Capítulo XII

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Una pizca del pasado.

Samuel se queda mirándome fijo, con lastima y toque de lamento.

—Así fue como empezó el inicio de mi ultimo año en el instituto... —cuento y enciendo un cigarrillo ya de memoria.

—Él... —aclara su garganta y corrige— ¿Dániel por qué lo hizo? —Averiguó después que le había contado el inicio de mi peor año; la muerte de mi hermano.

La fresca brisa de la playa calma todo a pesar de los ruidos de las pocas personas transitando frente a nosotros en dirección a la feria.

Samuel me mira con atención como si estuviese a punto de contarle la mejor historia de todas.

Tomo una bocanada de aire condimentada con la nicotina del cigarrillo.

—Cuando lo hizo, pensé que había sido por... depresión, tristeza tal vez. Pero nunca nadie pensó que él podría haber sufrido de un enfermedad tan mierda como el cáncer —pego el cigarrillo en mi boca—. Dejó notas que sirvieron como señuelos para despistar lo que realmente había planeado contra un imbécil que ahora está en la cárcel.

Samuel asiente y sé que no entiende casi nada por eso pregunta:

—¿Y qué tenías qué ver tú en eso?

Dejo salir una risa irónicamente porque era esa la misma pregunta que me repetía esa noche en el baile.

—Yo... —recuerdo lo mal que estábamos la noche que dio bandera de inició a todo—. Nosotros robamos una mercancía.

—¿Mercancía?

—Drogas —aclaro y Samuel asiente no muy sorprendido—. Le robamos las drogas al sujeto que ahora está en la cárcel. Aún no recuerdo muy bien por qué pero fue porque Dániel se dio cuenta de lo que tramaba Chuck en contra de él —los ojos achinados y cafés vuelan fugazmente porque ese era el plan que tramaba el bravucón desde un principio—, eso nos llevó a chocar un auto y terminar perdiendo la droga, y después...

Bajo la mirada y parpadeo prolongadamente para tratar de recordar mas que solo facciones borrosas del pasado.

—¿Por qué te cuesta tanto? —Inquiere Samuel al verme cerrado con la mirada en el suelo.

—Esa noche un auto me arrolló —digo volviendo para mirarlo. Samuel se tira para atrás asombrado, podía ver como después de esto no estaría mas conmigo, sonaba a que había huido de mi pasado de mierda y, era cierto.

Niego y juego con el cigarrillo que yace entre mis dedos; caen los restos de pequeñas tizas rojizas y vuelan hasta que se desvanecen convirtiéndose en cenizas opacas. Supongo que si seguía así, terminaría como esas cenizas, desvaneciéndome...

—¿Solo por eso estás así? —Pregunta con un tono curioso—. Lo admito, tu pasado fue un jodido desastre —me mira y se da cuenta que se le pegó la grosería—, fuiste un tonto en el pasado porque seguiste el camino de alguien que sabía que moriría en cualquier momento, él no tenía nada que perder al contrario de ti.

Desprendo una risa áspera y seca.

—Si hubiese sabido antes que él tenía cáncer y que moriría pronto... —pauso y observo a Samuel, se ve tan seguro de sus palabras, de que nunca ha sacrificado nada por alguien—. Yo aún así lo habría seguido, porque eso hacen los amigos.

Los dos no quedamos mirándonos, Samuel sentado relajado, analizando mis palabras y yo, sintiendo que por primera vez puedo hablar de esto sin ningún temor.

El chico de ojos azulados baja la mirada, parece afligido por lo que yo dije.

—Pero el causante de esta actitud de mierda no termina ahí. No, aún no termina ahí —digo. Levanta la vista redonda y curiosa. Pienso en lo que estoy por contar, en todo el sufrimiento del que estoy por hablar, es lo que me atormenta—. Meses después de Dániel falleciese yo seguía mi rutina aburrida, hasta que, en el instituto un día Ethan y yo casi arrollamos a una chica, no lo hicimos claro, solo estuvimos cerca. Bueno, en sí era una mas del montón, como lo son todas antes de conocerlas... Pero ella tenía algo diferente, ella llevaba una de estas pulseras —señalé mi muñeca donde aún estaban las dos. Samuel frunció su ceño, extrañado.

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