Capítulo tres

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—¡Le digo que me siento bien!

—Pastor por favor debe obedecer mis indicaciones.

Saul se encontró con este donoso espectáculo apenas ingresó a la habitación.

—¿Pueden explicar que pasa aquí?

—Hijo, el doctor quiere convertirme en un viejo decrépito que no debe hacer nada ni pensar nada.

—Un momento pastor —, interrumpió el médico acercándose al visitante y estrechando su mano —Soy el doctor Reynaldo Cuellar y su padre es mi paciente.

—Disculpe doctor pero el hecho de que sea su paciente no le da derecho a prohibirme que me mueva —. Replicó el anciano con un dejo de sarcasmo.

—Pastor entienda, su corazón se encuentra débil y no debe esforzarlo...

—¡Hijo!, diez minutos atrás me encontraba limpiando el jardín —. Santiago Robles cortó la perorata del doctor y agregó gesticulando una mueca de desagrado : cuando llega este caballero y me obliga a regresar a mi cuarto y guardar cama ¿Esto te parece justo?

—Nada de eso pastor, usted debe reposar y mientras no indique lo contrario no hará nada —. Habló con firmeza, como para que no quedarán dudas, después salió afuera.

Saul lo acompañó, cuando llegaron al portal metálico que da salida a la calle, el doctor volviendo la mirada le dijo :«Joven escucheme, dos semanas atrás su padre sufrió un preinfarto, por suerte muy débil, pero no hay duda alguna de que se repetirá si el no deja de ser tan impulsivo. Su padre —continuó después de dejar pasar unas fracciones de segundo y suspirar forzadamente, como dando a entender que siempre era el quien debía dar las malas nuevas —, aunque es delgado por la constitución misma de su organismo tiene un alto índice de colesterol, tal es así que una de sus arterias coronarias está obstruida, a esta patología se la conoce como arteriosclerosis»

—¿Mi padre necesita operarse? —. Preguntó Saul midiendo sus palabras.

—No necesariamente, por la edad y por la debilidad de su corazón deberá reposar mucho, evitar alimentos grasosos y condimentados; su medicación y una dieta controlada serán la clave para que su viejo corazón responda mejor.

—Muy bien doctor así se hará.

—Otra cosa, nada de esfuerzos, demás está decír que evite las impresiones fuertes. ¡Ah!, vigilelo porque es goloso con con las frituras y los salados.

El galeno entró a su auto y lo echó a rodar.

—Papá, usted no esta cuidando su alimentación.

—Pero déjame lo poco que me queda por vivir.

—Papá le propongo algo.

—¿Que?

—Prometo escribir una novela en base a los apuntes que me siga dando, a cambio de que usted se someta a las indicaciones del médico.

—Me parece justo —. Respondió el anciano sonriendo y le guiño el ojo porque sabía que trato o no, este no desperdiciaria una historia como la que iva a escuchar. —Entonces continuemos —. Replicó animadamente. Saul asintió a la vez que sacaba de su mochila un fajo de hojas blancas y los acomodaba sobre la mesita.

—¿Listo? —. Insistió el pastor muy animado.

—¡Si!

—¿Donde me quedé? —. Dijo pensativo y continuó : «La jovencita que tiempo después llegaría a nuestro barrio iva a ser como si el destino jugara con nuestras vidas la mujer de sus sueños. Fue amor a primera vista, algo difícil de explicar pero que existió, que fue real. Esa mañana Julián observaba con insistencia a la muchacha nueva que se sentaba en la primera fila de asientos, nunca la había visto, rápidamente averiguó que se llamaba Ninon, que era hija única del pastor Carlos Mendieta, un predicador influyente en la iglesia y que estudiaría su carrera universitaria en el país, también se enteró que iva a vivir en los cuartos existentes detrás de la iglesia. Julián bordeaba los veinte años, estudiante de arquitectura; sus padres eran comerciantes y ambos tenían sus puestos de venta en uno de los más céntricos mercados de la ciudad»

En vísperas de la muerte de un gran amor (completo) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora