D i e c i o c h o

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Nuevamente en las gradas y al fin pude respirar bien. Informe a los demás sobre la condición del rubio, el cual Kiyoko me puso por mensaje que no era nada grave. Así que, mientras el equipo comenzaba a tambalearse en el último set, Tsukishima llegó como un superhéroe a la cancha y tan rápido como llegó, me largue porque mi ansiedad estaba a mil en estos momentos.

La tensión subía, la pelota era como un arma de doble filo y los entre tiempos eran más constantes. Ambos equipos dependían de un hilo flojo, que estaba a punto de romperse y destruir los sueños de alguno de los dos bandos. Mi labio inferior ya estaba hinchado de tanto mordisqueo y las ganas de ir al baño me hacían querer huir.

Bloqueos, remates y servicios brutales eran los que predominaban para esta batalla que ya llegaba a su fin, y mientras las águilas trataban de hundir a los cuervos, estos se agrupaban en manada y no abandonaban a sus pares en la guerra de la fuerza.

Ya al último estaba escondida detrás de Saeko, ya que, no quería ver nada y mi estómago se revolvía fuertemente mientras la presión aumentaba. Miraba las caras de todos y eran indescriptibles, eran variadas, pero la mayoría estaban rezando por un milagro de último momento.

Y cuando un silencio sepulcral se apoderó del gimnasio, mis ojos se abrieron en par, tan enormes que sentía que se me saldrían y lentamente abandoné mi escondite para ver el escenario principal, pero salté de susto cuando toda la barra de Karasuno empezó a gritar fuertemente mientras sus caras se llenaban de alegría, de plena felicidad.

— Veintiún puntos— murmure mientras mi vista miraba el marcador.

— ¡Ganaron!— chillo la rubia a mi lado— ¡Los chicos ganaron Saeko!— y sus brazos me rodearon.

Y yo solamente atine a llorar como una Magdalena.

...

Y caí en cuenta de la realidad cuando me miraba en el espejo de mi casa. Había llegado hace una hora, y mi padre llegaría en unos treinta minutos más. Obviamente mi padre no diría nada de este noviazgo, ya que, siempre me decía que debía disfrutar de mi juventud y conseguir un muchacho que me acompañara, así que, estaba orgullosa de mi decisión, aunque sabía que debía decirle a Tobio sobre mis problemas, si es que entendía también el idiota este del cual me enamoré.

El timbre sonó y di un saltó de espanto, caminé lentamente hacia la entrada principal y abrí la puerta para encontrarme con el pelinegro mirándome. Lo hice entrar, y este me saludo con un pequeño beso en la mejilla, haciéndome sonrojar como una estúpida enamorada que era en estos momentos.

— Pasa— dije mientras me hacía a un lado.

Después de que el chico se quitara sus zapatos, caminamos a la sala y como la cena estaba prácticamente lista, decidí que podríamos pasar algún momento en el patio, ya que, a mi padre aún le faltaba mucho para llegar y conozco tan bien a Tobio como para saber que es un ser lleno de energía que debe estar en movimiento siempre.

Mire alrededor en busca de algo en que entretenerlo y sonreí cuando vi el objeto deseado.

— Oye Tobi— dije mientras caminaba hacia la pelota de voleibol— ¿Quieres que demos unos pases?— pregunte mientras hacia rodar la pelota entre mis dedos.

El pelinegro sonrió enormemente.

— Claro que si Sasa.

...

— ¡OH POR DIOS! ¡DEJAME ANOTAR!— chillo el chico mientras nuevamente recibía su ataque.

— ¡NO!— grite mientras me reía fuertemente.

El muchacho tiró la pelota lejos y luego empezó a perseguirme, reí fuertemente mientras corría para salvarme, porque sabía que me haría cosquillas y mi vejiga no es muy resistente a ellas. Mientras corría por mi vida, también debía esquivarlo, pero en un momento me tropezó con la pata de una silla y Kageyama aprovechó el momento para tirarse encima mío, derribandome tal jugador de fútbol americano.

In Solitary // Kageyama Tobio [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora