PREFACIO

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— ¡E-espera! — rogaba el hombre mientras se arrastraba por el suelo del último vagón del tren que seguía en marcha.

— ¡Te daré mucho dinero! ¡Mu-mujeres! ¡Todo lo que quieras! — seguía rogando tratando de alejarse inútilmente del psicópata que tenia en frente.

El movimiento del tren parecía ir a favor de su atacante, quien se movía lentamente entre las sombras del pequeño vagón donde estaban.

— ¡Por favor! ¡T-tengo familia! — gimoteó en un último intento de amilanarlo.

Un grito horrendo, mezclado entre dolor y risas se extendieron a lo largo del último vagón del tren. Las personas que viajaban en el vagón adyacente a este, escucharon un leve ruido, pero por lo tenue que se escuchó lo relacionaron a un sonido que tal vez había viajado con el viento hasta ellos.

El cuerpo del hombre estaba pálido, definitivamente el frio del invierno estaba haciendo su trabajo en cuanto a congelar la sangre, debía alegrarse por eso, al menos así no olerían la sangre rancia del cadáver.

Miró sus manos que estaban manchadas de sangre y adornados por unos pequeños cortes al borde de su muñeca; ese hombre, aun siendo mucho mas alto y robusto que él, podía haberlo derribado de un solo golpe pero la lentitud con que se movía fue su desventaja, a diferencia de él que solo le bastó con tumbarlo al suelo para dejarlo totalmente indefenso.

Miro a su víctima desangrándose lentamente mientras comenzaba a salir un leve vapor de su boca, definitivamente el invierno era la mejor época para matar, pero aún si nadie revisaba el ultimo vagón por ser el lugar donde guardaban la basura o objetos de limpieza rotos o inservibles que nadie usaba, tenia que esconder el cadáver para evitar problemas. 

Se dirigió a una de las esquinas del vagón, acercándose hasta donde estaban unas cajas apiladas junto a unos palos de escobas, detrás de estos había guardado su mochila con sus cosas para mantenerlas seguras y fuera de la vista de las personas, el último vagón comenzaba a convertirse en su almacén personal, donde guardaba sus armas y ocultaba algunos cadáveres. 

En cierta forma su mochila parecía un bolso mágico, quien diría que dentro de ella cabería un bate pequeño de béisbol bueno, casi por completo ya que el mango del objeto se escapaba por la cremallera de la mochila.

Devolvió su mochila a su lugar y se encaminó de nuevo junto al cadáver que ya había terminado de desangrarse por completo, esta vez con el bate en la mano derecha.

Algo curioso del cuerpo humano, es que si bien los huesos son fuertes y resistentes a los golpes que obtenemos durante accidentes o lesiones, pueden fácilmente volver a unirse con un yeso y reposo, pero hay ciertos huesos se eximen de esta regla, y era una suerte que él supiera cuales eran esos huesos.

Se acuclilló con lentitud junto a la parte inferior del cuerpo muerto para comenzar a buscar las partes débiles. Las piernas estaban tensas, al parecer el idiota había puesto toda su fuerza en sus piernas con la esperanza de poder levantarse y defenderse, que idea mas estúpida.

Las rodillas parecían blandas por estar solo unidas con cartílago, y tal vez también por la edad del tipo. Levantó la mirada y examinó el rostro del hombre, de seguro por el bigote y los pliegos que tenia en su frente y papada debería de haber tenido unos 40 años.

— Mierda, debería haberle preguntado si su familia estaba dentro del tren — se quejó mientras remangaba la basta del pantalón y comenzaba a golpear con el bate el fémur de la pierna derecha del cuerpo.

Bastó con solo 2 golpes para romperlo en dos.

— ¿Debería matarlos a ellos también si los encuentro? — se cuestionaba en voz alta mientras terminaba de romper el otro fémur de la pierna restante.

Ahora con los fémures rotos el cuerpo se reducía a unos 62 centímetros desde la cintura para abajo, solo faltaba romper la caja torácica (costillas, columna vertebral y esternón) para poder reducir el cuerpo a un tamaño en que pudiera meterlo sin dificultades en una de las cajas del vagón.

Se levanto de su lugar y se acercó hasta la puerta del vagón, afuera solo se veía el paisaje distorsionado por la velocidad con que se movía el tren, y la puerta con ventana del otro vagón que estaba delante de ellos. Limpió un poco la ventana para quitar el vapor producido por el hielo que tapaba la visión al otro vagón. La mayoría de los pasajeros parecían dormidos, mientras unos cuantos leían algunas revistas o simplemente miraban por la ventana. Aún tenía tiempo.

Volvió por el cadáver y lo arrastró hasta una caja cercana, para ser un hombre de 40 años no pesaba tanto como imaginaba, de hecho creyó que había sido simplemente suerte el que pudiera haberlo tumbado al suelo de un solo golpe. 

Pasó su pierna por encima del cadáver y se sentó sobre el regazo de este, escudriñando nuevamente el rostro del hombre, estaba pálido y frío lo que hacía que se desprendiera un vapor leve de cada poro de su cara debido al calor que aun escapaba de su cuerpo.

La chaqueta que el cadáver llevaba puesta le estorbaba así que la retiró bruscamente para comenzar con su trabajo.

Posicionó su bate justo en medio de las costillas, por donde pasa la columna vertebral, y comenzó a hacer presión suavemente para encontrar el espacio vacío que había entre ambas costillas encontrándolo poco después a unos centímetros más a la izquierda de donde había apuntado.

— Bueno, esto va a sonar horrible — comentó al vacío mientras alzaba el bate con ambas manos y enterraba la punta del objeto con toda su fuerza en el espacio vacío de las costillas.

El efecto fue horrendo, el bate se había clavado como un objeto punzante entre ambas costillas, haciendo un chirrido grueso cuando los huesos de la columna se iban rompiendo lentamente,  separando ambas costillas para dejar un chorro de sangre que brotaba como agua de un geiser. Se levantó rápidamente para evitar ensuciar del todo su camisa blanca, prenda errónea para venir a matar a alguien.

Se quedó unos minutos viendo como la columna terminaba de abrirse para luego acercarse al cuerpo y doblar las costillas una sobre otra como si de un papel se tratara.

Levantó el cuerpo ahora fraccionado en segmentos y reducido a unos 78-80 centímetros para tirarlo dentro de una caja cercana, terminando por cerrarla cuando logró que el cuerpo entrara perfectamente dentro de esta.

Ahora solo faltaba limpiar las manchas de sangre del suelo y de su bate. Lástima que ya estaba cansado y tenía hambre, tal vez la limpieza podría esperar un rato, aparte tenia ropa extra dentro de su mochila que podría usar para salir a buscar algo de comida en el vagón del bufet.

Volvió a buscar la mochila detrás de las cajas para sacar la ropa que usaría ahora, encontrándola en un bolsillo exterior. Una vez cambiado y arreglado su cabello, se dio por salir del vagón con la mejor sonrisa posible, sobresaltándose un poco cuando al abrir la puerta se encontró con un joven de brazos cruzados que lo miraba mal.

— ¡¿Dónde te habías metido idiota?! — le regañó el joven que estaba fuera del vagón.

JOON EN: PERSECUCIÓN HACIA ATRÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora