La infiel

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Su marido había salido sin decirle adónde iba. Pero a ella no le importó tampoco. Debía haber ido a hacer unas compras. Cada vez que salía así, de bruces y sin avisar ni decir nada, generalmente, cuando volvía, traía consigo varias bolsas del supermercado.

Entonces, aprovechó el tiempo en que tenía disponible el silencio y la tranquilidad de su casa para sentarse a corregir. La mujer era profesora de lengua y literatura. Sin embargo, también se había recibido de maestra hacía unos pocos años, por lo que enseñaba lengua y literatura en la escuela secundaria y también en la primaria, donde yacía ejerciendo una suplencia.

Caminó a la cocina con el maletín en mano y lo dejó a un lado de una de las sillas que acompañaban a la redonda mesa. Enseguida tomó un control remoto y apagó, junto a un suspiro de fastidio que permitió salir por sus narices, el televisor que su marido había dejado encendido antes de salir. A continuación, se sentó en la silla, abrió su maletín y se puso a buscar las hojas que los chicos de primaria le habían entregado. Cuando las encontró, las colocó arriba de la mesa y un ruido seco describió un eco en la habitación. Junto a las hojas, ubicó su cartuchera y de ella tomó una lapicera roja. Del pilón de folios, se aproximó el que se hallaba arriba de todo y se puso a leer y a corregir detenidamente.

  La que lloro sangre

 

Havía una ves una pareja de nobios que se querían mucho y se amaban tanto, tanto que se terminaron cazando y se fueron a vivir juntos a una casa lejos de la capital. A medida que el tiempo fue pasando, el amor se fue gastando tanto que el la terminó engañando con otra. Cuando se entero, ella comensó a llorar sangre y a pintar las paredes de su casa con la sangre que lloraba pero el se acía el estupido y el que no savía nada. Entonces ella se cansó y se terminó matando de un disparo. Pero a el no le importo y se fué con la otra nobia. Fín.    

Sólo tuvo que pronunciar la última palabra para que una gota roja cayera sobre la hoja que yacía corrigiendo. Miró extrañada su lapicera pensando que podía estar perdiendo tinta, sin embargo, estaba en perfecto estado y no tuvo por qué descargar insultos sobre aquélla. Y otra gota colorada se desprendió de algún lado y manchó nuevamente el folio. Entonces un escalofriante asombro colmó su cuerpo cuando más gotas rojas fueron cayendo, una tras otra, y terminaron pintando enteramente el cuento. Pero no porque hubieran ensuciado el folio de la alumna sino, porque pudo presenciar cómo una maldita humedad parecía ir corriendo por sus mejillas como... ¡lágrimas! Eran lágrimas de sangre... Y levantó su mirada velozmente mientras trataba de relajarse. Sin embargo, lo que logró observar al instante de haber elevado sus ojos, obligó a que su corazón se agitara e iniciara un enérgico palpitar desesperante alterando también su respiración. Chorreando desde el cielo raso hasta el piso, las paredes de la cocina fueron tiñéndose de un audaz rojo sangre que parecía quemar más que el vivo fuego. La mujer se sumergió en la desesperada locura maldiciendo a su marido una y otra vez. Se levantó del asiento y empezó a desparramar todo mientras asemejaba estar buscando algo que encontró luego de haber revuelto la cocina toda: un revolver.

Al momento de sentir el disparo en la sien, la mujer saltó de su cama y ahogó un grito en medio del terror a la muerte que menos había esperado soñar. Miró hacia su costado y le pareció ver a su marido durmiendo tranquilo a su lado. Por lo cual, se sentó en la cama y tomó, del cajón de la mesita de noche, el revolver que tenía guardado. Con éste en ambas manos, se irguió y, en medio de un nerviosismo que la hacía temblar de pies a cabeza, apuntó al hombre que yacía durmiendo bajo las sábanas. Entre concentrada y dubitativa, fue acercando sus dedos índices al gatillo...

Entonces se escuchó un tiró que resonó en el dormitorio entero y la mujer cayó sobre la cama salpicando las blancas sábanas con la sangre que le salía a chorros del dorso de su cabeza. Sin alcanzar a dudarlo un segundo más, el viudo homicida le apuntó al hombre que se había despertado de un sobresalto y le descargó, en la frente, su última bala.

Las paredes se pintaron de sangre...

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2015 ⏰

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