27. En el nombre de todos los Santos.

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Darla Kosllov.

Dos años antes.

Nuevamente un nuevo día ha comenzado, con la gloria de nuestros dioses, estoy tan agradecida de ser parte su creación, no hay nada mejor que ser parte de su mundo.

Mi nombre es Darla, soy la señora de Cesar, él, es el mejor hombre del mundo. Nos unimos en matrimonio hace ya más de 10 años, tenemos un hogar perfecto, él, como todo buen esposo se encarga de administrar los negocios familiares, yo por el contrario cumplo fielmente mi deber conyugal al administrar el hogar, esto incluye a los sirvientes, mucamas, traer los alimentos y...a las Novias. Sinceramente no las odio, solo que su presencia me recuerda constantemente mi pecado, el pecado del que no puedo escapar, un pecado que me hará arder en el fuego cósmico por no haberlo evitado: no le he dado un hijo a mi señor; le he negado ese derecho y no he cumplido ese deber tan sagrado que toda mujer tiene, no lo he hecho y merezco pagar por ellos. Al inicio de nuestro matrimonio imaginaba la vida de nuestros futuros hijos; quería tener dos; un niño y una niña; el niño seria criado como el ser perfecto que ya es, me aseguraría de unirlo en matrimonio con una mujer devota a el y nuestros dioses, el, mi hijo, será la cabeza de la familia, tendría sus criados y Novias por monton, incluso un Novio si así lo desea, en cambio, mi hija, la niña, hubiera sido criada de forma apropiada, para servir y cumplir su deber femenino.

Pero nada de eso sucedió.

Yo me negué a seguir los mandatos de los dioses y he caído en pecado, por eso todos, incluidos el, también lo han hecho.

Me levante e hincada en el suelo rece por el perdón de mis creadores ante mi pecado imperdonable, al levantarme el dolor en mis muslos y espalda me hizo tambalear, pero no tanto como el dolor de saber que mi vientre se encuentra nuevamente vacío, mi marido ni siquiera desea dormir conmigo, por eso dormimos separados, para que yo no lo contagie de pecado. Bajo a desayunar y me sorprendo de encontrar a Leila, la adquisición más reciente de mi marido en la cocina, usualmente de eso se encarga Kala, pero al parecer esa pecadora desea ganarse alguna clase de favor con nuestro señor.

- Shunammite, llama a nuestro señor, por favor, tomaremos los alimentos en un momento.

Shunammite es la más vieja de las Novias, llego aquí a los diez años, al ser tan joven su aparato reproductivo se estropeo y ahora tiene que cargar con el pecado igual que yo, este pecado que me hace estremecer: la infertilidad; por eso es la que menos me desagrada, es bueno saber que hay alguien más pecadora que yo. Kala sirve los huevos con curry y Shoula el jugo, la tal Leila lava los platos y se sientan en el suelo, en la mesa pequeña detrás de la nuestra, las adulteras pecadoras como ellas no tienen permitido sentarse a nuestro lado, por eso nuestro señor hizo una mesa exactamente para ellas, para recordarles lo banales que son, lo poco de su valor, pero justo cuando Leila va a sentarse allí mi señor la detiene tomándola de la mano suavemente y dirigiéndose a nuestra mesa...¿Como...como se atreve a traer a esa perra adultera a nuestra mesa? El aparta la silla, dejándola sentarse, ella observa a las demás blasfemas que están sentadas en el suelo, ellas la ignoran. Apretó el cubierto en mis manos, cuando el, mi esposo, le sirve cortésmente el desayuno y luego, de esa boca que amo con locura y llegó a besarme con tanta devoción salieron las palabras que me hicieron estremecer. Ella no era pecadora como yo.

- Shoula me dijo que tienes un retraso en tu periodo, ¿Es eso cierto?

Esa blasfema se llevó una mano a la mejilla, fingiendo inocencia.

- También las sirvientas me dijeron que últimamente has vomitado mucho.

La punta del tenedor se clavó en mis dedos, pero ese dolor no era nada a comparación del que esa adúltera me estaba provocando.

¡Corre, Conejo, Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora