Parte 1

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Una de las cualidades que la gran mayoría de las personas veía en ella era su lealtad. No había nadie en el mundo que fuese más leal que ella, puesto que a la hora de tener que pelear por el ser que le había enseñado todo lo que sabía, nadie se le igualaba y nadie la detenía, ni siquiera su familia.

Desde que le había conocido, un amor tóxico y enfermizo se hizo presente en el ambiente, ya que, para ella, el poder e inteligencia que él poseía lo aplacaba todo a su alrededor. Lo conoció en su último año siendo una estudiante de Hogwarts. Había sido convocada por un selecto grupo de exestudiantes, dentro del cual se encontraba su futuro cuñado en ese entonces, para formar parte del mejor grupo de magos oscuros desde los tiempos de Grindelwald.

Ella siempre había sido la mejor en todo lo que se proponía hacer. Fue la mejor estudiante de su promoción, era la mejor hija que tenían sus padres, sobrepasando a sus dos hermanas por lejos. Era la perfecta sangre pura con un toque de locura encima, por lo que cuando entró en aquel grupo de magos se dijo así misma que sería la mejor de todos y claro que lo cumplió, solo que no fue recompensada como ella creía.

Cuando tenía dieciocho años, tuvo que casarse con Rodolphus Lestrange, pasando de ser una Black a tomar el apellido de su esposo. No era que le gustase la idea, pero haría todo por enorgullecer a sus padres, la habían educado para eso y no sería menos. Su marido también había ingresado al mismo grupo de magos que ella, puesto que el fin principal de ellos era plantar en el mundo mágico la supremacía de la sangre, desterrando a las sangres sucias que habían robado su magia con el correr de los años.

En el mundo se le conocía como Madam Lestrange, siendo este un nombre que daba tanto miedo pronunciar como el de su maestro. Todos le temían y ciertamente aquello le fascinaba, la llenaba de vigor y fuerzas para poder seguir adelante con los planes de su señor. No quería defraudarlo en nada y hacía todo tal cual se le ordenaba y mejor. Era una asesina experta, tenía maestría en el arte de los hechizos defensivos, ofensivos y de magia oscura; era sigilosa y apasionada en todo, pero a pesar de eso su único premio habría sido tener el amor incondicional de quien los lideraba.

Cuando ella había entrado a ser parte de los Mortífagos, había caído perdidamente enamorada de la imagen que tenía su señor en ese entonces. Un hombre alto, de espalda ancha y pecho fornido, ojos azules y cabello oscuro; una cara aristocrática y un poder absolutamente envolvente que la hacía delirar. Quería que él la viese más allá que por ser parte de sus seguidores y se esforzaba más que el resto para poder impresionarlo, pero nunca recibía más que una mirada cálida y un "Buen trabajo Bella". Para ella esa pequeña frase lo era todo, siendo a la única persona que llamaba por el diminutivo de su nombre, pero ella quería que los ojos de él brillasen por ella, no por sus acciones.

Cuando supieron de la profecía que supondría la muerte de su señor, se enfocaron completamente en ella, tratando de resolver el enigma que eso conllevaba y se le encomendó la tarea de interrogar a un par de aurores junto a su esposo, cuñado y Barty Crouch Jr.; el matrimonio Longbottom. Lógicamente ella lo realizó tal cual se le ordenó, pero se dejó llevar un poco por las emociones y los dejó ligeramente locos por la cantidad de tiempo que había empleado la maldición cruciatus en la pareja.

El Señor Tenebroso cayó y desapareció sin dejar rastro de su paradero, suponiendo en ella ser encarcelada en Azkaban por largos quince años. Su condena había sido perpetua, pero tras el regreso de su señor, pudo fugarse con otros Mortífagos y volver a estar a los servicios de Lord Voldemort. La belleza que había perdido tras su paso por la prisión, la recuperó con los cuidados que le proporcionó su hermana en el tiempo que aún no había ningún encargo o misión por parte de su señor. Su cabellera había vuelto a brillar, sus dientes se blanquearon y su rostro había recuperado el tono níveo que tanto amaba de sí. No obstante, quien no había recuperado su forma anterior había sido su señor, para su infortunio. Ya no era el hombre del que se había enamorado, su figura cambió, su cara había tomado la forma parecida a una serpiente y sus ojos tenían un color rojo intenso. Ya no sentía atracción física por el hombre, pero la reemplazó por el fanatismo a su causa, seguir siendo la mejor y enfrascarse en obtener la aprobación de él.

El día que cambió mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora