48. Un peligro del que no es consciente

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Regresó a la vivienda horas después, a la hora de cenar, y Gabrielle lo esperaba sentada en la enorme mesa del comedor. Se quitó la corbata mientras avanzaba hacia ella y le mostró una pequeña sonrisa. Ella le devolvió el gesto y se levantó para recibirlo como correspondía.

—¿Qué tal el día, cariño? —Gabrielle amplió su sonrisa antes de darle un beso fugaz en los labios.

—Bien, aunque un poco nostálgico... —respondió, recordando parte de su conversación con Alexa.

La rubia ladeó la cabeza y lo estudió intentando adivinar lo que escondían sus palabras. Al no hallar respuesta en su rostro ni en sus gestos decidió preguntarle por ello, a lo que él respondió contándole gran parte de lo sucedido. Gabrielle pasó sus manos por el pecho de su marido y con la derecha en la nuca, dejó que la izquierda acariciara el cuello y parte de la mejilla cubierta por la barba.

—Eres maravilloso, ¿te lo he dicho ya alguna vez?

—Muchas, mi amor —dijo con una sonrisa.

Ella volvió a besarlo, esta vez deleitándose con el sabor de su boca, y apretujó su cuerpo contra el de su marido en busca de calor, de esa pasión que siempre encontraba en él y que le encantaba. Al separarse, él la agarró de la cintura y la observó como si nunca se hubiera detenido a hacerlo.

—Cuéntame lo que tienes ahí guardado.

Esbozó media sonrisa cuyo significado conocía Darrell a la perfección.

—Me gustaría que conocieras a alguien.

—¿Un nuevo fichaje? —indagó mostrándole una pequeña sonrisa.

—Así es.

—Entonces tráelo a casa, quisiera conocerlo y darle el visto bueno. —Gabrielle frunció el ceño y eso provocó en él una gran carcajada—. Ya sabes que es broma, cariño, pero sí me gustaría saber si tiene buenas intenciones o solo quiere aprovecharse de ti.

Lo abrazó, apretando de nuevo su cuerpo con el de él, y suspiró.

—Yo creo que las tiene.

—De todas formas quiero asegurarme, ya lo sabes. No podemos permitir que cualquiera entre a formar parte de nuestras vidas.

Gabrielle se separó para mirarlo a los ojos durante unos segundos antes de unir sus labios con los de él.


···


La esperaba apoyado en el lateral de su coche que daba a la acera. Tenía claro lo que quería decirle a Alexa, pero fue verla aparecer con esa sonrisa que iluminaba todo y se le olvidó momentáneamente. Lo saludó con un beso en los labios y eso le sorprendió porque no solían mostrar en público ese tipo de afecto.

—¿Y esto? —preguntó él.

—Me apetecía —respondió tras encogerse de hombros.

—¿Y no te importa que puedan vernos?

Alexa ladeó la cabeza y sonrió de nuevo.

—Si alguien no lo entiende es su problema. Lo que me importa es que Travis y tú confiéis en mí.

Y justo fue aquel verbo el que le recordó a June el motivo por el que había quedado con ella. Sin embargo, guardó el tema hasta que llegara el momento idóneo. Abrió la puerta sobre la que había estado apoyado y esperó a que ella entrara para rodear el vehículo. Cuando los dos estuvieron en el interior, arrancó el motor, encendió la radio para ponerla a un volumen aceptable con el que pudieran hablar y salieron del aparcamiento. Alexa se limitó a contemplarlo de perfil mientras June mantenía la vista sobre la carretera. Cuánto habían cambiado las cosas para ella en apenas un mes y cuánto estaba aprendiendo de la experiencia. No solo estaban las cosas bien con Travis, también estaba conociendo a alguien tan maravilloso como June Sanders. Un hombre que la volvía loca con solo mirarla de forma que delataba el enorme deseo que sentía por ella.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora