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Si había algo me gustaba desde que era pequeña, es la sonrisa de papá

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Si había algo me gustaba desde que era pequeña, es la sonrisa de papá. Madre, siempre decía que eso fue una de las causas por lo que se enamoró de él, y no lo voy a negar. Tiene ese encantamiento, que raramente se puede ver en un hombre de cincuenta años. Tristemente, ya no lo recordaba mucho. Y eso fue una punzada en mi pecho, ya que mi memoria no podía retener, ni siquiera como se formaba esa curvatura en sus labios, donde dejaba mostrar esos dos hoyuelos. Me odiaba por eso y mi poca capacidad de recordar esos momentos que lo compartíamos juntos. Sin embargo, cuando se trataba de mi trabajo, aunque yo no lo diría de esa forma. Sino mi amor, por un determinado campo, de la ciencia social. Recordaba hasta las fechas de los nacimientos de las culturas, eras, teorías del nacimiento de estas, las vasijas que encontramos con mi grupo la semana pasada en un centro arqueológico en San Martin, su estructura, forma, en que cultura se formó, todo lo que se podía mencionar de una simple vasija, hasta la que encontramos hace cinco años. Hablaría de una cultura detalladamente, su mitología, clases sociales, orfebrería, etc. Pero no recordaba como era la mirada de mamá cuando estaba triste, o la mueca que formaba cuando algo no le salía bien a mi hermano. Ni siquiera recordaba cómo era la sonrisa (si es que la tenía)de mi prima, cuando me conto que era feliz en su matrimonio hace un mes, con tal que menciono que era feliz, deduzco que estaba contenta. Una persona feliz, no podía estar triste, cierto. Podía recordar una conversación, pero no la postura, muecas que realizaban al hablar con mi receptor.

Todos tienen defectos, solo que el mío afectaba a los demás. Quizás esa marcas, nos hacía diferente a los demás. Una vez escuche a mi amigo decir, que esa fallas que teníamos o nos gusta llamarlo así, hacía que dependeríamos de los demás. Tenía razón ya que yo dependía de mi pequeña cámara, que como a mí me gustaba llamar, era el congelador de momentos agradables o también desagradables. La vida consistía de tonos blanco y negro, no. Por lo que no tenía derecho a borrarlas.

–Sabes que ahora vas a tener que estudiar una nueva carrera ¿No? –se notaba como una afirmación, y yo lo sabía perfectamente, ya que Kuntor, tuvo que estudiar esa carrera, como requisito para ser un buen soberano del país.

–Ciencias políticas –respondí en voz baja, al que el asintió. –El parlamento, acepto con esta condición. Puede que comiences, en Agosto. O sino en Marzo del siguiente año. –yo levante una ceja, por su primera oración. Y al ver esa expresión en mi cara, levanto las manos en señal de rendición.

–Eres más inteligente de lo que creí. –soltó un bufido. Ese era el tipo de conversación que llevamos con mi padre. Y hay veces se comportaba como un niño, conmigo.

–No olvides, quien lleva tu sangre. Por si lo olvidaste –él iba a hablar más, pero lo corte cuando vi que abría la boca. –Y menciona, lo que dijeron los del parlamento. –susurro algo en voz baja pero no le hice caso, ya que quería mantener la mirada. Pero el saco un papel que me entrego.

–Hice un resumen, de lo que hablamos con ellos. Si es lo que podemos, llamar a eso de esa forma –le escuche decir, mientras revisaba el papel.

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