XVI

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Al igual que en mis momentos de pérdida, había días buenos y malos, sin embargo, este camino no era simplemente oscuro, sino que tenía recovecos, cientos de lados que tomar, había sonidos aterrorizantes, manos que querían arrastrarte hasta llevarte hasta los más fondo de ti. ¿Era esquizofrenia? ¿Era mi mente totalmente colapsada ante tantas memorias? ¿Era la muerte la que me esperaba al final del recorrido o la salvación?

Acostumbrarse a aquellos instantes que parecían perdurar una eternidad, era una pesadilla. En realidad, no existía tal forma de "acostumbrarse", solo me tambaleaba hacia delante, sin saber con seguridad si lo que ocurría, lo que escuchaba, era real. Casi podía agradecer que las mayoría de las veces en que mi mente me engañaba era a través de esos monstruos y no tan constantemente consistían en situaciones cotidianas como había ocurrido la primera vez cuando aquellas manos invisibles me tomaron del cuello o como cuando leí erróneamente que Rose estaba viva. Sí, era peor, pero contradictoriamente, era mejor, era tan malditamente mejor que creer que las únicas personas en las que creía, podrían traicionarme.

>>−Confié en ti... Creí que tú, que ustedes no me traicionarían, ¿acaso no confían en mí? ¿De qué les sirvo? ¿Solo quieren info...? –No podía calmarme, quería seguir gritando pese a que mi voz estaba demasiado gastada y ronca, esa amargura permanecía en mi garganta.

−Lilith, jamás sabes cuándo callar. −Fue Azael quien habló, pero Race quien cubrió mi boca para que dejara de hablar. A penas era capaz de moverme, puesto que me había rodeado con sus brazos, apretándome contra su cuerpo con una fuerza que era superior que la mía.

Y por primera vez, frente a ambos, sentí miedo.

Tenía miedo de que me lastimaran, incluso Race.

Ese sentimiento de terror se aferraba a mi corazón en cada paso en que él se acercaba hasta mí. No dejaba de resistirme, intentado alejarme de ambos, ¿eran ellos? ¿Por qué me hacían esto?

−Nos diste la información que necesitábamos –Esas palabras dichas por Race rompieron en mil pedazos mi corazón. No había ningún tipo de emoción en su voz, me trataba de la misma manera en que lo había hecho la primera vez. Presionó aún más mi cuerpo contra su espalda, uno de sus brazos enlazándose a la altura de mi estómago. Quería llorar, la impotencia era desbordante, era una verdadera pesadilla.

Las visiones llegaban, iban a grandes y escalofriantes criaturas que murmuraban en mis oídos, y aparecían en las esquinas de las habitaciones. Pesadillas, alucinaciones, pesares, nuevamente me habían hecho retroceder a un deterioro mental y físico innegable, donde era consciente de ello todo el tiempo. Esos escasos momentos que solo duraban dos o tres minutos, generaron que mi poco avance de dormir de noche, solo se esfumara. Podía agradecer a mi temperamento y personalidad el hecho de no haberme dado por vencida, porque aunque recibía el apoyo de los demás, quien a fin de cuentas debía salvarme, no era más que yo.

Había pasado casi una semana, donde la palabra "adaptarse" parecía ser la clave, sin embargo, debido a mi retroceso, mis compañeros no podían avanzar. Seguía odiándome por no ser tan fuerte, estaba tan llena de rencor, frustración, que no sabía qué hacer con tan malas emociones. A pesar de eso, había decidido no encerrarme en mi habitación como una cobarde, a no ser que mi cuerpo me obligase, pasaba las horas con los demás, ayudando en la limpieza, escribiendo, incluso cocinando, cualquier cosa que me distrajera al menos por un segundo. Entre todos llegamos a un acuerdo de que por mi seguridad y el bien de los demás, las puertas se mantendrían cerradas con llave de noche, y no iría al exterior sola. Parecía una niña.

El infierno de Lilith| 2 | Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora