MIERDA.
Es la primera palabra que me viene a la cabeza, es mi palabra favorita entre las malas palabras (¡y entre las buenas!), es decir, sé que es grotesco, un joven y educado muchacho diciendo tal cosa pero nada describe este tipo de situaciones particulares como un buen y sonoro ¡MIERDA!
¿Me imaginan diciendo otra cosa? No. No existe alguna otra expresión que detalle tan bien el asunto. ¿Quién coño dice ‘‘¡Oh diablos!’’ en esta parte del mundo? O en cualquier parte del mundo.
Salgo de mis divagaciones y por un momento me afecta el griterío y la música a tope de estos dementes.
Allison está borracha, pero no borracha leve, me refiero a borracha total. Todos sabemos que Ali no aguanta ni dos copas de vino, mucho menos la liga extrema de líquidos que ha ingerido. Además no para de abrazarme y Ali no abraza a nadie, exceptuando las veces que el alcohol le ha inundado el cuerpo.
Carlos está intacto o es eso o es simplemente que le encanta lucir como una jodida estatua. Tiene el vaso lleno y con una extraña coloración a causa del hielo desasido.
Emma baila, montada torpemente encima de un bloque de piedra que se ve inestable. Se mueve como si estuviera molesta con la música, no en sintonía sino más como si quisiera vencer al sonido, tumbarlo.
Ahí está la razón por la cual no bailo. ¿Quién querría lucir como un inadaptado con problemas de epilepsia?
Soy de los que escuchan la música y solo la sienten internamente y bailan desatados pero solo en su cabeza. Es una imagen reconfortante.
Y finalmente está José, vomitando en la esquina del patio sobre un montículo de tierra que ahora es una extraña mezcla de fluidos. No es que sea raro pero me alerto.
Me pregunto si necesitará ayuda.
Ya sé que cuando una está vomitando en lo que menos piensa es en necesitar ayuda pero apoyarle la mano en el hombro es un buen gesto así que desobedezco la flacidez de mis piernas y camino hacia él.
Al momento de levantarme de la silla siento el temblor característico en las piernas y todo lo veo opaco. Sé que no he llegado a mi límite porque no tengo el fuerte dolor de cabeza pero es indudable que el alcohol ya hecho acto de presencia en mi cuerpo.
Trato de no ver lo que sale de boca de José y solo me mantengo a su lado instándolo a que saque todo de su sistema.
Él para y escupe por última vez.
-Listo, estoy como nuevo –dice limpiando con la mano los residuos que le quedan en la boca.
Todos al oírlo decir esto hacen un hurra y vuelven a beber.
Nuestro soldado vuelve a la batalla.
Las luces están apagadas y el viento de la noche nos seca el sudor.
-Creo que jamás vomite tanto en mi vida –dice entre risas José.
Y todos le seguimos la burla porque nadie puede no reírse de José, bien sea cuando está contando un chiste o por alguna acción burlona que esté realizando.
-Fondo blanco –exige Ali con esa voz tan peculiar, tan demandante.
Y sé que es un reto y uno que probablemente no querré perder así que enlazo mi brazo con el de ella y ambos bebemos infinitos tragos de un mejunje extraño que sabe mitad vodka, mitad jugo de fresa.
El líquido me baja por la garganta y me marea por un rato y sé que las consecuencias en la mañana serán devastadoras pero el momento exige ser disfrutado.
Y vamos... ¿Quién no querría ser un maldito adolescente en una maldita perfecta y borracha noche de abril?
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Pleamar.
Teen FictionSinopsis. ¿Quiénes somos? Esa es la cuestión. Bien podría decirse que el joven enfundado en el ridículo traje azul es Alexander Vargas y que a su izquierda está sentada Emma Díaz y que al frente de Emma se encuentra José Gómez pero ¿los definirían l...