Helena
Después de la sorpresa de descubrir que ella y Jack comparten más de lo que ella pensaba, es incapaz de concentrarse en nada. Ha tenido que dejar a Jack con la mujer rubia y marcharse con Orión, que la obliga a comer.
—Si quieres te puedo dar de comer—interrumpe el chico de nuevo sus pensamientos.
Helena agarra la cuchara y empieza a comer sin mucho entusiasmo. A su lado Orión no para de contarle historias de espías. Todas por supuesto terminan bien, con el espía volviendo como un héroe de palacio. Helena se pregunta vagamente cuantos espías han sido descubiertos y asesinados por la causa.
—Si accedes a venir conmigo a Ciudad Celeste, tendrás que contarme de qué estás tan asustada—nada más escuchar eso, se gira hacia él, que la mira con curiosidad mal disimulada—No puedo llevarte allí sin saber la razón por la que te fuiste.
Helena baja la mirada de nuevo hacia la comida con pocas ganas de volver a recordar todo de nuevo. Y finalmente, le cuenta a Orión su secreto.
—Puede que medio matara a mi amiga—susurra.
—Ignoro cómo se puede medio matar a alguien. ¿Saben que fuiste tú?
—Lo suponen, pero creo que solo buscan a una rubia de pelo largo, delgada y harapienta.
—Bien. Entonces solo tendremos que hacer que no seas eso. Alguien se va a divertir mañana.
Y con alguien se refiere a Moiselle. Lleva el pelo rosa recogido en un pequeño moño y dibuja algo mientras sonríe. Al verla llegar, su sonrisa se hace aun mayor, convirtiéndose en algo terrorífico que la hace detenerse y Orión tiene que empujarla.
—Cambio total, Moiselle.
Ella parece que gime de placer, lo que la hace sonrojarse. Por su parte Orión niega con la cabeza y se marcha, dejándola con una loca rosa con tijeras.
—Para poder trabajar en palacio tienes que ser llamativa y a la vez no serlo. A los infantes les gusta rodearse de mujeres bellas—explica Moiselle mientras se mueve a su alrededor—Tendrás que llevar la mirada siempre abajo y no hablar con nadie que tenga un cargo mayor al tuyo a menos que te hablen directamente.
—Vamos, como mi vida de siempre—suspira ella.
—Ante todo—aparece Orión de repente a su espalda—Tienes que ser femenina y nunca, nunca, dejar tu espalda desprotegida, porque los infantes pueden atacarte.
—¿Atacarme?
—¿No has oído hablar de sus irrefrenables deseos que sacian con las chicas de palacio? El mundo estaría lleno de bastardos reales de no ser poque matan a las mujeres que quedan encinta para que más adelante sus hijos no se crean con derecho al trono.
—Eso es… cruel.
—Eso es el palacio—corrige él.
Moiselle lava el pelo de Helena, le echa una sustancia para oscurecerlo y lo peina para hacer una trenza y después recogerla en un pequeño moño. Le prueba diferentes vestidos azul oscuro, los que llevan las clases más bajas y donde a Helena le será más fácil pasar desapercibida.
Orión no para de repetirle las reglas, no hablar, escuchar todo lo que se diga, pues nunca sabes cuando la más simple conversación esconde algo. No mostrar nunca interés por el sexo opuesto…
—Nuestra tapadera es que tú eres mi mujer—le cuenta—Y está mal visto que a un guardia su mujer le ponga los cuernos. Por suerte, así te dejarán bastante tranquila, pero alguno intentará flirtear y si ve que muestras aunque sea un poco de interés…
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De sangre azul
FantasiaNo esperes una historia normal de príncipes azules encantadores y princesas en apuros que necesitan que las rescaten. Ellos son: -Helena: criada en la calle, pobre, valiente, impetuosa, de acción y sin pelos en la lengua. -Jack: niño rico, lector v...