Capítulo 3

87 9 24
                                    

Selena Luczak pisó el aeropuerto a primera hora de la mañana. Venía acompañada por su flamante abogado. Para ese entonces, coleccionaba ya tres amantes muertos por otros lares, y un sinfín de amuletos. La fortuna era su mejor amiga, pero nunca había sido suficiente. Finalmente, había vuelto por la porción que le faltaba: la fortuna de su esposo. A las puertas del barrio chino, despidió al abogado y se dispuso a recoger su preciada piedra. El espigado encargado de la tienda salió a atenderle.

─Hola Yin. Espero que tengas mi encargo ─dijo ella.

─Nunca decepciono a mis clientes, madam ─dijo Yin, haciendo una venia─. Le dije que lo tendría en seis meses y hoy se cumple el plazo.

─Bien. Lo quiero enseguida.

─Pase por aquí por favor...

Le hizo atravesar por un largo pasadizo cuyo fondo no se veía en primer lugar. Tardaron varios minutos en chocarse por fin con la enorme puerta de cedro con dos leones orientales tallados.

─Este lugar es más grande de lo que pensé.

─Ya lo creo, madam. A mi familia siempre le ha gustado sorprender a los clientes. Este sitio ha pasado de generación en generación. Además, este amuleto es un caso especial; es por eso que lo escondemos aquí, y que no he podido enviárselo por correo.

─¿Un amuleto especial?

─El señor Luczak no era un pez cualquiera –sonrió─. Bueno, entremos.

La habitación era un caos. El cuerpo decapitado yacía desnudo sobre la cama. El bicho bebía la sangre de la cabeza. La puerta se abrió. Sirene volvió a su forma original y corrió diminuta hasta su verdadero dueño. Yin la levantó con los dedos.

La sangre del lugar horrorizó a la viuda, tanto, que no percibió el momento en que la puerta se trancó, dejándola prisionera de un nuevo acompañante. Del cuello vacío de Franz K, surgía un pequeño bicho alado y desagradable, de ojos diminutos y coraza marrón.

Desde la habitación contigua, el joven Yin escuchaba la canción de la muerte, se servía el té y guardaba a Sirene en su pequeño sarcófago. La colocó justo al lado del cubo mágico. El periódico en la mesa revelaba el hallazgo del cuerpo de Clyde Barker, descuartizado junto a la salida del desagüe. "La policía carece de pistas".

Yin cerró el periódico. Cinco minutos después, sonaba el teléfono. Era otro cliente.

FIN

El extraño caso del señor KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora