Eva:
La alarma sonó a las 7.00 de la mañana, tenía una hora justa para prepararme antes de coger el metro. Cogí el horroroso uniforme recién planchado que me obligaban a usar aún en 2° de bachillerato y me lo puse ahogando las arcadas que me producía. Llevar corbata y chaqueta era del siglo pasado. Mi pelo se veía horroroso ese día pero no importaba porque iba a llover según la del tiempo así que se me iba a estropear de todos modos. Me hice dos trenzas de raíz a los lados y me lavé la cara antes de salir del baño. Mi madre entró en el cuarto para despedirse de mí antes de ir al trabajo con una sonrisa en la cara, ojalá a mí me entusiasmase tanto la idea de ir al instituto. Levanté el dobladillo de la falda y abrí la cremallera de un pequeño bolsillo que pegué en la parte posterior de la falda para guardar cosas útiles: la pequeña navaja por si alguien tenía los huevos de creer que me podía hacer algo, mi móvil, veinte euros por si las moscas, un paquete de chicle de menta fuerte y mi pequeño bloc de notas con un mini boli que no falte.
Recogí mi mochila y bajé las escaleras a toda velocidad, crucé la salita y llegué a la cocina. Mi padre salió escondido tras la puerta y me intentó pillar entre sus brazos, yo hice algo extraño con los míos queriendo parecer una profesional del karate y escapé de él. Se rió con fuerza.
— Bueno, bueno, vamos con prisas ¡eh!—dijo mientras se secaba las manos con el paño de la cocina–. He preparado unas tortitas como las que te gustan para antes de tu último examen del trimestre, ya sabes que el anterior no te salió muy bien así que espero que este lo lleves bien.
—El examen es mañana papá, pero gracias—respondí sirviéndome un buen plato.
Él se pasó la mano por su cabellera oscura y sonrió tímidamente.
—Ah.
—Tranquilo, me saldrá bien— le dije dándole un par de palmadas en el hombro con la boca llena.
Todavía me quedaban tres puntos del tema para estudiarme pero si no había inconvenientes me los podría estudiar sin problema. Es verdad que estos exámenes no me estaban saliendo tan bien como querría y mi madre se estaba poniendo nerviosa pero es que me sentía estresada y con ganas de acabar.
Disfruté del desayuno y se me pasó el tiempo volando así que la última tortita casi que me la tragué entera. Achuché a mi padre entre mis brazos, era la única persona a la que abrazaba.
Salimos los dos por la puerta, él ya se iba a trabajar y yo cogía el metro hacia el colegio en dos calles más adelante. Se despidió de mí y mi falda vibró, el móvil, alguien me estaba llamando. Lo desbloqueé y el nombre de Ana salió en la pantalla de inicio, presioné el botón verde esperando a que hablara. Nadie habló y cuando estuve a punto de colgar, Ana gritó contra mi oreja.—¿¡Hola!?
— ¿Hola?
—¿Por qué no hablabas?— preguntó histérica.
—Me has llamado tú.
—¿Y qué?
Pasaba de sus estúpidas preguntas.
—¿Qué pasa?
— Hoy Fernando no puede venir por un tema familiar o algo así, te necesitamos para que lo cubras en el comedor.
Hacía 2 años que trabajaba en el comedor social, era simplemente mi sitio favorito en la tierra. Nadie sabía que trabajaba aquí y probablemente nadie se creería que trabajase en un sitio que implicara ayudar y ser amable con las personas aunque verdaderamente todos los que dirían eso no me conocían (Y créeme, eran todos. Bueno excepto Ana) Ana era la chica con la que trabajaba en el comedor social, ella nos definía como amigas y yo... bueno me caía bien. Tenía un par de años más que yo y trabajaba en una ferretería que heredó de su familia. De apariencia era una de las chicas más guapas que había visto; su tez blanca deslumbraba sobre su cabellera negra ondulada y sus pecas en la cara le daban el aire de elegancia a su rostro que le arrebata la mecha azul en su pelo y sus cinco piercings en la oreja derecha. Era unos centímetros más bajita que yo y también mucho más delgada, solía vestir ropa ajustada y tacones altos para aumentar su estatura. En cuanto a su personalidad no sabría que decir, Ana era muy enérgica, nunca paraba mientras trabajaba así que supongo que no era diferente fuera del comedor. Ella y mi madre eran las dos personas más alegres e inquietas que conocía, creo que ese era un punto que me unía a ellas pero en comparación con lo que me alejaba era insignificante.
— Está bien, estaré allí a las 20:00h.
— ¡Perfecto! Gracias, corazón— gritó de nuevo.
Puse los ojos en blanco y me volví a guardar el móvil en su sitio, de paso me metí un chicle en la boca para así disimular que no me había lavado los dientes. El cielo sobre mi cabeza se nubló casi al instante y me maldije para mis adentros por no haberme cogido un paraguas cuando sabía que iba a llover. Corrí lo más rápido posible pareciendo una trucha en un pequeño riachuelo, llevar una mochila no favorecía mi forma de correr en absoluto. Cuando por fin llegué a la parada, llegó el metro unos segundos después y al entrar en el interior se puso a llover afuera con mucha más fuerza, justo a tiempo.
El metro estaba hasta arriba de gente, busqué un lugar donde hubiera la menos gente posible y encontré un claro unos metros más allá donde había una barra para agarrarse. Mi mochila pesaba sobre mis hombros así que la dejé caer en el suelo con un golpe que hizo que la gente a mi alrededor me mirara. Flexioné las rodillas y me apoyé en la barra de metal, luego...
... luego le vi.
Nota de la autora:
Podéis tener vuestra propia idea de lo personajes pero por si necesitáis una imagen propia de cada personaje os iré dejando fotos de celebridades de las que podéis coger una idea.
Eva:
(Julia Stiles)
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Heridas
RomanceRaquel es una chica que tuvo que construir una coraza alrededor de su corazón para que nadie más pudiera tirar piedras sobre él. Samuel es un chico que tuvo que convertirse en un hombre mucho antes de lo que debería haberlo hecho y que supo manejar...