★Capítulo 2: El hombre del bosque

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Capítulo 2: El hombre del bosque

Poca era la gente que sabía que Lander Redyck era una mujer. Y no es como si ella lo mantuviera en secreto; aunque su vestimenta y cabello corto no ayudaban mucho a su aspecto femenino, pero al parecer, sí al masculino. Sus delicadas facciones le daban una apariencia hermosa y mortífera, además de refinada..., similar a la de un varón de la realeza con ropas de la plebe guerrera. Los ajustados chalecos que usaba para su trabajo, debajo de su chaqueta de siempre, ocultaban una de las pocas pruebas de su feminidad.

Lo que nadie podía explicarse en Výros, o en todo Verlo, era por qué ese «joven» tan bien parecido y que bien podía tener todo lo que quisiera si así lo deseaba, trabajaba en algo tan mal visto como lo era ser un 'Mensajero' y no, por ejemplo, como un Fénix.

Caminó con aspecto tranquilo pero con su cautela de siempre por las misteriosas calles del muelle de Imperio. El muelle era un lugar parecido a un pueblo pesquero como cualquier otro, sólo que éste en especial parecía ser el favorito de los forasteros; cada dos por tres llegaba gente nueva por ahí de lejanas tierras desconocidas pero sólo unos cuantos se quedaban, como Lander había hecho hace bastante tiempo. El atractivo del puerto era que, a pesar de su constante ajetreo, su ubicación a las afueras de Výros, colindando con Leýres, se encontraba en lo más alejado de Darýos como podían estar los výreanos.

La joven Lander caminaba por las afueras del puerto con la mirada escondida debajo de su sombrero de piel de virec* y las manos en los bolsillos de su larga chaqueta verde con vistas cafés, como a ella le gustaba. En unas pocas horas anochecería así que había apresurado su paso para llegar a su destino: la choza de Roundan Jundie.
Roundan era un tipo extraño y un tanto ermitaño. Se la pasaba todo el día metido en su casucha, haciendo algún peligroso experimento o, en cambio, una increíblemente aburrida investigación sobre orguues*, con sus aún más extraños aparatos especiales de dudosa procedencia. 

Era un completo enigma para los amigos de Lander Redyck cómo Roundan Jundie y ella habían llegado a ser amigos. Él era más un hombre de teoría y ella una mujer de práctica. Sin embargo, uno de los primeros días de otten*, cuando Lander regresaba de hacer una entrega especial para un cliente de Leýres, ellos se encontraron. Lander había pasado por aquel bosque al que no muchos se acercaban por los rumores falsos ­­­—y uno que otro verdadero­— que la gente contaba, puesto que era una vía para llegar más rápido a Faunk, el bar de Riku, desde la ruta de Leýres a Výres que ella utilizaba.

En varias ocasiones la joven mujer se había encaminado por la oscuridad de aquel tranquilo bosque. No era la primera vez que hacía una entrega en Leýres, ni tampoco la primera en la que regresaba con una leve lesión, las numerosas cicatrices en su cuerpo daban fe de ello, pero sí fue la primera en que lo vio. Roundan Jundie investigaba el comportamiento de los orguues esa noche de dos lunas, había subido hasta donde le fue posible a un árbol para poder encontrar a los bichos. Sin embargo, tal fue su ensimismamiento buscándolos que no se dio cuenta de que había subido más de la cuenta. Al tratar de bajar, su cinturón se había atorado en una de las ramas y, debido al brusco movimiento, sus gafas especiales se habían caído justo enfrente de Lander cuando caminaba por ahí con una molesta cojera en su pierna izquierda. Roundan no le pidió ayuda pero Lander tampoco se la ofreció. Se limitó a subir al árbol haciendo uso de sus buenas habilidades escalando aún con su pierna herida, desató el cinturón de Roundan con su cuchillo haciéndolo caer dos metros hasta el suelo y, después de ver que él se podía levantar por sí solo, ella se fue de ahí cojeando penosamente y sin decir una palabra. Roundan sólo había atinado a verla marchar, con el hombro lastimado por la caída.
Semanas después, Lander hizo otra entrega a Leýres, así que de regreso volvió a pasar por aquel bosque y, para su sorpresa, se encontró de nuevo con Roundan. Esa vez él no estaba en un árbol, sino que se encontraba recolectando plantas y hierbas de los alrededores con sus características gafas en su frente; al ver a la joven, inclinó su cabeza mostrando respeto, miró por un segundo los brazos siempre vendados de ella y le tendió un frasco pequeño, tapado con un corcho, que sacó de un saco marrón que llevaba consigo como mochila.

Ladrones de leyendasWhere stories live. Discover now