Capítulo 20: Miedos

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¿Alguna vez has sentido

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¿Alguna vez has sentido... que los momentos son efímeros?

Como si estuvieras moviéndote por el mundo, pero sin formar parte de él. Y cuando reaccionas, las cosas ya no son como antes. Han cambiado. Todo ha cambiado y no sabes cuándo pasó. En un instante era todo y al otro se convirtió en nada. Tan fugaz como el aleteo de una mariposa.

Así me siento ahora.

—Y luego le dije: Oye, relájate. No me besé con tu novia.

Volteo hacia la izquierda donde se encuentra Trent. Está contándole a los chicos alguna anécdota rara.

No me siento parte de la conversación. Y no, no es por las tonterías que suelta, sino por algo más.

—Ce —Toca mi hombro—. Hora de ir a clases.

—Ah, sí —Me pongo en pie.

—¿Te encuentras bien? —pregunta dándole un trago a su jugo de arándanos.

La verdad no lo sé. Le sonrío amable.

—Todo en orden.

No parece convencida más no pregunta. Dejamos a los chicos atrás para adelantarnos al salón. La clase de francés es aburrida. Apenas entiendo lo que dice. Opté por elegirla porque quería aprender otro idioma. En algunas provincias hablan francés, pero a mí no me interesaba en absoluto. Ahora veo por qué.

Muchas palabras se parecen y mi cerebro no puede procesarlas todas a la vez.

La mitad de la clase me la pasé distraída y la otra mitad preguntándole a Summer qué decía el profesor. Guardo las cosas con calma, ignorando el intenso dolor en mis articulaciones. Al moverme, estas duelen de forma inexplicable. A veces es soportable y en otras ocasiones me hace gritar.

Cuelgo la mochila a mi hombro, bajando las mangas de mi blusa. No quiero que los moretones se vean. Últimamente aparecen por todas partes.

Mi blusa amarilla favorita ha sido mi salvación.

—¿Estás lista?

—Sí, andando.

Los chicos tienen práctica, por lo que Summer se ofrece a acompañarme a casa. Hacer algo tan cotidiano como esto me hace sentir normal. 

—¿Ya sabes cómo se lo dirás? —cuestiona lanzando un brazo sobre mi hombro.

Frunzo los labios.

—Bueno, lo estuve pensando...

—Nada de pensar, Ce —me reprende—. La vida se trata de actuar.

—No puedo llegar de la nada y decirle «me gustas».

—¿Cómo qué no? —Me suelta deteniendo sus pasos—. Si fuera tú lo habría hecho desde el primer segundo que lo conocí.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora