39. Al fin te encuentro

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Cuando Alexa regresó a su casa al día siguiente aún seguía en una nube. Tras la primera experiencia, vinieron otras tantas que la dejaron más que satisfecha. June no la dejó que lo tocara a pesar de la notable erección que llegó a tener, pero le prometió que en otro momento podría encargarse de él si así lo deseaba. Con eso en mente no pudo evitar sentirse excitada al recordar el tacto de su piel ardiente y todo lo vivido durante la noche.

No encontró a Travis, como era de esperar. Se dirigió a la habitación y se cambió de ropa por una más cómoda, pues no planeaba salir durante el resto de la mañana. Recogió un poco la habitación y el resto de la casa y revisó sus bolsos en busca de cosas que tuviera que desechar o guardar en casa. Fue entonces cuando encontró una tarjeta de visita que casi olvidó que tenía. En ella ponía los datos de contacto del dueño de una de las editoriales más exitosas del país. «¿Sería demasiado ambicioso de mi parte enviarle mi currículum? —se preguntó mientras volvía a leer el texto—. Quizá debería esperar a más adelante para hablarle del tema, ahora no tengo tanta confianza, por muy buena que pueda ser en el diseño editorial».


···


En el descanso de la comida, Travis acudió al restaurante de siempre, el que estaba frente al edificio de su empresa. Esa vez fue solo porque el resto se había llevado la comida para no perder mucho tiempo en ir y volver. En cuanto llegó pidió una mesa solo para él y le dieron una de las pocas que quedaban para dos personas. No tardó en pedir su almuerzo y bebida y esperó a que el camarero le trajera el menú. Echó un vistazo a su bandeja de entrada del correo y después a sus redes sociales, tanto las personales como las del trabajo. Todo estaba tranquilo, por eso bloqueó su teléfono y lo dejó sobre la mesa. Tamborileó en la mesa, impaciente, cuando vio entrar por la puerta a una mujer rubia que vestía elegante y cuya forma de andar le pareció sensual e imponente a la vez. Parecía una mujer de negocios y de fuerte carácter con una experiencia indiscutible en los negocios. A su mente acudieron las imágenes de su encuentro en el club con una mujer rubia e inmediatamente después se imaginó cómo serían las cosas si aquella a la que estaba viendo fuera su jefa en la empresa. «¿Pero qué cosas estoy pensando?». Peinó con sus dedos algunos mechones de su pelo y suspiró de alivio al ver que al fin le traían la comida. Sin embargo, antes de ponerse a comer vio que la rubia lo observaba con atención desde la barra. Esbozó una sonrisa y él hizo lo mismo sin saber por qué. Desvió la vista hasta su plato y empezó a comer, sin prisa pero tampoco sin pausa.

Antes de que pudiera terminar su plato, una mano femenina se apoyó sobre la mesa y se quedó mirándola antes de ascender hasta el rostro de la mujer.

—¿Te importa si te acompaño? —preguntó con una voz que a él le resultó familiar.

—Por supuesto que no, adelante —respondió con una sonrisa.

—He notado tu mirada desde que entré por la puerta —comentó ella sin poder ocultar una sonrisa— y he pensado que quizá te apetecería conversar un poco.

El chico casi se atragantó con su comida al escuchar esas palabras, pero lo disimuló bien. Aunque no tanto porque ella se percató del gesto.

—Es imposible no mirarte con esa presencia que tienes —confesó Travis con la mirada puesta en ella de nuevo.

—Me da la sensación de que nos conocemos... —Entrecerró los ojos para estudiar a Travis en profundidad, fijándose en las pecas de su rostro y aquellas que se veían en la parte superior de su pecho gracias a los botones de la camisa que tenía desabrochados—. ¿Es posible que nos hayamos visto antes?

—No olvidaría del nombre de alguien como tú si nos hubiéramos cruzado... —mencionó, pensando en la posibilidad que ella planteaba. De nuevo recordó lo sucedido en el club con aquella rubia ardiente de ojos azules y clavó su mirada en la mujer que tenía ante él en busca de algún rasgo que le resultara familiar—. La única rubia a la que he conocido en los últimos tiempos sigue siendo una desconocida para mí porque las veces que hemos coincidido ha sido en un lugar... peculiar.

No se atrevió a mencionar el club porque entre otras cosas prefería seguir manteniendo como privada esa parte de su vida. Nadie tenía por qué saber nada al respecto, mucho menos una desconocida.

—El caso es que yo he conocido a alguien que se parece mucho a ti en un lugar peculiar también. ¿Podría ser el mismo? —indagó, divertida por la situación.

—Tal vez... —contestó, sin dar a entender nada más.

Y ella, para continuar con aquella especie de juego adivinatorio, insistió.

—¿De casualidad te suena el nombre de Perséfone? —preguntó en voz baja con una sonrisa de medio lado.

«Claro que me suena», pensó él con otra sonrisa que no pudo ocultar.

—¿Te suena a ti Adán?

Aunque no le hacía falta preguntarlo porque estaba casi seguro de que ella era Perséfone. No preguntaría aquello si no lo fuera, ¿verdad?

—Al fin te encontré. Llevo mucho tiempo buscándote... —reconoció Gabrielle con un suspiro de alivio.

En ese instante llegó el camarero con lo que ella pidió para comer. A Travis le quedaba poco para terminar y pronto tendría que volver al trabajo, pero deseaba seguir conversando con ella.

—Tengo que volver al trabajo en cuanto termine de comer, ¿te importa si te doy mi número de teléfono y nos encontramos en otro momento para hablar?

Que tomara la iniciativa no solo fue una sorpresa para ella, sino también algo que disfrutó mucho más de lo que habría imaginado, de haber sabido de antemano que le propondría aquello.

—Por supuesto que no me importa. Por cierto, soy Gabrielle.

—Yo Travis.

Y a continuación le dio su número de teléfono.


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La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora