Al escuchar su alarma, los rayos de luna seguían entrando por la ventana de su habitación. Cinco y media de la mañana y ya tenía que despertar.
A regañadientes se levantó de su cama y apago su alarma con esa música tan molesta para dejar de escucharla, prefería escuchar una canción odiosa para tener una razón de levantarse y quitarla. Tomó el uniforme junto a una chaqueta de su armario y con frío, cambió su cómoda pijama.
Caminando silenciosamente bajó las escaleras hasta el comedor de su casa para pasar a la cocina y preparar su desayuno.
Nunca fue una fan del silencio, le estresaba no escuchar más que sus movimientos. Desde pequeña necesitaba escuchar música o algún ruido, de otra manera, se sentía atrapada.
En su teléfono pulsó el botón de play a su playlist de música favorita y comenzó a preparar su desayuno, un plato de huevo revuelto con jamón y un pan tostado.
Estaba por terminar de servir su comida cuando escuchó los pasos de su madre bajando las escaleras apresuradamente.
-Fay, ¿Qué haces tan temprano aquí cariño? - Las ojeras podían verse en los ojos de la mujer, de nuevo no durmió bien.
-Ya sabes mamá, hoy es mi primer día, creí que lo recordarías. - Cualquier tono de decepción pasó desapercibido por la madre, quien frotaba sus ojos tratando de enfocar su vista.
-Está bien, ve con cuidado. - La madre salió de la cocina para dirigirse a su habitación y continuar durmiendo.
Fayna se sentó a comer mientras leía alguna novela que dejó a medio leer la noche anterior hasta que sonó otra de sus alarmas advirtiendo que debía irse pronto.
Arregló un poco su cabello oscuro y lacio, lavó su rostro y sus dientes para después tomar su mochila y salir de casa. Nadie la despidió, nadie le dijo que se fuera con cuidado, ni que tuviera un buen día.
Las calles estaban algo oscuras aún, pero, sobre todo, frías. Estas horas del día no eran sus favoritas, pero amaba el frío, amaba sentirse temblar, y el cielo. El cielo era su mayor recompensa de ver por la mañana.
Caminaba bajo ese mar cubierto de pequeños puntos brillantes que desaparecían lentamente gracias al sol, haciendo aparecer nubes de colores rosado, morado, anaranjado, azul. Y se sintió feliz por un momento, se sintió en el paraíso para después llegar a su parada y subir a su autobús.
Pagó su pasaje y trató de seguir viendo el cielo por su ventana. Nada. No podía verlo por tanta gente que estaba en el pequeño autobús y decidió conectar sus audífonos a su teléfono, escuchando alguna canción de su agrado.
Faltaban 10 minutos para el toque de cierre y llegó junto a algunos chicos más.
Quitó los audífonos de sus oídos y supo que debió haber llegado antes. Montones de alumnos de encontraban alrededor de un cartel, otros tantos se encontraban en la cafetería de la escuela hablando animadamente, y la otra parte se encontraba vagando por los pasillos.
-Mierda. - pensó nada más pasar la puerta de entrada, sintiéndose temblar en el interior. Caminando con rostro serio, llegó a la gran cantidad de gente.
Comenzó a buscar algún rostro conocido, identificó a dos personas con quienes había tenido problemas en su escuela pasada. Caminó hacia el cartel lo más recta que pudo llegando al cartel donde estaban escritos los salones de cada grupo.
Le costó un poco encontrar el suyo, pero después de algunos empujones y golpes lo encontró. Salió con mucho esfuerzo de todo aquel grupo y caminó hacia su salón, aun le costaba ubicarse por los pasillos de la escuela.
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Friend
Teen FictionTan diferentes el uno del otro, tan complicados de comprender a los ojos ajenos. ¿Como se había formado esa rara amistad? Nadie sabia. ¿Una amistad? ¿Acaso a eso se le podía llamar una amistad? Cuando una persona está rota no puede haber nada mas qu...