Capítulo 2

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- ¡FELICIDADES! - Abro los ojos de golpe y noto como alguien se sube a mi cama y empieza a saltar en ella. Y sí, estando yo acostada en ella. - Venga dormilona, ¡despierta! - Me chillan en el oído.

Me tapo la cara con la almohada.

- Déjame dormir tranquila. - Gruño contra la almohada. Pero justo en ese momento noto como me la arrancan de las manos.

Oh, no. ¿Qué he hecho mal para merecer esto? Solo quiero seguir durmiendo un rato más, no pido tanto.

- Venga, Lía. No seas una marmota. - Coge la almohada y me empieza a golpear, mientras, ella sigue hablando. - ¿De -golpe- quién -golpe- es -golpe- el -golpe- cumpleaños -golpe- hoy?

¿Es qué no se puede dormir tranquila en esta casa?

Nora, mientras tanto, no pierde el tiempo y sigue golpeándome. Abro un poco los ojos para alargar la mano y coger el otro cojín con el que duermo. No lo dudo más y se lo lanzo a la cara, dándole de lleno. Se queda quieta, un poco sorprendida por el golpe, pero enseguida se recupera. Y, como no, vuelve a golpearme.

Yo cojo el cojín, que había caído a mi lado y le golpeo a ella también.

No sé en qué momento ha pasado, pero hemos terminado haciendo una guerra de almohadas y yo ya estoy totalmente despierta.

Estamos las dos tumbadas en la cama riéndonos a carcajadas, porque estábamos saltando en la cama y Nora ha apoyado el pie fuera de ella y se ha caído al suelo de la habitación.

La puerta se abre y aparece mi madre.

Lleva un plato con un montón de tortitas con chocolate. Donde, en la cima de la pequeña torre de tortitas, hay unas velas con el número 18.

Nora, cuando le ve, se levanta y se pone al lado de mi madre.

Espero que no hagan lo que creo que van a hacer.

Sabes que van a hacer justo eso.

Las dos se ponen a cantar el cumpleaños feliz, aunque no se si a eso se le puede llamar cantar. Dejémoslo en que están chillando bonito.

Mientras ellas siguen cantando, me debato por que cara poner. Qué incómodo es esto, no se que cara poner.

Tú sonríe.

Cuando acaban, por fin, les sonrío y soplo las velas. Nora se pone a aplaudir y a dar saltitos, emocionada.

- Espero que hayas pedido un deseo para que luego se cumpla. - Dice entusiasmada.

- Sí, he pedido que por favor no volváis a cantar más, al menos delante de mí, por el bien de nuestros preciados y bonitos oídos. - Le digo riendo a Nora.

En realidad se me ha olvidado pedir un deseo, siempre se me olvida, para qué mentir. De todas formas, no veo la necesidad de pedir un deseo. Nunca se cumplirán. Los deseos solo son palabras vacías y promesas que nunca se van a cumplir porque no hay nada que haga esas cosas realidad. Solo estás tú para decidir tus propios deseos y hacerlos realidad, solo tú los vas a conseguir con esfuerzo y ganas. No por soplar unas velas y pedirlos se van a cumplir por arte de magia.

Ella me pone mala cara y me lanza un peluche que estaba en mi estantería, pero yo lo esquivo.

Mi madre deja el plato con las tortitas en la cama y se gira hacia mí, que estoy sentada en la silla de mi escritorio

- Hija, vuelve a meterte en la cama, o si no, no es un desayuno especial en la cama. - Me dice mientras me entrega unos cubiertos y otros a Nora. No os penséis que me iba a comer yo sola toda esta montaña de tortitas.

El mundo de MilhéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora