🍏 Capítulo XLII

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           Capítulo XLII.

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El cartel que incitaba a denunciar el abuso sexual me dio la bienvenida, como cuando ingresé al lugar. Me senté de nuevo en aquella silla negra, con Marcos a mi lado mientras Val hablaba con el oficial. Me había caído excelente, era un hombre de unos cuarenta años, con temple, se veía en su porte, pero transmitía seguridad, confianza, algo crucial en estos casos. Al mirar a mi vecina quise volver a indagar sobre este vínculo, sobre esa penumbra que logré vislumbrar ayer. Me preocupé por un momento al imaginar de qué se conocían. La voz del profesor me llegó desde la derecha.

—Estuve hablando con tu papá y creemos que lo más recomendable es que te quedes en su casa o si deseas en la mía —sonreí aun mirando a Val—. ¿Qué pasa?

—Se hicieron muy buenos amigos papá y tú —bajé la vista a mi bota que contrastaba con los asientos. Moví un poco el pie izquierdo.

—¿Por qué no? los dos queremos lo mejor para ti y eso es, que no te quedes sola, Jaqueline —alcé la cabeza, fijándome en Marcos. Le observé, largo, tendido: desde la arruga de su frente al pensar que iba a poner objeción, hasta su corta barba.

No podía dejar de agradecerle el estar, el ser tan bueno, tan caballeroso, tan único, tan cariñoso, tan él. Quise tocar su mejilla, pero un miedo absurdo me obligó a relegar ese deseo, en su lugar, sólo suspiré. Él parecía compartir el sentimiento de querer y no poder: hizo un puño con sus manos, dejándolas a ambos lados de su cuerpo, una de ellas sobre la unión de las sillas oscuras.

—Eso fue horrible, el verte así, Jaqueline. No queremos confinarte ni nada, es sólo mientras encuentran a Julián, sabes que es algo necesario. Es bueno que estés acompañada, yo...—acerqué un poco mi mano a la suya acariciando sus dedos de forma fugaz.

—Tranquilo, tranquilo. Está bien. Voy a estar acompañada, pero no voy a molestarte más, ya casi es navidad y año nuevo, puedo ir a casa con mi familia. Quisiera ayudarles en el hostal, aunque sé que no me van a dejar hacer mucho y... —su ceño fruncido se hizo mayor, por lo que paré de hablar.

—Tú no eres una molestia, Jaqueline —fue el tono más frío que le había escuchado emplear hacia mí; hacia casi cualquier mortal, con excepción de mi ex.

—No quise decir eso, es más bien que no puedo estar en tu unidad entrando y saliendo constantemente ¿Qué pasa si alguien me ve?  —pareció captar la idea está vez, aunque podía notar el repelús en cuanto a seguir "escondiendo" lo nuestro. Según lo que me dijo en el hospital, pensaba que gracias a esta situación sucedió el altercado con Julián. No estaba más lejos de aquello, pero cada vez era más evidente que me sería bastante dificultoso hacerle cambiar de opinión.

Sentí los pasos de Val aproximarse, deslicé los ojos hasta ella, quien sonreía.

—¿Vamos? —preguntó sin menguar su gesto. Miré a Marcos quien asintió, se puso en pie y me ayudó. Me mareaba a veces un poco al cambiar de posición, pero me sentía mejor: la vista estaba cediendo, el dolor en la cabeza era muy leve y el molesto pitido en los oídos era historia.

Regresamos a mi apartamento para empacar algo de ropa, además de cosas que pudiese necesitar en casa de papá, de Cami. El profesor estaba algo ido, ajeno a cualquier intento de plática por mi parte. Comprendía sus formas, pero no me gustaba sentirle tan lejos de nuevo.
Luego de treinta minutos de mutismo por su parte me animé a cuestionarle.

—¿Marcos pasa algo? —claro que pasaba, estaba la latente angustia ya no sólo por mí, sino por su familia. Se habló con la seguridad de la unidad, en la noche anterior, quienes revisaron las cámaras en presencia nuestra, encontrando así que Julián ingresaba en algún vehículo, no se identificaba de manera precisa cuál, pues se estacionaba bastante lejos de la cámara del lugar; el haber compartido esos meses conmigo le dio la información de la posición de los aparatos de seguridad. Desde allí se le veía subir al ascensor del bloque, dejaba la cesta en mi puerta y volvía a salir como si nada, como si nadie, porque en realidad, no estaba haciendo nada ilegal.

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