miserable por ponerse delante de su rayo de sol, de su ángel de la guarda.

¿Cuántas veces Chan no dejó todo de lado para verlo sonreír? Tantas que seguro contarlas todas daria vértigo. Tantas que ponerlas en fila le darían la vuelta al mundo. Tantas que habían salvado al inestable chico que llora contra su espalda, abrazándolo con fuerza.

-No llores más, Jeongin... Estoy aquí, estás a salvo.

Egoísta era poco para describir el amor que tenía por ese rubio de sonrisa angelical. Lo queria meter en una caja de cristal, llenarlo de besos, de todo el amor que merecía. Chan estaba tan lleno de vida, tan lleno de sueños que quería ver realizados, tan lleno de esperanza.

Chan era su esperanza.

Chan era su ángel.

Y Jeongin, era un poeta enamorado de los rayos de luz que entraban a la oscura habitación cada mañana.

Eran la luna y el sol, el día y la noche, el blanco y el negro. Eran tan diferentes que eso los hacia iguales. Eran frágiles, eran volátiles, estaban rotos y se necesitaban, tanto que dolia.

Pero el amor duele, le dijo Chan una mañana donde el cielo decidió pintarse de gris, mientras acariciaba su cabello. El amor duele porque es sincero, porque se lleva todo, porque te entrega el doble.

Chan ama bailar, se levanta temprano en las mañanas y lo despierta con un beso en la frente. Chan sabe dónde tocar y dónde detenerse porque a Jeongin le sigue dando vergüenza su cuerpo. Chan sabe a matcha cuando el palito de Poki se termina y sus labios se juntan.

Y para Jeongin, a eso sabe la esperanza.

-Deja eso, Innie... – habla quedito contra su oreja, acariciando las manos empuñadas y los nudillos blancos. – Baja eso.

Y el pelinegro abre los dedos de a poco, dejando caer el plumón al suelo.

-¿Qué hacías?

Jeongin niega con la cabeza.

-No puedo ayudarte si no sé lo que te preocupa. — acaricia sus manos, lo mece entre sus brazos. –Vamos, dime qué dice ahí.

-La verdad. – susurra, la voz rota. – Dice la verdad.

Chan es suave, es gentil, lo acurruca contra su pecho y lee en silencio las letras carmín que enumeran una lista de íes que se puso Jeongin encima.

-No leas eso. - avergonzado, el pelinegro se esconde bajo sus manos. -Por favor, déjalo.

Pero Chan lo calla besando su sien.

-¿Puedo hacer una lista yo también?
- inquiere bajito, tomando el plumón entre sus dedos. Jeongin lo mira con confusión desde abajo.

Y eso basta para que el rubio comienze a trazar en las palmas de las manos del contrario, la primera I de su lista.

Inolvidable

Baja por su brazo, donde escribe con cuidado la segunda.

Irresistible

Le besa los nudillos y lo recuesta, teniendo a su disposición su pecho que descubre con gentileza, dejando ahí un camino de besos antes de escribir en su corazón.

Irremplazable

Sus muslos se pintan de rojo, uno después del otro.

Inteligente
Invaluable

-No tenía papel. - se disculpa el rubio, una hermosa sonrisa en su rostro, la inyección de felicidad que Jeongin necesitaba. -Y me falta la más importante.

-¿Cuál es?

Chan se escribe la primera parte en la palma, tomando la que dejó libre del pelinegro para terminar las frase y unir sus manos, dejando en sus labios un beso.

Inseparables

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bueno gente, les traigo este one shot cortito porque quiero estar activa antes de entrar a clases! espero lo hayan disfrutado aunque sea un poquito skfjd<3

; inseparables - chanin (one shot) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora