ᴅɪᴇᴢ

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Ambas de mis manos se encontraban alzadas en forma de puños delante de mi cabeza, en una posición de defensa.

—Tú serás más fuerte pero yo soy más rápida, Jean.—Bromeé, mientras daba pequeños saltitos de un lado a otro encima del césped del patio del cuartel, imitando que esquivaba puñetazos invisibles.

Él me miraba con una pequeña sonrisa en los labios mientras negaba lentamente con la cabeza.

—¿Que pasa?—Continué con un tono sarcástico.

—¿Tienes miedo?—Eso fue lo último que dije antes de que su puño aterrizara en mi mejilla, tumbándome en el suelo en menos de un segundo.

Intenté sujetarme con ambas manos para evitar darme un golpe en la cabeza. Una vez ahí, sentí un ardor en mis labios y mejilla exagerado. Mi cara se quedó inmovilizada por un momento, fue como si me durmieran la mitad del rostro.

Unos segundos después, todo el dolor vino de golpe.

—¡Alma!¡Lo siento!—Dijo Jean casi gritando y se arrodilló a mi lado. Vi como los demás soldados del entrenamiento se giraban a mirarnos. Yo pasé una mano por mis labios para después de mirarla encontrarme con una mancha de sangre en ella, genial.

—Pensé que lo ibas a esquivar.—Continuó hablando.

—Auch.—Me quejé. Fruncí el ceño con aún la mano en mi cara y solté un gran bufido de dolor.

—Ven, te acompañaré a la enfermería. Lo siento otra vez.—Aludió mientras me ayudaba con sus musculosos brazos a levantarme del suelo. Me mareé por unos segundos.

—No te preocupes, tú sigue entrenando, iré yo sola.—Afirmé dedicándole una corta y débil sonrisa, un puchero apareció en su cara.

—Que no pasa nada Jean, todo está bien.—Repetí, acariciando su mejilla lentamente con  otra vez una sonrisa en mis labios.

—Lo siento.—Se disculpó por enésima vez.

Yo emprendí mi camino de nuevo a la enfermería. Parecía que literalmente vivía allí. Hange ya estará harta de mi.

Casi dando tumbos llegué a la enfermería con la mano aún en mis labios y el ceño fruncido por el dolor.

Estoy segura de que podrían arrancarme un diente y no sentiría nada.

—Pero bueno, ¿que te ha pasado?—Apareció Hange nada más abrir la puerta. Ella estaba rebuscando unos papeles en un escritorio, al verme se acercó a grandes pasos hasta quedar a centímetros de mi, apartando mi mano del labio.

—Un golpe en el entrenamiento.—Aludí, ocultando el labio superior con el inferior en forma de puchero.

—Te lo desinfectaré y te daré hielo. Pero tienes que tener más cuidado, Alma, te recuerdo que no eres inmortal.—Yo no pude evitar reír ante su comentario. Ella me agarró de la mano y me guió hasta una de las camas, en la cual me senté en la orilla de esta hundiéndola un poco y esperé.

—Lo sé, lo siento. Esta será la última vez.

—Eso espero.—Se colocó la gafas sobre el puente de su nariz y caminó hasta las estanterías llenas de botes en busca de algo.

—Tus heridas del estómago ya están curadas, ¿cierto?—Preguntó, ya había pasado una semana desde la misión fracaso con el titán hembra.

La legión de reconocimiento se estaba preparando de nuevo.

—Sí, más o menos. Ya no me duele.—Contesté observándola sentada desde la orilla de esa cama.

Pareció encontrar un bote pequeño blanco y los trajo hasta mi juntos con unos algodones en la otra mano.

La puerta se abrió repentinamente y ambas nos giramos a ver quién era.

Mi corazón se puso en mi garganta involuntariamente.

—¡Levi!—Gritó Hange.

—¿Que haces aquí?¿Vienes a visitarme?—Le preguntó a continuación. Él me observó de arriba abajo con una increíble detención.

—Me dijiste que viniera, cuatro ojos.—Rechistó, molesto.

—¡Oh! Cierto. Te tenia que dar una cosa. Me lo he dejado en la habitación.—Escuché desde aquí el bufido del capitán.

—Toma, ahora vengo.—Depositó en las manos del capitán el alcohol y el algodón y salió casi corriendo por la puerta, dejándonos a los dos completamente solos.

Levi miró con algo de desprecio el bote de su mano y a continuación elevó su mirada hasta mi. Me recorrió de arriba abajo, conseguí ver algo de picardía en sus ojos.

—¿Que te ha pasado?—Me preguntó, acercándose a pasos lentos.

—Un accidente en el entrenamiento.—Respondí, mis piernas temblaron con su simple presencia, aunque al estar sentada realmente no se notaba.

—Ya veo. Deberías mudarte a la enfermería.—Solté una risa ante su comentario, pero él lo dijo totalmente serio, no entendía su humor, o, ¿realmente era humor?

Agarró uno de los algodones y depositó el alcohol sobre él, ¿Me lo iba a curar él?

Todo mi cuerpo se aceleró con solo pensarlo. Cuando terminó se acercó a mi, y al yo estar sentada y él de pie en frente mía, mi cara quedó a la misma altura que la parte baja de su tronco, su entrepierna.

Mis mejillas ardieron. No mires al frente, no mires al frente.

Creo que ahora mismo parezco un tomate.

Movió la mano, y apoyó su dedo pulgar e índice en mi barbilla para levantarla, alzando mi cabeza encontrándome por fin con su cara.

Aún con sus dedos sujetando mi barbilla comenzó a pasar el alcohol por la herida de mi labio. La temperatura de mi cuerpo se elevó involuntariamente, ¿esta tensión solo la notaba yo?

Sus ojos recorrían cada rincón de mi cara, me sentía analizada y de un momento a otro insegura e intimidada.

Estoy segura de que mis mejillas aún seguían color carmín, y que él lo había notado.

Se separó de mi y volvió a caminar hasta la mesa, para volver a echarle alcohol a otro algodón distinto.

—¿Q-que tal tu pie?—Intenté entablar una conversación porque sino estaba segura de que iba a explotar.

—Bien. Fue una tontería.—Dijo mientras se volvía a acercar a mi para volver a repetir el proceso.

Mientras él me curaba las heridas de la mejilla y labio, yo solamente lo observaba en silencio, temblando cada vez que su mirada repasaba mis labios.

¿Porque tengo tanto calor?¿Él también lo sentía? Su ojos me decían que sí.

La puerta se abrió y Levi se separó de mi.

Hange entró por ella con un tarro en la mano, algo verde se encontraba dentro de él.

—Oh, ya se lo has curado, muchas gracias.—Agradeció a su compañero y le extendió el bote para que lo cogiera.

Levi lo cogió con asco. Realmente quise reír.

—Que desagradable. ¿Que es esto?—Preguntó, totalmente serio y con aún la mueca de asco en su rostro.

—Échatelo en el pie, se curará antes.—Añadió ella.

—No me voy a echar esta mierda en el pie, que asco.—Continuó diciendo. Me estaba aguantando unas terribles ganas de reírme.

—¡Levi!—Rechistó Hange.

—¿Aquí quien sabe de medicina?¿tú o yo?—Continuó quejándose mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, Levi solo rodó los ojos dejando el tarro en el escritorio.

—Y échatelo. Es una orden de tu superior.—Finalizó, y Levi le lanzó una mirada de asesino que me dio miedo hasta mi.

—Bueno, cariño. Toma el hielo.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora