Capítulo I: La Vampiresa Enmascarada

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Ella era uno de los miembros más antiguos de su clan, también uno de los más temidos, a causa de su máscara, que le cubría casi todo el rostro y solamente daba a conocer su cabello, negro, liso y largo, tanto, que casi le llegaba hasta los muslos. Lo único que se podía ver de su rostro eran sus ojos, unos ojos verdes muy profundos, lo que causaban un enorme temor a los miembros jóvenes del clan.

Pero ellos ni siquiera se imaginaban que detrás de esa fachada de asesina sin corazón y mujer terrible, se hallaba alguien que tenía buenos sentimientos, muy capaz de dar amor a los demás. Una noche, mientras patrullaba la zona, como todas las noches, para evitar que los Hombres Lobo los cazaran, ella pasó cerca de una iglesia y se encontró con un grupo de tres de ellos.

Solamente conocía a uno de ellos, llamado Milnor, uno de los fundadores de la raza licántropa y supuso que los otros eran recién iniciados, entonces dijo:

—Amigos, ya se han propasado del límite de la desesperación. ¿Enviar a los recién iniciados a patrullar?

—Tú sólo preocupate por cómo quieres que sea tu funeral— dijo Milnor, muy chocante.

Ella sacó sus armas y ellos se convirtieron en sus formas bestiales, entonces, Sofía comenzó a disparar sus balas de plata, acabando fácilmente con los más jóvenes y dejándola sola contra Milnor. Estaba lista para atacar, cuando de repente, se dieron cuenta de que una joven había visto todo y unos segundos después, Milnor ya no estaba, ella intentó acercarse a la chica, que estaba frente a la iglesia, pero ella huyó, dejando una cesta cubierta en el lugar.

Sofía, vencida por la curiosidad, se acercó a donde estaba el que para ella, era muy raro empaque, pero al levantar la sábana que cubría la cesta, se sorprendió mucho, pues era un bebé pequeño. Entonces pensó que lo mejor era llevarlo a la mansión en donde vivía su clan y tenerlo bajo su cuidado.

Al llegar a la mansión con el pequeño en brazos, ya que había desechado la cesta en el camino, fue a hablar con su hermano Kratos, para que la dejara cuidarlo, a lo que él, indignado, respondió:

—¿Cómo se te ocurre traer a un ser tan inferior al hogar de nuestro clan? ¿Acaso has enloquecido?

—No, no es así— dijo ella—. Sé que lo que te estoy pidiendo es un poco descabellado, pero yo haré todo lo posible porque no se note que hay un bebé en la mansión.

—Está bien, te dejaré tenerlo aquí. Pero si alguno de nuestros miembros se queja de su presencia, te voy a pedir que lo mates o lo conviertas en vampíro.

—Acepto tu trato, Kratos— dijo ella, muy seria—. Pero lo único que te voy a pedir es que nunca le hagas daño, porque si lo haces lo tomaré muy mal y créeme que acabaré con tu miserable vida.

Después de eso, se marchó de ese lugar lo más pronto que pudo, estaba un poco contenta, pues había conseguido salvarle la vida a ese niño, llegó a su habitación, lo acostó en su cama y se puso a su lado y se preguntó a sí misma:

—¿Cómo lo voy a llamar? Es tan difícil hacerlo, pero tendré que ponerte un nombre, uno que te quede bien. ¡Ya lo tengo, te vas a llamar Ángel!— esto último lo dijo en voz baja, porque él estaba dormido y no quería que se despertara por los gritos que estaba dando en ese momento.

Se marchó de allí, no sin antes dejar la puerta de su habitación bien cerrada, para que nadie molestara al niño mientras dormía y siguió patrullando en su zona.

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora