El secreto de un sobre.

118 10 2
                                    

Theresa no podía creer que se atrevieran a dudar de sus conocimientos. Si bien no era la alumna más estudiosa del colegio, ni la más dedicada, tal vez ni siquiera la más interesada en clase, eso no significaba que fuese a ser una niña que solo sirviera para hacer escándalo.

La rectora Gray le había cuestionado el hacer trampa en el examen de historia del arte y sin discusión posible decidió volverlo a aplicar el lunes.

Odioso lunes, todo el día encerrada con vigilancia por todos lados. Lo único que pudo hacer aquel día fue examen tras examen y leer más libros.

El martes fue menos fastidioso, solo porque la dejaron en paz para que re leyera su extensa biblioteca personal que a diferencia de los libros de las monjas si le agradaban. Fue ese día que logro burlar la vigilancia y salir a caminar por los alrededores sin llamar mucho la atención.

Al menos, en aquella colina cuya vista se extendía espléndidamente por Londres era posible sentirse libre, pese a que los muros a su alrededor se vieran tan altos.

Inglaterra, su ciudad, el lugar donde había vivido la mayor parte de su vida, pese a nacer en América y llevar sangre de una mujer casi desconocida. Cuando pensaba en los ostentoso palacios, las calles trazadas en armonía y la elegancia dominante del lugar era cuando se preguntaba si realmente tenía un lugar allí.

Si te preguntan de donde eres, dices que eres inglesa, si te piden una opinión de tu patria dices que la amas, si alguien te llama por tu apellido cuentas la historia.

¿A donde pertenecia realmente?. ¿A caso tenía un lugar en otra parte del mundo?

Tristeza, ira y desolación eran los sentimientos que acompañaban la claustrofobia que seguramente iba a desarrollar si seguía ahí pensando en tantas cosas que podría estar haciendo en otro lugar.

La vista de la ciudad solo la hizo sentir más aislada, frustrada con eso decidió volver a su habitación. Debería conseguir cigarrillos pronto. Al ponerse de pie tuvo la desdicha de toparse con un molesto ruido detrás de ella, con la sensación de estar expuesta se apresuro a  revisar el lugar con la vista y se decidió a deshagorse con cualquier idiota que estuviera ahí – ¿Quien está ahí? – dijo sin duda en su voz, con tono claro de que habría problema.

– Soy yo, lo siento – una cara conocida con una sonrisa que se le antojaba estúpida se asomo detrás de los arbustos. Recordaba el nombre pero le daba pereza decirlo – Vi a alguien aquí y crei que podrías ser Candy – ella lo miro inexpresiva tratando de ocultar cualquier sentimientos que tuviera

– No soy ella. Vete – ordeno volviendo su vista al frente. Más por miedo a que las lágrimas aparecieran que a otra cosa,

– Ya te dije que lo siento. Además me gusta la vista – explico – No es como mi país pero el tuyo me gusta...

Mi país.

El tuyo

Como si el destino la odiara, mando a este chico a meterse en el tema que le estaba doliendo.

Tratando de descubrir cual era su lugar, al que podía llamar hogar.

Porque Americana no era, Inglesa tampoco... Tal vez no pertenecia a ningun lugar, o tal vez al mundo entero.

– ¿Estas bien? – su mirada reflejaba la tristeza y la impotencia pero seguía de pie, firme, entre la maravillosa vista y el chico Archival Cornewall. Cuando menos se dio cuenta el joven había avanzado un par de pasos disminuyendo la distancia, su mirada avellana mostraba preocupación sincera...

Pero lo sincero casi siempre era falso. Bien podía ser curiosidad del americano por ella.

Hija de familia noble, triste y sola sobre una colina, vestida con un pantalón, camisa y chaleco mal colocado tras tantas cosas del día, con fama de ser inalcanzable y estar fuera del mundo de estos niños ricos.

Grandchester, la rebelde Lady. (Candy Candy fem Terry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora