Capítulo 10: Mi futuro cuñado ✅

44 7 23
                                    

Alonso la apresuró luego de haber bajado la última de las maletas, aunque ella ni siquiera respondió a su llamado porque necesitaba observar todo una vez más. Ese era su cuarto, esa era su casa y no podía dejar de pensar que la tendría lejos por más de un mes. Estaba feliz por ese viaje, nadie podría dudar de ello, pero desde que tomaran la decisión de vivir en su país natal no había viajado por tanto tiempo.

—¡Regina, date prisa o perderemos el avión! —gritó Fernanda desde las escaleras—. ¡Regina!

—Ya voy, ya voy —respondió, rodeando los ojos y finalmente despidiéndose de su preciosa casa—. ¿Puedes recordarme por qué viajas de nuevo? Se supone que viniste a trabajar.

—Se supone —Se encogió de hombros su mejor amiga, sonriendo mientras alzaba a su hijo y besaba sus mejillas—. Además, ¿quién va a cuidar de mi sobrino mientras sus padres se encargan de buscarle un hermanito?

—¡Fernanda! —chilló al ver la cara de Alonso, que acababa de llegar hasta ellas y las veía curioso—. Lo que te cuento, lo hago como confidencias.

—Pero si nadie escuchó, solo el encargado de hacerlo posible —A pesar de quejarse por el pellizco que le propinó en el brazo, la escuchó reír a carcajadas por ponerla en evidencia—. Puntito y yo vamos subiendo al taxi.

Sin darle tiempo a oponerse o aceptarlo, su mejor amiga salió con su hijo en brazos mientras su esposo se encargaba de sacar la última de las maletas y regresaba en busca de Purpurina, quien no objetó cuando tuvo que meterse en su bolso de viaje.

—Tesoro, ¿estás lista? ¿Necesitas algo más? —Echó un último vistazo a su alrededor y finalmente negó, abrazándose de Alonso—. Yo también extrañaré nuestra casa, pero tengo muchas ganas de llegar a Madrid.

—Yo también, amorcito, tenemos los mejores recuerdos allá. Es maravilloso regresar, aunque sea por unas semanas —afirmó, sonriendo y recibiendo el dulce beso que su esposo dejó en sus labios antes de encargarse de cerrar la casa y subir al taxi rumbo al aeropuerto.


El vuelo fue largo y pesado, pero, por suerte, Purpurina y su hijo se comportaron como dos verdaderos angelitos e hicieron mucho más fácil el viaje.  Aterrizaron temprano en Madrid, siendo recibidos por esa ciudad que había sido su casa por mucho tiempo y en la que fue inmensamente feliz.

Alonso tomó su mano y la miró con una sonrisa enorme, emanando felicidad por cada rincón de su cuerpo al saberse nuevamente en su país. 

—¿Ya pidieron un taxi? —preguntó Fernanda, vigilando que su hijo no se alejara de ellos—. Porque déjame decirte que con tanta maleta que trajiste ninguno querrá llevarnos.

—¡La mitad son tuyas! —se quejó—. Además, ¿acaso tú sabes lo difícil que es viajar con dos hijos? Debo llevar toda su ropa, zapatos...

—Que no se diga que la gran Regina Hendrich va ligera de equipaje —habló una voz masculina a sus espaldas, obligándolos a voltear—. ¿Alguien necesita un taxi?

—¡Padino! —Miguel gritó de emoción, corriendo hacia Jaime que no dudó en tomarlo y recibir su abrazo.

—Pero ¿tú eres Miguel? ¿Puede ser que seas Puntito? —bromeó con él mientras su hijo asentía—. No puedo creer que hayas crecido tanto.

—Soy Utito, padino —aseguró él.

—No hay duda de que eres tú, saliste igualito a tu padre —Bufó y rodeó los ojos, escuchando la risa divertida de Jaime. ¡Por qué todos tenían que recordarle que su hijo no se le parecía en nada! —. No te enfades, Regis, estoy seguro de que la siguiente será una niña exacta a ti.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora