47. Las vivencias de Darrell

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Catherine y Darrell miraron hacia la puerta y tras ella apareció un hombre de porte elegante con el que la chica ya había compartido espacio y palabras con anterioridad. Suspiró aliviada al reconocer a Apolo y avanzó hacia él con prisa. El hombre alzó una ceja mientras se centraba en el que estaba tras ella y entendió al instante que algo no iba bien.

—¿Estás bien? —murmuró Charles en cuanto ella estuvo lo suficientemente cerca.

—Sí, tranquilo —respondió ella también en voz baja—. Ya te contaré, si tu amigo no lo ha hecho ya...

Evitó nombrar a Lucien, aunque ganas no le faltaron, para así no ponerle en riesgo en caso de que alguien que no fueran ellos dos lo escuchara.

—Pensaba ir a la zona vip, pero me parece que me quedaré aquí contigo...

A Darrell no le dio tiempo a nada porque Charles la condujo hacia fuera colocando su mano derecha sobre la espalda femenina. Cuando se quedó solo en el pasillo chasqueó la lengua, frustrado por no haber logrado lo que quería. Se disponía a salir cuando Gabrielle se adentró en el pasillo para reunirse con él.

—¿Ha habido suerte?

—No y me temo que tendré que rendirme... No puedo hacer nada si ella no quiere que me acerque siquiera.

—Ella se lo pierde, cariño —intentó reconfortarlo—. ¿Te apetece que vayamos a mi habitación y te haga olvidar todas tus penas?

El hombre sonrió ante el ofrecimiento de la rubia y la acercó a su cuerpo con una de sus manos. Acercó su rostro al cuello y aspiró el aroma que desprendía su piel, tan apetecible como la primera vez. La besó, subiendo con lentitud hacia su oreja para susurrarle:

—Estoy deseándolo.

Y tras esas dos palabras, lamió la zona, provocando en Gabrielle un jadeo incontrolable.

—Vamos —dijo, cogiéndolo de la mano y caminando en dirección a la otra parte del club.


···


Catherine solo estuvo segura cuando se introdujo en el interior de la barra a servir unas cuantas copas y no volvió a ver a Hipnos. Su cuerpo temblaba aún de los nervios y el temor a que pudiera hacerle algo o se aprovechara de las circunstancias, aunque le asegurara que no era su intención. Había algo en aquel desconocido que le producía escalofríos desde la primera vez que coincidió con él y que June le hubiera advertido de esa forma la ponía sobre aviso a pesar de no conocerlo.

—¿Sabes quién era ese hombre? —preguntó Charles aprovechando que quienes los rodeaban estaban metidos en sus propias conversaciones.

—Por desgracia no —respondió con una mueca—, de hacerlo quizá sería peligroso.

—¿Por qué?

—Porque podría perseguirme fuera de mi trabajo... No sé qué intenciones reales tiene para querer hablar conmigo, pero no me da buena espina.

Charles la observó con atención y se percató de que sus gestos acompañaban a sus palabras. Tenía la sensación de conocer a ese hombre de alguna parte, pero no estaba del todo seguro por el antifaz. Solo era capaz de ver los ojos, la boca y la barbilla, lo que no era determinante para conocer su identidad.

—Parece que este trabajo no es tan fácil como podría parecer... —comentó Charles a modo de reflexión en voz alta.

No pudo evitar acordarse de Gerard, que también tuvo algún episodio similar antes de que él se metiera por medio. Su mirada se perdió en el interior del vaso que tenía en su mano derecha y luego bebió un buen trago. Catherine contempló a Charles con curiosidad.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora