BUSCANDO "MONSTRUOS"

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Unos rayos de luz dorada se alzaban por encima de las colinas que rodeaban el pueblo de Ameyali. Los rayos de sol comenzaron a entrar por las ventanas de la posada anunciando un nuevo día.

La gente salía de sus hogares para desempeñar sus tareas cotidianas, los guardias cambiaban de turno, se ponía el mercado de pulgas y el bardo comenzaba alistar todo para salir a buscar a la bestia.

Bajó al vestíbulo a desayunar y vio que Lou estaba más animado, lo atendió siempre con una sonrisa. La posada estaba más activa con respecto al día anterior, había más gente y el bardo aprovecho para cantar una que otra canción a cambio de algunas monedas. A eso de las 3 de la tarde el bardo se dispuso a comenzar su pequeña búsqueda. Le pagó su estadía a Lou y salió de la posada. Tomó a su caballo Topacio y se montó en él. Iba a paso lento, no había prisa, si en verdad había algún monstruo debía de ser nocturno.

Mientras cabalgaba se detuvo a comprar unas manzanas, unas piedras especiales para fogatas y un poco de yesca, cuando pagó por todo prosiguió el camino.

El bardo comenzaba a apreciar la vida del pueblo de Ameyali, hombres y mujeres iban de un lado para otro en el mercado de pulgas, niños jugando las típicas peleas de espada y viejos fumando en sus pipas de madera. La cotidianidad de ese pueblo transmitía bastante tranquilidad, pero eso no evitaba las miradas curiosas. El bardo siguió su camino sin mirar atrás y mientras avanzaba el silbaba una vieja canción.

Mientras el sol seguía en el punto más alto el bardo atravesaba pequeños sembrados ubicados en los límites del pueblo. Decidió hablar un momento con su caballo.

-Hermoso día ¿No crees amigo? -el caballo parecía contestarle con un relincho. -¿Qué crees que nos espera al final de esta travesía? Tal vez un oso sea lo más probable, pero echemos a volar nuestra imaginación un momento. Tal vez sea un hombre lobo. -dijo mientras gesticulaba unas garras con los dedos -O tal vez sea una arpía, después de todo no estamos tan lejos de las montañas de Yrano o puede que sea una manada de crocutas hambrientos. - Topacio soltó otro relincho -Tranquilo amigo, si la cosa se pone peligrosa nos largamos de ahí en nada -lo consoló el bardo dándole unas palmaditas en el cuello.

Llevaban ya unas cuantas horas en el camino y el cansancio comenzaba a notarse en Topacio pues ya era un caballo viejo. Iba a un paso bastante lento y al final se detuvieron al lado de un riachuelo.

-Muy bien amigo, descansa un rato, bebe agua y refresca tu garganta -lo acercó al riachuelo y Topacio se puso a beber. -Me preocupa el momento en el que me tenga que despedir de ti amigo. -parecía que Topacio podía entenderlo pues dejo de beber y se acercó a su dueño como quien se acerca para abrazar a un ser querido.

-Buscare un lugar con más sombra para que reposes, mientras toma esto -sacó las manzanas que había comprado en el mercado y se las entrego a su caballo. -No es mucho, pero servirá de momento.

Observo el espacio donde se encontraban, pero no vio más que árboles a su alrededor.

-Temo que habrá que seguir un poco más, tal vez haya una ladera con alguna cueva adelante -el caballo tenía una mirada triste, pero parecía asentir con la cabeza.

-Descuida, no te montaré, caminaré a tu lado -dijo y volvieron a ponerse en marcha.

El día siguió su curso y no tardó mucho en caer el sol, el cielo se tiñó de un color rojizo y más allá de las montañas y el mar se comenzaba a asomar la luna. El sendero ya se veía con poca claridad, eso y el frio comenzaban a ser un problema.

-Creo que hemos sido víctimas de otra mentira mi amigo, yo también estoy demasiado cansado, acampar en el bosque nunca es buena idea, pero no creo que haya de otra.

El sol se extinguió en el horizonte y la luz roja fue reemplazada por una blanquecina producida por una luna llena.

-Interesante, tal vez tengamos suerte con el hombre lobo, pero no escucho aullidos y si hubiera algún depredador cerca creo que seríamos presa fácil. Haré una fogata para soportar mejor el frio -se acercó a Topacio y de las alforjas que traía sacó las piedras y la yesca.

-Quédate aquí, traeré leña, si ves algo corre. Ojalá me entiendas -Topacio relinchó de nuevo como una contestación -.No tardaré.
Y se fue en busca de hojas y madera seca.

En su búsqueda, a unos cuantos metros de donde dejo a Topacio, vislumbró una pequeña luz anaranjada. El bardo guardó las piedras y la yesca en sus bolsillos y se acercó hacia aquella extraña luz, se percató de que provenía de una cueva oculta entre unos arbustos, el bardo avanzaba timorato y se detuvo cuando escucho el sonido de unas voces. Lentamente se adentró en la cueva mientras las voces se hacían más claras conforme se acercaba, se internó más en la cueva hasta que al fin pudo escuchar con claridad las voces.

-...insisto en que no es buen idea -dijo la voz de un hombre que al parecer tenía miedo.

-Ya estoy harto del capitán y sus guardias, con algo de suerte se los llevara hoy -dijo una voz que el bardo conocía.

-Tengo un mal presentimiento Bill -dijo otro hombre.

El bardo motivado por la intriga se acercó un poco más hacía Bill y sus hombres, pero resbaló y el eco de su caída resonó en la cueva.

-¡¿Qué diablos fue eso?! -exclamó Bill.

-Es el capitán y sus guardias, nos siguieron hasta acá.

El bardo aprovechó la confusión y el eco de la cueva fingiendo la voz grave del capitán, para su sorpresa no sonaba del todo mal.

-¡Bill, maldito canalla ya te atrapé!

-¡Ya estoy harto de usted y sus estúpidos guardias! ¡Entre! ¡Tengo un amigo que no ha comido en bastante tiempo! ¡Libérenlo muchachos!

El bardo observo, con ayuda de las sombras, que los hombres de Bill jalaban una cuerda y del otro extremo de esta se veía la figura que no era humana. El bardo no lo pensó 2 veces y se echó a correr. Salió de la cueva haciendo gestos para que Topacio lo notara.

-¡¡Corre!! -advirtió el bardo y Topacio pareció entenderlo porque se fue corriendo colina arriba. -Lo distraeré para que Topacio escape -dijo para si mismo.

De la cueva salió un grito horrible producido por una criatura no humana

-¡Se liberó!

-¡Corran idiotas! -exclamó Bill y el bardo escuchó el grito de uno de sus hombres.

-Se lo comió Bill, se comió a Enzo - pero Bill ya había huido de ahí.

-¡Diablos! -exclamó el bardo y al igual que Bill echo a correr entre los árboles. Mientas corría por su vida escucho otro grito desgarrador y se percató de que la criatura estaba detrás de él.

-Ya eres mío -dijo una voz gélida dentro de su mente -.No te resistas, tu carne será mi postre.

-¡Mierda! -exclamo el bardo mientras corría a más velocidad hasta que observó que no había más árboles adelante y tampoco había suelo.

Había llegado al acantilado -¡Carajo! -exclamo mientras intentaba calmar los latidos de su corazón que retumbaban en su cabeza y él no era el único que los escucha.

-Que delicia, el corazón con miedo es todo un manjar -dijo la voz dentro de la mente del bardo y como no quería ser comido esa noche tomó coraje y se lanzó del borde, pero justo cuando iba en caída libre la bestia lo tomo con sus garras y si de lejos el bardo se imaginaba lo más horrible frente a sus ojos era peor. Tenía alas membranosas y la piel de la bestia era de color plateado y fría al tacto, sus manos tenían unas garras con marcas de sangre fresca, lo más horrible era la cabeza pues tenía la forma de un murciélago con 2 pequeños ojos rojos y dientes bastante afilados.

Con desesperación el bardo trataba de librarse, pero solo se hacía más daño con las garras de la bestia. Seguía resistiéndose mientras la bestia se elevaba más y más, finalmente consiguió liberar un brazo y de sus bolsillos sacó una piedra y con toda la fuerza que podía tener en ese brazo incrustó la piedra en el ojo de la criatura. La bestia dió un grito que aturdió los oídos el bardo y cuando pretendía lanzar otro golpe la bestia lo soltó dejándolo caer al vacío.

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