Si al menos una vez en tu vida has pensado en dejarlo todo para perseguir tus sueños, estoy seguro que este libro está escrito para ti.
De hecho, me hubiera gustado mucho leer algo parecido cuando decidí que, literalmente, mandaría todo a la mierda y viviría de la cerveza. Y eso pasó, más o menos, en 2014.
La historia no empieza exactamente así. Las cosas sucedieron, y antes de darme cuenta, allí estaba, odiando mi trabajo, que inicialmente parecía ser el trabajo de mi vida.
Tuve la oportunidad de desarrollarme mucho. Los proyectos fueron un reto y ayudaron a la empresa a ganar dinero. Viajaba al extranjero dos veces al año para cursos de formación, y mis superiores en la sede francesa y en Estados Unidos siempre estaban muy satisfechos de mi trabajo.
Como en cualquier trabajo nuevo, todavía me estaba adaptando a la cultura de la empresa cuando, durante mi primer viaje a la sede central, me preguntaron sobre el tema de mudarme al extranjero.
Existía la posibilidad. Y era algo que quería conseguir en esa empresa a medida que avanzaba en mi carrera.
Sabía que era factible, y no me parecía una mala idea. Un amigo de la infancia, que trabajaba en la misma empresa, vivía en Francia, hacía ya algunos años.
Era la oportunidad de mis sueños, al fin y al cabo, a pesar de que estaba casado con una holandesa, siempre decía que me hubiera mudado al extranjero solo como expatriado, con un trabajo garantizado y un plan de carrera en marcha. De este modo, no correría el riesgo de tener que hacer otro trabajo "menos noble" para sobrevivir.
Pues bien, hoy en día creo que cualquier trabajo es un buen empleo, siempre que te permita pagar tus facturas, mantener a tu familia con dignidad y ganar dinero de forma legal. Pero, en aquellos tiempos, no pensaba exactamente de esta manera.
Pensaba que un buen trabajo era sólo aquel en el que ibas a trabajar con traje y corbata, o con una bonita camisa con una marca bordada en el pecho. Ese era yo, un hombre que trabajaba para una multinacional, creciendo en la vida, en mi carrera, en mi profesión, lleno de planes para el futuro, pero con algunas incertidumbres.
El caso era que, independientemente de las posibilidades que existían para mí, incluso después de dos años trabajando en la empresa, todavía me sentía incompleto, un poco desconcertado, un poco infeliz.
Pero el futuro pintaba bien, tenía buenas evaluaciones de rendimiento y mis jefes notaban cada vez más la calidad de mi trabajo, en cada proyecto con los franceses o los americanos. Creía que mi condición cambiaría con el tiempo, las cosas mejorarían poco a poco, y al final todo se pondría en su sitio.
Me equivocaba.
Mi equipo dependía directamente del director de área, un tipo muy atento pero muy ocupado.
Se preocupaba por las actividades de su trabajo y, además, gestionaba un equipo de consultores internos que estaba tocando fondo. Nuestro equipo se centraba en resolver los problemas de la organización en áreas no industriales.
Realizábamos estudios de viabilidad y proyectos relacionados con la mejora de los procesos, la eficiencia y el rendimiento de la organización. Actuábamos de forma independiente, autogestionando, apoyando la planificación y ejecución de los proyectos con los directores de área. Teníamos acceso a todos los gestores de procesos, a los directores de la empresa, incluidos el director financiero, el vicepresidente y el director general de la operación brasileña.
Nos relacionábamos mucho con otros ejecutivos de las sedes francesas en Clermont-Ferrand y Greenville, en Carolina del Sur, EE.UU., teniendo así la oportunidad de aprender mucho.
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¡AL CARAJO! CÓMO CAMBIÉ MI CARRERA CORPORATIVA POR LA CERVEZA
Non-FictionChristian trata muchos de los retos a los que se tiene que enfrentar un pequeño empresario en un país enorme y difícil como Brasil. Y temas que van desde la elección del nombre del negocio, la creación de una marca, los prototipos, la asociación con...