ryōmen sukuna

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• AD O1: volvemos al formato original de los oneshots.

• AD O2: no hay +18.

• AD O3: leve mención de Itadori, este capítulo es más de Sukuna.

C O M P A N I O N

De día amaba a uno y de noche a otro, totalmente opuesto al otro chico del que se había enamorado, pero su actitud carismática, su estrambótica personalidad y el evocador sentimiento de adrenalina que se desataba solamente cuando estaba ante su enigmática presencia, habían hecho que su corazón se dividiera en dos fragmentos.

Probablemente era un sentimiento algo complejo de asimilar para los demás, sin embargo, no para ellos si compartían el mismo problema; contener un ser maldito en su interior. La diferencia entre Yūji y Anzu radicaba mayormente en que el espíritu de la chica no suponía una amenaza para el mundo de la hechicería, como ocurría con Sukuna, además de que, era una parte de sí misma, eran las consecuencias de estar expuesta a demasiada energía maldita durante un extenso período de tiempo y a largo plazo; tú mismo acababas por ser mitad maldición. Era como su segunda personalidad, un cerebro y una voz con los que coexistía y que de vez en cuando manifestaban su presencia.

Aun así, albergar dicho ser le había salvado la vida más veces de lo que le gustaría admitir, por lo que Anzu, si bien repudiaba en parte aquella representación de ella, también agradecía por poseerla. Quizás al principio fue más un problema que un beneficio, pero cuanto más tiempo transcurría, más cómoda se hallaba existiendo con dicha presencia.

Y Anzu cada vez estaba más convencida de que dicha comodidad se debía al Rey de las Maldiciones. La primera vez que se habían conocido fue en una misión que Gojō les había ordenado. En ese entonces, ella solamente trataba de limitar el empleo de su contraparte, en pos de que no tomara el control de su cuerpo y mente.

Sin embargo, ocurrió un imprevisto que la obligó a utilizarla. La maldición con la que luchaba ella y sus compañeros de equipo, era de categoría semi-uno y por tanto, todos debían explotar sus habilidades. Nobara había salido malparada y Megumi tuvo que llevarla a la enfermería para que fuera atendida con urgencia. Itadori, por otra parte, se había resignado y decidió pedir ayuda a Sukuna, que no estaba por la labor de la causa, pero que cambió de opinión cuando observó a Anzu y algo puntual en la chica capturó su atención. Aquella fue su primera y última interacción en mucho tiempo, al menos, hasta que volvieran a aparecer.

La tarde llegó a su fin y el ocaso había anunciado su inminente llegada tintando el cielo de pintorescos colores cálidos, que pronto serían reemplazados por la oscuridad de la noche. Mientras tanto, los dos jóvenes estaban disfrutando una velada en el piso perteneciente a uno de ellos. Anzu tenía la cabeza apoyada en el regazo de Itadori, quien apenas podía mantenerse consciente y que ya estaría dormido si no fuera por el eco de la insistente voz del Rey de las Maldiciones.

Y allí se encontraba él, en su extensión de dominio, recostado en aquella especie de trono construido a partir de huesos del color del marfil, siendo sostenido por lo que parecía ser una espina dorsal, que hacía de pilar principal para el soporte.

Había apoyado el rostro en su puño izquierdo, resoplando ante el irritante hastío que le producía residir en aquella jaula de carne, más conocido como Itadori. Lo único que deseaba en ese momento era libertad. Lo que siglos atrás no había tenido apenas en cuenta, le había sido arrebatado. Ahora, veía dicho ideal, la emancipación, como algo fuera de su alcance, él corriendo tras ella, pero viendo cómo desaparece en sus dedos como si fuera volutas de humo.

Quizá, pensó, el karma le estaría jugando una mala pasada.

—Qué lugar tan poco agraciado. E higiénico. Alguien debería limpiarlo. —la voz femenina resonó en todo el templo, haciendo que la maldición que solo se compadecía de sí mismo, levantara la cabeza.— ¿Qué haces aquí? —interrogó, con tono altivo.

—Soy alguien muy superior a ti, hechicera de segunda. Así que háblame con más respeto.—respondió con una natural simpleza, apenas sin inmutarse ante la presencia de la joven.

—Pues para ser alguien que me supera, deberías organizar más este sitio. Si pudiera utilizar mi expansión territorial aquí, probablemente se vería mucho mejor que esto. —de un salto, apareció sobre la clavícula del esqueleto que Sukuna tenía por techo del templo y se encogió de hombros, mostrando su indiferencia—. En fin, qué le vamos a hacer.—suspiró con pesadez.

—¿Quién demonios eres, niña insolente? —cansado de los comentarios sardónicos de ella, había comenzado a impacientarse y sus instintos asesinos habían empezado a salir a flote.

—Oh, vamos ¿no te acuerdas de mí? —hizo un mohín, frunciendo ligeramente los labios.

Sukuna entonces recordó aquella mirada que le resultó estrechamente familiar y de forma inmediata, su interés en la joven volvió a avivarse, como la primera vez que vio sus ojos, del mismo carmín que la propia sangre.

—Por supuesto. Anzu, ¿verdad? —obtuvo un asentimiento por su parte—. Dime, ¿qué haces aquí? —mantuvo su sonrisa lobuna esbozada, todavía mirando con cierto interés a la joven.

—Como debes saber, ser una maldición encerrada en un recipiente tiene sus desventajas. Así que cuando mi contraparte se duerme, a veces aprovecho para tomar el control. Antes estaba paseando cuando de pronto, he aparecido en este sitio, y déjame decirte que esto es una horrible choza.—remarcó, haciendo una mueca de repulsión señalando a los alrededores.

—Bueno, usualmente no traigo ningún invitado.

—Pues creo que ya no va a ser así. —sus ojos refulgieron en la penumbra del templo. Sukuna devolvió la sonrisa, pensando acerca de cuán interesante resultaba aquella chica.

Anzu cumplió su promesa, de manera que, acudía regularmente a la expansión territorial de la maldición y viceversa, donde entablaban conversaciones de todo tipo. Puede que el Rey no lo quisiera aceptar, pero la chica había conseguido cautivarle con su belleza y astucia. Quizá fuera porque tras todos esos años se percató de la soledad en la que vivía, o quizá porque había encontrado a su alma gemela, alguien que comprendiera su manera de pensar.

Probablemente, ya no le importaría tanto estar encerrado en aquel recipiente si era frecuentemente visitado por ella.

ISS6TORU 2O21

𝒟𝐸𝒱𝐼𝐿𝐼𝒮𝐻 ✷ JUJUTSU KAISEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora