Papá.

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Ése hombre.

Que me dio la vida.

Que mataría al que se atreva a hacerme daño o a mirarme de mala forma.

Pero sin embargo me rompió el corazón de miles de formas diferentes sin tener vergüenza alguna.

Esto es para ti papá.

Yo que soy tu niña. Que me cuidas de los demás pero aislaste de tal forma que sólo tú puedes hacerme daño.

Recuerdo que me dabas todo lo que quería.

Me respetas.

Nunca me has violentado.

Eres bueno de cierta forma. Me alegro de tenerte.

Pero hay veces en que desearía que no estuvieras aquí.

Hueles a alcohol. Gritas. Rompes cosas.

¿Por qué dañas lo que proteges de otros?

¿Acaso es un tipo de egoísmo?

¿Quieres romper con tus propias manos lo que otros no pueden?

Confiamos en ti.

Eres dos personas diferentes. El cielo despejado y la nube que inunda pueblos enteros.

Dices que soy tu vida.

Déjame confesarte papá...que tu vida se agota.

Está cada vez más demacrada. Se despide de ti. Se aleja. Se pudre.

Hubo una vez en la que estuviste con ella en armonía, ahora es tu enemiga. Pero no te asustes...sólo es así cuando ingieres alcohol.

Ése maldito veneno atractivo para todos.

Parece despertar hasta los últimos frívolos sentimientos y acciones de todos, es como ese demonio que lo sabe todo. Ése grillo que susurra en tu oído hasta el peor de los insultos.

Hace meses te pregunté qué preferías, si el alcohol o nosotras. Tú tardaste en responder y no sé si fue porque estabas ebrio o porque sólo no querías romperme el corazón.

No importó.

Se rompió de todas formas.

Y no es tu culpa, de verdad, es la mía por pensar que tras esa borrachera descomunal seguia el mismo padre de la semana que me trae chocolate cuando me baja la regla.

Desapareces.

Te esfumas.

No te reconozco.

Estoy segura de que si leyeras esto te echarías a llorar como un niño.

Y eso eres, papá. Un niño que creció muy rápido, que no pudo mirar un atardecer sin sentir la presión de tener que conseguir trabajo al otro día.

Tu historia es triste.

Trabajas tanto que olvidaste porqué realmente lo hacías.

Ya lo dije, llorarías lágrimas gruesas que absorberian tu piel reseca por el sol.

Pero también estoy absolutamente segura de que el fin de semana tú ahogarias esta misma tristeza que provocó mis escritos en varios vasos de cerveza.

Es por esto y más, que nunca llegarán estas palabras a tu cerebro.

Esto sería mi culpa si pasara, te atormentaria.

Pero no importa. Morirás sin leer esto.

A menos que tenga atención y fama y publique este libro, cosa que no creo, seamos honestos papá...yo no nací para grandes cosas. Y está bien, porque si fuera asi me asustaría pensar que todos van a conocerme como la chica echa pedazos.

Sólo quiero que algunos pocos lo sepan así unen sus pedazos con los míos y formamos un lindo rompecabezas de colores.

Papá, mi viejo con incapacidad para admitir lo que siente.

Machista la mayoría del tiempo y niño sensible para otros.

Apuesto a que no te imaginas qué hace tu hija a las 4:40 de la mañana.

Pero aquí te lo digo: estoy escribiendote a ti.

No necesito que mueras para darte una carta.

Y tampoco necesito que te vayas kilómetros enteros.

Sólo necesito que me rompas el corazón y una nueva carta será redactada para ti.

Ya viene otro fin de semana, así que pronto tendrás un capitulo nuevo.

Te espero este sábado. Mi corazón lleno de parches y totalmente seco y moreteado viene a por otro round.

Y así seguirá hasta que yo muera.

Tú trae ese vaso lleno con cerveza. Tu boca que no puede pronunciar frases largas, esa mirada triste que parece nunca irse y sin falta, tu incapacidad para ver tu vida agotándose.

Tenemos un nuevo round.

Espero que faltes.

Mi esperanza es no volver a escribir de ti.

Pero qué vas a saber tú, si no leerás ni la primera vocal de este libro.


Te amo papá.
Por enseñarme qué es el dolor.
Y también por sonreír cuando el caos está en nuestra casa.

No es tu culpa. Lo sé. Tú y yo sabemos que algunas personas nacen rotas.

Te amaré siempre.

—Valentína.

Mujer HuracánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora