6. Timbre

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Jotaro se había despertado fácilmente, cosa que no le solía ocurrir a menudo. Sacó a Star Planinum para hacer la cama, se vistió con el uniforme recién lavado que su madre le había dejado en la silla de la habitación. Se miró al espejo para colocarse la gorra y observar su rostro durante unos segundos. Jotaro no era presumido, ni le solía preocupar su aspecto de forma anormal, pero aquella mañana se veía algo más apuesto que de costumbre, estaba de buen humor aunque su expresión seguía tan seria como todos los días. Solo una par de personas cercanas a él podían adivinar con precisión somo se sentía.

Solo de imaginar que a partir de ahora iría al mismo instituto con el chico de pelo rosado que tanto aparecía en sus pensamientos se le producía un extraño calor agradable en el interior de su cuerpo.

No desayunó, ni se despidió de su madre, solo salió de casa rápidamente y tomó el camino hacia el edificio.

Primera clase, biología. Estaban dando el tema de los animales acuáticos, y fue la única vez que Jotaro prestó atención, ya que aspiraba a convertirse en biólogo marino en el futuro.
Otras dos horas de profesores hablando con palabras que el estudiante no se molestaba en comprender, y en las que se la pasaba mirando por la ventana, haciendo garabatos en las últimas hojas de la libreta de matemáticas, o simplemente mirando a la pizarra fingiendo que era capaz de comprender el significado de todas esas letras desordenadas.

Por alguna razón evitaba pensar en Kakyoin, aunque le costaba demasiado dejar de visualizar ese curioso mechón rosa moverse mientras caminaban, y su calmante voz estirarse por el viento hasta entrar con suavidad en su sistema nervioso.

No se había dado cuenta, pero muchos los alumnos tenían la cabeza girada hacia el pupitre de aquel gigante pensativo. Había faltado a clase casi todo un trimestre y nadie se atrevía a acercarse a preguntarle que había pasado, ya que no tenía lazos estrechos con nadie en concreto y su fama de matón mantenía alejados a los entrometidos.

El único problemas eran las chicas. Una vez que sonó el timbre que indicaba el descanso Jotaro salió de su burbuja de imaginación y se apresuró a recoger todos los libros que había sembrado sobre la mesa, algunas de ellas se pusieron a cuchichear a su paso, otras mas inteligentes simplemente se apartaron de su camino para evitar problemas. Jotaro daba miedo a todo el mundo tanto por su apariencia como carácter, no era sádico ni mucho menos, pero no dudaría en plantarle tres puñetazos a quien se cruzase inoportunamente en su camino.

Salió del salón a paso ligero, y ya que su estatura le permitía ver por encima de las miradas de la mayoría de alumnos sabía perfectamente donde estaba la clase de Kakyoin. Quería comprobar si había venido al instituto a pesar de la discusión con sus progenitores, y apartaba bruscamente el pelotón de jóvenes que le impedían el paso. El estrecho pasillo estaba lleno hasta el techo a esas horas de la mañana, y justo cuando iba a alcanzar el cuarto una manada de mujeres salvajes comenzaron a agobiarle de nuevo con sus insoportables chillidos.

-¡Ahh Jotaro estás aquí!-
-¿¡Por fin volviste para vernos?!-
-¡Seguro que volvió por que nos echaba de menos!-
-¡Me echaba de menos más a mi!¿A que si Jotaro?-
-¡No! ¡Jotaro volvió por mi!-
-¿Que te ha pasado para que faltases tanto tiempo a clase?-
-Eso eso, ¿Estás bien Jotaro?-

Las detestables alumnas continuaban preguntando sin malicia, pero de forma insoportable con sus agudas y perforantes voces en forma de agujas que revolvían el cerebro de aquel desafortunado hombre. Se empujaban y discutían para ver quién podría ganarse la atención de Jotaro, no dejaban de repetir su nombre como un disco rayado, hasta que éste se alzó para apartarlas.

-¡Callaros de una vez, no tengo tiempo para estas estupideces!-

Las sonrojadas y escandalosas mujeres cerraron la boca de un instante a otro, probablemente dándose cuenta de lo molestas que eran, o tal vez por miedo de salir volando por la ventana a la próxima vez que se acercasen. Se quedaron ahí, susurrando entre si sobre lo ocurrido, y el nombrado siguió su camino hasta llegar a la puerta del aula en la que estudiaba su querido compañero.

Un Latido ; JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora